De Galicia al mundo: el origen y evolución del vino con D.O. Rías Baixas

Pocos productos engloban tan bien la idiosincrasia gallega como sus vinos. Son productos con una fuerte raíz en la tradición y que no esconden el orgullo de pertenecer a su tierra. Se trata de productos especiales, que buscan explotar y potenciar el sabor y la calidad de los cultivos autóctonos. Un producto, el vino, que brilla mucho más en buena compañía, algo que no puede “maridar” mejor con el valor que se le ha otorgado siempre a las reuniones entre familiares y amigos en la cultura gallega.

Los amantes del buen comer y, sobre todo, del buen beber están de suerte estas navidades, ya que los vinos gallegos están en uno de sus mejores momentos. Un ejemplo claro son todos aquellos amparados bajo la Denominación de Origen Rías Baixas, que en la última campaña han incrementado en más de un millón de litros sus exportaciones a lo largo y ancho del planeta. Pero todo éxito tiene un origen…

El nacimiento de una leyenda de la gastronomía gallega

Aunque la ciencia ya nos ha demostrado que la tradición vinícola de Galicia tiene cientos de años de evolución, todavía persisten leyendas y diversas teorías sobre el origen de los cultivos de su uva más famosa, la variedad albariño. La más conocida indica que fueron los monjes de Cluny los que llevaron esta variedad de uva única al monasterio de Armenteira (en O Salnés, Pontvedra). Al parecer su cultivo comenzó por obra y gracia de los monjes en el siglo XII y que posteriormente se fue expandiendo desde los cultivos del monasterio a toda Galicia y parte del norte de Portugal. Además de los monjes, otro de los “padres” del albariño es el Río Umia, ya que era en su ribera donde se cultivaban tradicionalmente sus vides.

Sin embargo, existen otras teorías más recientes que apuntan a otros orígenes. Una de ellas indica que el albariño es una uva blanca cuyo origen reside en Centroeuropa y que llegó a nuestras fronteras en las migraciones de los pueblos germanos (suevos y visigodos), casi siete siglos antes que los monjes. Allá por el siglo V se asentaría su cultivo por el noroeste de Galicia (acorde a las fronteras de por la entonces Gallaecia)

Lo que es indudable es que los monjes cistercienses llegaron Galicia, quizás motivados por el camino de Santiago o acompañando a la dinastía de Borgoña, que vino a tierras gallegas durante el siglo XII con motivo de la boda de Raimundo de Borgoña con la reina Urraca. Ellos tienen el mérito de cuidar y potenciar los cultivos asentados en la zona, consiguiendo refinar y producir vinos blancos de gran calidad, que se mantuvieron en manos de las órdenes religiosas hasta la desamortización de Mendizábal, en el año 1798.

A partir de este año, estos cultivos pasarán a ser una importante señal de clase, propia de la nobleza gallega, que no dependía de los cultivos de autoconsumo al encontrarse en una posición económica infinitamente superior a los del agricultor medio. Así es como las uvas blancas como el albariño fueron inundando fincas y campos con su presencia hasta el siglo XX, cuando su cultivo comenzó a “democratizarse”. Durante estos años, los vinos gallegos gozaron una buena época de reconocimiento y fama fuera de nuestras fronteras, lo que hizo que se fueran dando pequeños pasos de gigante hasta los años 80, en los que se puso en vigor la Denominación de Origen de Rías Baixas y su Consejo Regulador.

Una de las Denominaciones de Origen más grandes dentro y fuera de Galicia

En el año 1988, durante los inicios de la D.O., solo constaban tres subzonas reconocidas en la provincia de Pontevedra: Val do Salnés, Condado do Tea y O Rosal. En 1996 y en el año 2000 se incluyeron dos nuevas zonas respectivamente: Soutomaior y la Ribera do Ulla, agrupando un total de 33 ayuntamientos por toda la mitad occidental de Galicia. Estos territorios tienen un rico patrimonio que genera vinos de grandísima calidad, con personalidades diferenciadas y sabores únicos.

La variedad más utilizada en esta zona es la Albariño, aunque existen otro tipo de variedades blancas, como la Treixadura; o tintas, como la Sousón

Los vinos de esta zona se caracterizan por estar elaborados con uvas blancas, teniendo como protagonista a la ya mencionada Albariño, que cubre casi el 95% de la producción. Le acompañan otras variedades blancas como la Loureira blanca, la Caiño branco o la Treixadura. La producción de tintos, aunque menor, cuenta con variedades propias como la Caiño tinto, la Espadeiro, la Loureira tinta y la famosa Sousón. Toda una variedad de matices que triunfan en Galicia y fuera de ella.

En una reciente nota de prensa por parte del Consejo Regulador de la D.O. Rías Baixas, se informa que las ventas internacionales de sus vinos han percibido un crecimiento de un millón de litros exportados (con un aumento de 6,5 millones de euros). Entre los mayores amantes foráneos de nuestros vinos destacan Estados Unidos en el primer puesto, con casi dos millones y medio de litros exportados durante la campaña 2020/2021.  Le siguen Reino Unido, Puerto Rico, Irlanda, Holanda o Canadá, entre otros. Además, se planean nuevas campañas de difusión y promoción en distintos mercados como República Dominicana, algunos países de Europa Central y Oriental y Rusia. 

Un producto único que promete alegrarnos y acompañarnos durante fiestas y que demuestra que la famosa marca Galicia es sinónimo de respeto y amor a la tierra. No es de extrañar que triunfe en mesas de americanos, holandeses y, como no, gallegos.