19 abril, 2022 03:27

Noticias relacionadas

Volodimir Zelenski tiene mucho interés en recibir una visita concreta en Kiev y en hacerlo pronto. Su deseo tiene sentido, porque lanzaría un importante mensaje a la comunidad: el de que el mismísimo presidente de EEUU Joe Biden (79 años), está dispuesto a viajar a la capital de Ucrania para simbolizar algo que lleva expresando desde mucho antes de que empezara la invasión: su total oposición al conflicto y, de paso, a las políticas de su homólogo ruso, Vladímir Putin. 

La Casa Blanca ya ha descartado con rotundidad un viaje del mandatario estadounidense a Kiev, acabando así con el sueño de una imagen sin duda simbólica y poderosa para el pueblo ucraniano. 

Sin embargo, lo que podría parecer una mala noticia quizás no lo sea. Sobre todo, si el Biden que podría potencialmente visitar Ucrania no es un Biden al 100% en el aspecto más clave en estos momentos: el cognitivo. Esto es exactamente lo que puede estar pasando, y no precisamente de forma disimulada. 

El presidente estadounidense, Joe Biden, durante su discurso en el Palacio Real de Varsovia, Polonia, este sábado.

El presidente estadounidense, Joe Biden, durante su discurso en el Palacio Real de Varsovia, Polonia, este sábado. Reuters

Según explica a EL ESPAÑOL | Porfolio Pedro Montero, psiquiatra y experto en memoria y deterioro cognitivo de la Sociedad Española de Geriatría y Gerontología (SEGG) existe una serie de síntomas que señalan un posible deterioro cognitivo que, debido a la edad de Biden, se asociarían en este caso a la demencia senil. Algo distinto al alzhéimer que se caracteriza -y más al inicio- por problemas exclusivos de memoria. Biden, el hombre más poderoso del planeta y, no lo olvidemos, el máximo responsable de la OTAN, podría sufrir de los síntomas de deterioro cognitivo, aunque sería un médico el que tendría que indicarlo. Estos serían los síntomas citados:

  • Dificultad para aprender cosas nuevas
  • Repetir mucho las mismas cosas y preguntas
  • Olvidarse de lo que uno acaba de decir
  • Ser incapaz de seguir el hilo de una conversación o la trama de un episodio
  • Tener despistes frecuentes sobre uno mismo y su entorno
  • No recordar a veces dónde se encuentra uno
  • Perder objetos por la casa y pasar mucho tiempo buscándolos
  • Desorientarse en un lugar conocido
  • No poder salir del barrio o de la zona más próxima a la casa
  • Desorientación temporal, sobre todo desconocer el año o el mes
  • Dificultad progresiva y frecuente para encontrar las palabras adecuadas: "tener la palabra en la punta de la lengua"
  • Abandono de ciertas tareas cotidianas: comprar, cocinar, jugar a las cartas, salir con amigos...
  • No poder controlar la medicación
  • Desinterés por seguir la televisión, la radio, la lectura y otras aficiones que antes tenía
  • Iniciar tendencia al aislamiento 

El pasado jueves, Biden pareció sufrir algunos de estos signos, sobre todo los referidos al despiste, al no recordar dónde se encontraba y a la desorientación. En la Universidad Estatal de North Carolina en Greenboro, Biden (79 años) pronunció un discurso durante 45 minutos. Cuando acabó, giró hacia su derecha y extendió su mano, aparentemente para saludar a alguien. Fue un giro lento y calculado, como si el presidente supiera claramente a quién iba a dirigir su mano. 

El problema es que nadie estaba allí para responder a su gesto y el presidente saludó al aire, delante de las cámaras y de la audiencia. Sus seguidores lo han defendido y han declarado que precisamente lo hizo para agradecer simbólicamente a esa audiencia su apoyo. 

Pero no ha sido la visión mayoritaria. El senador republicano Ted Cruz tuiteó el video del momento acompañado por un emoji de unos enormes ojos abiertos, de sorpresa e incredulidad ante lo que recogieron las cámaras. ¿Se le ha ido la cabeza al que debería ser el hombre de Estado más importante del mundo en este momento

Los rumores sobre el posible deterioro cognitivo de Joe Biden le han acompañado casi desde el principio de su mandato, e incluso antes, desde que se presentó a la carrera por la presidencia. En esta columna del Washington Post se recogían algunos de los muchos despistes cometidos en sus apariciones públicas, desde decir que había sido detenido en Sudáfrica al intentar ir a visitar a Nelson Mandela, a señalar en un debate público que 150 millones de estadounidenses habían muerto por el problema de las armas. 

¿Realidad o 'edadismo'?

