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Montefurado, el túnel romano fruto de la minería aurífera que cambió el curso del Sil

A pesar de lo extraordinario del entorno, este pasadizo oculto entre valles y meandros en Lugo conforma una obra de la ingeniería romana para el aprovechamiento de las riquezas naturales del río Sil
Túnel de Montefurado, Lugo.
Túnel de Montefurado, Lugo.
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Existe un lugar en las tierras altas de Quiroga conocido como Montefurado que se ha convertido a día de hoy en uno de esos rincones de obligada mención a la hora de hablar de los grandes hitos del Imperio Romano en Galicia. Y es que a pesar de la extraordinaria belleza de este entorno situado en Pena do Corvo, el curioso túnel de Montefurado no tiene un origen innato sino que su aspecto es más bien fruto del ingenio y la minería aurífera de los romanos. Lo cierto es que hace más de dos milenios, las aguas del río Sil discurrían de forma natural y caprichosa salvando valles y meandros antes de unir sus aguas con las del río Bibei. Al menos así fue hasta que, en el siglo II y por orden del emperador Trajano, los romanos pusieron en marcha una auténtica obra de la ingeniería civil que logró alterar de forma significativa el paisaje de la zona.

El control ejercido sobre la antigua Gallaecia y el aprovechamiento de las riquezas naturales de oro y plata tan abundantes en las proximidades de afluentes como el Sil impulsaron en aquel entonces la actuación directa sobre el entorno en busca de las mencionadas fortunas. En el caso particular de Montefurado (la toponimia es otro reflejo más de dicho suceso), los ingenieros romanos actuaron sobre las paredes rocosas abriendo un agujero de 120 metros de longitud, por 19 de ancho y 17 de alto, que permitió desviar el cauce del río para rescatar las reservas de oro que solían quedarse estancadas en el lodo de la cuenca. De hecho, desde la modificación del curso del Sil, se estima que en Montefurado llegaron a extraerse unas 190 toneladas del preciado botín dorado

Un vistazo al origen del túnel de Montefurado

Vista en detalle del túnel de Montefurado. Foto: Concello de Quiroga

El oro fue el causante de muchas de las colosales obras del Imperio Romano. Sin ir más lejos, el singular caso de Las Médulas es uno de los mayores ejemplos que encontramos en la geografía española: un verdadero desastre ecológico declarado Patrimonio de la Humanidad en el año 1997. Pero volviendo a los límites gallegos, según indican desde el Instituto Geológico y Minero de España (IGME), en Montefurado existen dos depósitos de oro: uno de ellos el que llevó a construir el túnel y otro muy cerca de la aldea del mismo nombre en el cual se utilizó el sistema del ruina montium, también aplicado en ya mencionado entorno de El Bierzo. Dicha técnica consistía en perforar el terreno con galerías horizontales y verticales para provocar una fuerte inundación con el agua traída río arriba y que esta arrastrase las tierras auríferas hasta los lavaderos. De hecho, y aunque su estampa no es tan conocida, en la aldea de Montefurado todavía es posible divisar algunos pináculos de hasta 10 metros de altura que constituyen una buena parte del legado de los romanos en el paisaje de Galicia. 

Sin embargo, en el caso del túnel de Montefurado los ingenieros romanos aplicaron una lógica totalmente distinta a las anteriormente mecnionadas. La idea con la construcción del atajo a través de la roca era poder el hacer crecer o secar el cauce del Sil a su gusto y de este modo recoger a su antojo los sedimentos cargados de oro del entorno. De hecho, esta obra de ingeniería permitía a los antiguos romanos renovar dichos sedimentos una vez aprovechadas las riquezas naturales de la zona, ya fuese tapando la boca del túnel de forma intencionado o con la recuperación del curso natural del Sil durante las épocas de inundaciones. Bajo las aguas del subterráneo se encuentra otro elemento tan importante como el propio corredor de la superficie: un pozo de más de 10 metros en forma de V que facilitaba a los romanos la modificación del cauce natural del meandro. 

El derrumbe de la obra original 

Vista aérea del entorno del túnel. Foto: Concello de Quiroga

En el año 1934 tuvo lugar en Montefurado un grave derrumbamiento en el que se perdieron más de la mitad de los 120 metros de longitud que tenía el túnel en su origen. Si bien es cierto que hoy en día el pasadizado todavía resulta visible, lo cierto es que la estructura actual apenas supera los 50 metros. En la época, aquel desafortunado suceso no sólo acabó con una buena parte del legado romano en Quiroga, sino que los vecinos de la zona vieron como sus campos y tierras fértiles eran asolados sin poder hacer nada por salvarlos. Además, los restos del derrumbe bloquearon el túnel de Montefurado hasta que en el año 1941 pudo volver a abrirse el hueco. A pesar de todo, este enclave natural en Pena do Corvo ha logrado mantener el atractivo geológico y paisajístico previo a su desplome, atrayendo cada año las miradas de curiosos que buscan maravillarse con otro de los grandes hitos de la ingeniería romana en Galicia. 

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