Manuel Mosquera, en su negocio de reparación de calzado en Juan Flórez.

Manuel Mosquera, en su negocio de reparación de calzado en Juan Flórez. Quincemil

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Mosquera, maestro del calzado en A Coruña: "Cada zapato es distinto, nunca se deja de aprender"

La familia Mosquera, de Arzúa, abrió su negocio en los años setenta en Juan Flórez, y su propietario, Manuel, empezó con 17 años. Lamenta que hoy el oficio de zapatero "no tenga a nadie que lo enseñe"

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En Arzúa (A Coruña) hay tradición zapatera y tiene el apellido Mosquera, con cuatro décadas largas de asentamiento en la ciudad herculina. La familia Mosquera da nombre al pequeño bajo de reparación de calzado ubicado en el pasadizo con establecimientos comerciales que baja una torre residencial une la calle Juan Flórez y la plaza de Recife, donde el olor a cola y pegamento, cuero y zapato da la bienvenida a quien cruza la puerta. "Son olores fuertes que gustan a algunas clientas. Yo ya no los noto".

Entre esa clientela hay abuelas que llevaron a arreglar sus zapatos, bolsos o cinturones cuando se convirtieron en madres e incluso cuando fueron hijas. O que llevan años comprando cremas, cordones y plantillas. Porque el negocio empezó su actividad a finales de la década de los setenta y no se ha movido del mismo lugar.

Manuel Antonio Mosquera, de 62 años, empezó a trabajar en la zapatería de su padre Antonio con 17, mientras esperaba una plaza para cursar Electrónica. Primero en un bajo del pasadizo, después en otro, el actual, muy pequeño, donde se amontonan apretados cientos de zapatos de todo tipo en las estanterías y el propietario mantiene el orden en el aparente desorden.

Zapatos amontonados en Mosquera.

Zapatos amontonados en Mosquera. Quincemil

Su abuelo Pedro en Arzúa, su hermano Santiago y ahora su sobrino Rodrigo en el taller familiar en Monte Alto se han sumado a la plantilla histórica de la familia Mosquera. Él aprendió los secretos de los zapatos "desde pequeñito" gracias a su padre, un guardia civil que reparaba calzado a sus compañeros y montó la zapatería de Juan Flórez al retirarse. Los hijos de Manuel han preferido estudiar otra cosa "que les gusta más".

"Casi todo tiene arreglo"

El de zapatero es un oficio tradicional que hoy escasea y del que Mosquera no se aburre, quizá porque "cada zapato es distinto" y cada reparación es un reto con el que "nunca se deja de aprender". "Cada año hay algo nuevo, otros materiales, otros diseños, y otros materiales con los que reparar, como los tipos de cola y pegamento. Cambia la fabricación de los zapatos, según de dónde procedan, según la política de costes y la elección de la materia prima".

Máquina para coser calzado que utiliza Manuel Mosquera.

Máquina para coser calzado que utiliza Manuel Mosquera. Quincemil

"Tiene que estar muy mal un zapato para no arreglarse. Siempre lo intentamos y lo normal es repararlo", asegura Manuel Mosquera. En su negocio "casi todo se arregla": tapas, suelas, tacones, broches, cierres, agujeros que se cosen, cordones... aunque advierte de la mala calidad de piezas compradas en tiendas baratas, lo que hace que compense adquirir nuevos "y mejores" modelos.

Como ocurre con otras ocupaciones de trabajo manual con tradición, la falta de aprendizaje corta o frena la difusión de conocimientos. "Hoy ya no queda nadie que enseñe a reparar calzado. Es una pena", lamenta Mosquera, "y los antiguos zapateros cierran". Hay clientes de Madrid o de Inglaterra, dice el veterano profesional, que cuando vienen a A Coruña de vacaciones le llevan sus zapatos con desperfectos para que se los arregle. Confianza en la tradición.