Ante las acusaciones de edadismo [el neologismo que se utiliza para hablar de la discriminación por edad avanzada], el autor del texto apuntaba a otro por entonces candidato a presidente estadounidense, Bernie Sanders (80 años), del que nadie cuestionó nunca que tuviera un declive cognitivo. Si se habló del asunto en el segundo mandato de Ronald Reagan, aunque en ese caso directamente se mencionó al alzhéimer. El mandatario tenía entonces 78 años, uno menos que Biden en la actualidad. 

Bernie Sanders

Bernie Sanders

La controvertida primera dama Nancy Reagan con su marido, el presidente Ronald Reagan

La controvertida primera dama Nancy Reagan con su marido, el presidente Ronald Reagan

Pero si bien se lleva mucho tiempo hablando de la posible salud cognitiva del presidente estadounidense de más edad hasta la fecha, el asunto ha tomado especial interés -sobre todo internacional- desde que comenzó la amenaza, posteriormente cumplida, de la invasión de Ucrania por parte de Rusia

En estos meses, las meteduras de pata de Biden se han alternado con unas actuaciones muy bien valoradas por parte de la administración que preside, previamente muy cuestionada tras la decisión de sacar las tropas de Afganistán y dejar el país en manos de los talibanes. 

El propio Biden ha hecho afirmaciones cuestionables en público, pero también ha tenido actuaciones muy valoradas, sobre todo en lo que se refiere al apoyo incondicional al país presidido por Zelenski, que se ha traducido en ayudas económicas importantes. La semana pasada, el presidente aprobó dotar a Kiev con armas que sólo semanas antes se veían como muy arriesgadas -por miedo a una escalada del conflicto-, con un valor de 800 millones de dólares. 

En concreto, incluían 11 Mi-17 helicopters, 18 cañones Howitzer de 155 mm y 300 drones Switchblade. Con esta nueva dotación, las ayudas a Ucrania ascienden ya a 3.000 millones de dólares

Boris Johnson y Volodimir Zelenski posan con la mujer que les ha regalado unos gallos de cerámica.

Boris Johnson y Volodimir Zelenski posan con la mujer que les ha regalado unos gallos de cerámica.

Valorado en Ucrania

También fue muy valorada su visita a finales del pasado mes de marzo a Polonia aunque, al mismo tiempo, fue el escenario de una de las intervenciones públicas más criticadas. El viernes 25 de marzo aterrizó en la ciudad de Rzeszów, a tan sólo 60 kilómetros de la vecina Ucrania. Allí, se reunió con soldados de la 82 División Militar Aerotransportada de las Fuerzas Armadas de Estados Unidos y se fotografió con ellos incluso comiendo pizza, mostrándose en excelente estado de forma. También quedó, por cierto, con el cocinero español José Andrés.

Y su discurso ese día fue razonable. "Estáis en medio de una lucha entre democracias y oligarcas", aseguró a las tropas. "Lo que está en juego ―y no solo en lo que estamos haciendo aquí para tratar de ayudar el pueblo ucraniano y evitar que continúe la masacre―, sino más allá, lo que está en juego es: ¿a qué se va a parecer la libertad de vuestros hijos y nietos? Estáis involucrados en mucho más que simplemente si podéis aliviar el dolor y sufrimiento del pueblo de Ucrania. [...] El mundo no va a ser el mismo ―y no por Ucrania― de aquí a 10 o 15 años en términos de nuestras estructuras organizativas", agregó.

Pero sus asesores ya habían advertido de que el plato fuerte de las intervenciones de Biden sería el discurso del día siguiente, el que pronunciaría el sábado en el Palacio Real de Varsovia. El presidente superó todas las expectativas y, al mismo tiempo, encendió todas las alarmas. 

Biden y Putin en uno de sus encuentros preinvasión.

Biden y Putin en uno de sus encuentros preinvasión.

Joe Biden calificó a su homólogo ruso, Vladímir Putin, de "carnicero" tras su visita a refugiados ucranianos en Polonia y aseguró que no podía "seguir en el poder". Biden también advirtió a Rusia de que, si atacaba a cualquier país perteneciente a la OTAN, Estados Unidos entraría en el conflicto siguiendo las directrices del artículo 5 de defensa colectiva de la alianza atlántica, que es "una obligación sagrada". 

El secretario de Estado de EEUU, Anthony Blinken, tuvo que matizar las palabras al día siguiente y aclarar que su país no buscaba un "cambio de régimen" en Rusia. 

Las otras 'idas de olla'

Además del comentadísimo apretón de manos al aire del pasado jueves, son varias las intervenciones públicas de Biden que han hecho a sus adversarios -y no sólo a ellos- cuestionar la salud cognitiva del presidente de EEUU. 

- En abril de 2021, el presidente pareció muy confundido al ser cuestionado sobre si se iban a mandar vacunas frente a la Covid-19 a India. "¿Puede repetir la pregunta?", le contestó al periodista. "A India. Sabe que están en dificultades", dijo el reportero. "Me voy a meter en líos, ésta es la última pregunta que acepto", zanjó Biden el asunto. 

- En junio de 2021, en una reunión del G7, Biden pidió a Boris Johnson que le presentara al presidente de Sudáfrica, algo que no hubiera tenido mayor importancia si no fuera porque éste ya lo había hecho. 

- El 3 de septiembre de 2021, Biden se reunió con una representación de rabinos con motivo del inicio del Rosh Hashaná, que marca el año nuevo en el calendario judío. Los asistentes observaron con preocupación como, más allá de tratar asuntos generales que pudieran concernir a los convocados, Biden empezó a divagar sobre la boda de su hija, una católica que se casó con un judío. Además, falló al recordar el título del que dijo que era su "himno favorito en las bodas" y dijo que se le había quedado "la mente en blanco". 

- En otra "equivocación" equiparable a la de llamar carnicero a Putin, en octubre de 2021, Biden se pronunció contra la actuación china en Taiwan acabando con la tradicional ambigüedad de EEUU en el asunto. La Casa Blanca tuvo que decir al día siguiente que no había habido un cambio en la política estadounidense en ese asunto, tras las quejas de Pekín. 

- En noviembre del mismo año, durante la firma de un acuerdo con líderes tribales, Biden pareció perdido e incluso por un momento dio la sensación de que no sabía si iba a firmar o no. 

- El 6 de abril de 2022, en una recepción en la Casa Blanca a la que invitó al expresidente Obama, también pareció desorientado y confuso. 

La salud cognitiva del presidente de EEUU preocupa ahora más que nunca, al vivirse un momento en el que el país y su líder han de mostrarse especialmente fuertes y poderosos frente al mundo. No es la primera vez; los republicanos ya se preguntaron en su día si Franklin Roosevelt estaba capacitado para negociar el fin de la II Guerra Mundial en Yalta; los demócratas cuestionaron la salud mental de Richard Nixon cuando el escándalo del Watergate y se especuló con un posible alzhéimer de Ronald Reagan al final de su segundo mandato. Finalmente, aunque se supo después, el expresidente padecía la enfermedad. 

Nadie se ha atrevido, no obstante, a nombrar el alzhéimer en el caso de Biden, pero los republicanos han pedido públicamente que se le efectúe una prueba para medir su salud cognitiva.

A pesar de que todos los años Biden se somete a un examen médico, no se ha practicado ninguna prueba específica para medir un posible deterioro en este sentido, como sí hizo Trump en dos ocasiones durante su mandato. Esta es un arma que el expresidente estadounidense podría utilizar a la hora de presentarse a la reelección en 2024, algo que ya ha anunciado que no descarta y que, de ser así, anunciaría este mismo año.  

Una página del test al que se sometió Trump

Una página del test al que se sometió Trump

La salud general de Biden se calificó como buena en noviembre de 2021, fecha de su último chequeo. Pero, aunque incluyó pruebas neurológicas, el presidente no se sometió a pruebas específicas para evaluar su salud cognitiva. En 2018, Donald Trump pasó con brillantez una prueba denominada Test de Evaluación Cognitiva de Montreal.  

Biden no ha accedido a hacerlo, a pesar de que su salud no siempre ha sido de hierro. Un reciente libro de memorias de la primera dama de EEUU, Jill Biden, recordaba cómo el mandatario sufrió un aneurisma cerebral con 45 años y desvelaba cómo su mujer no parecía estar dispuesta a aceptar que no fuera a curarse. "¡Mi marido no se va a morir!" gritaba, como así fue. 

En estas memorias, se desvela otro dato preocupante a la luz de los acontecimientos actuales: que Biden ignoró en aquel momento todos los síntomas de la enfermedad y se automedicó con paracetamol para evitar los dolores de cabeza que le estaba provocando el aneurisma. 

El exmédico de la Casa Blanca Ronny Jackson

El exmédico de la Casa Blanca Ronny Jackson

El posible declive cognitivo de Biden no sólo es vox populi en EEUU, sino que es algo que ya ocupa la esfera política. Varios senadores republicanos han pedido públicamente que sea revisado por expertos y el antiguo médico personal de Trump en la Casa Blanca, el actual congresista republicano Ronny Jackson, ha ido más allá. 

"No pretendo hacer un diagnóstico, pero creo que el mundo al completo está viendo como Biden lucha contra su deterioro cognitivo", dijo Jackson hace apenas dos semanas. El político apuntó a que, en este momento -refiriéndose a la invasión ucraniana- el tema se había convertido en un asunto "de seguridad nacional", en un momento en el que se requiere a un presidente estadounidense "más en forma que nunca".

Por el momento, Biden no ha dicho que vaya a hacer caso a ninguna de las peticiones.