
Detalle de la portada del libro 'El monstruo español'.
‘El monstruo español’, la desconocida historia de cómo Franco permitió la forja de un dictador en Guinea
El periodista Antonio Caño publica el libro en el que saca a la luz los terribles crímenes cometidos por Francisco Macías, presidente guineano.
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Imaginen esta escena: Francisco Macías, el presidente de Guinea Ecuatorial, se enfrenta cara a cara con Atanasio Ndongo, su ministro de Asuntos Exteriores y el hombre que quiere arrebatarle el poder tras un historial de enfrentamiento enconado entre ambos. Están en una sala del Palacio Nacional, con un puñado de soldados como únicos testigos.
En un momento dado, Atanasio sale despedido por la ventana del primer piso del edificio. Su cuerpo se estrella contra el suelo. Macías baja y camina lentamente hacia él, toma una cámara fotográfica e inmortaliza su sufrimiento. Clic, clic, clic. Después, permite que sus hombres rematen al doliente, y da por concluido el golpe. A partir de entonces, ese se convierte en "el esquema de represión aplicado de forma constante: denuncia de un golpe de Estado, casi siempre ficticio, y posterior arresto y asesinato de los autores y cómplices”.
Es así como lo sintetiza el periodista y exdirector del diario El País Antonio Caño en El monstruo español (La Esfera de los Libros), un libro revelador y necesario. En él cuenta cómo un hombre, Francisco Macías, cometió todos los desmanes imaginables e inimaginables con el silencio consentidor del tardofranquismo y de los españoles.

Portada del libro 'El monstruo español', de Antonio Caño.
"Nunca ha habido una investigación solvente, pero Macías no mató menos de 40 o 50 mil personas, y envió al exilio a más de 150 mil, diezmó a la población literalmente, y en proporción su matanza es mayor que la de cualquier otro dictador africano. Aunque solo fuera por el tamaño del drama, sería lógico que los españoles tuvieran algún conocimiento sobre el asunto", comenta el autor en conversación con EL ESPAÑOL.
Precisamente ese desconocimiento ha sido el motor que le ha impulsado a contar esta historia con la que entró en contacto siendo un bisoño reportero, en su primera cobertura para la agencia Efe: "Allí había un grupo de periodistas muy notables, Manu Leguineche entre ellos, y yo era más joven que ellos… Fueron varios meses en unas condiciones penosas, sufrí, pero me forjó como reportero de batalla”, recuerda.
De cómo España abandonó a Guinea
Fue el 12 de octubre de 1968 cuando Francisco Macías Nguema, hijo de un respetado brujo fang del clan de los Esangui y criado a su muerte por colonos españoles que lo pusieron a sus órdenes, se puso al frente de Guinea Ecuatorial. Había sido elegido democráticamente en unas elecciones organizadas y permitidas por la dictadura española para conceder la independencia a la que había sido su colonia desde 1778. La decisión se tomó porque España ansiaba, en aquel momento y por encima de todo, ser bien vista por la comunidad internacional.
Poco después, Macías rompió con España por un incidente de banderas: el cónsul español en Basta, Jaime Abrisqueta, izó la bandera en tres edificios bajo su control. En uno de ellos, el edificio de la cancillería del consulado, no era lo habitual, y eso desató la ira del presidente, que prendió la mecha de una crisis internacional gravísima incitando a una batida indiscriminada para expulsar a todos los españoles del país. Impuso el estado de excepción y el caos comenzó a reinar durante décadas en Guinea.

"España podía haber hecho que saliera elegido quien quisiera a través de unas elecciones fraudulentas, y eso es lo que uno espera de la naturaleza del régimen español de la época", reflexiona Caño, "o haber abortado las elecciones e intervenido militarmente, una vez que salió justamente el que menos quería y se les fue de las manos.
Pero no lo hizo, y la explicación es que estaba obsesionada en ese momento con su reconocimiento internacional, y sobre todo con el de Naciones Unidas. Era prioritario que el régimen franquista se viera como legal y fuera reconocido internacionalmente. Franco estaba haciendo el giro hacia el reformismo, y no entraba en sus planes hacer un golpe en África que mereciera la desaprobación internacional".
Además, dentro del propio gobierno la brecha entre conservadores y liberales aumentaba aquellos días: "A Carrero la independencia guineana le parecía un riesgo enorme, y no había un movimiento de liberación poderoso por el que viera la necesidad de permitirla. Pero, una vez proclamada, intervenir militarmente ya era otra cosa. Creo que el propio ejército español, de por sí perezoso para esos líos, no estaba muy por la labor", asevera el autor.
"Nadie en Madrid se tomó el tiempo y el esfuerzo necesarios para formar al mejor presidente posible para su territorio por independizar, aunque fuera con la vista puesta, de forma egoísta, en la defensa de los intereses españoles", escribe Caño, de forma que el abogado español Antonio García-Trevijano terminó siendo el asesor de Macías, quien le recomendó virar hacia el nacionalismo guineano, rompiendo lazos con el régimen franquista, bajo el que había desarrollado toda su carrera y al que siempre había rendido pleitesía.
De este modo, Franco simplemente permitió la terrible deriva guineana, que se perpetúa hoy día bajo el mando de Teodoro Obiang Nguema: "El actual presidente es sobrino de Macías y fue muy cercano a él durante su dictadura. Es su sucesión: de la misma familia, del mismo clan y lugar de origen, y con el mismo sentido del poder. La corrupción de uno es muy primitiva, de guardarse el dinero en la bañera de su casa, y la del actual es mucho más sofisticada, en fondos de inversión y apartamentos en Manhattan. Pero en el fondo es el mismo concepto de que quien tiene el poder se queda todo", reflexiona Caño.
La izquierda española también formó parte de esta particular omertá que ha motivado que Macías sea raramente conocido entre los ciudadanos españoles por debajo del medio siglo de edad: "Macías había sido formalmente aliado del bloque socialista y su asesor fue García-Trevijano, un hombre de izquierdas, así que en la izquierda también se guardó silencio pese a las brutales violaciones de derechos humanos que se han acabado conociendo". Guinea Ecuatorial fue calificada como Materia Reservada desde el año 71 y hasta octubre del 76. Después, España se puso a asuntos que consideraba más urgentes, con una regeneración democrática por hacer. Unos por otros, la devastación en la excolonia española no ha encontrado un freno hasta el presente.
El abusado, abusador
¿El sátrapa nace o se hace? Ese es uno de los interrogantes que vuelven más atractiva la lectura de El monstruo español. Macías estuvo a punto de no salir adelante como consecuencia de la tuberculosis que sufrió en su infancia, así como del desprecio y malos tratos sufridos a manos de sus crueles hermanos mayores. Después creció humillado por los colonos blancos, como él mismo reconoció, limpiando sus letrinas en numerosas ocasiones.
Y sufrió una infidelidad deshonrosa por parte de su esposa, que se encamó también con un blanco en un episodio particularmente fascinante que relata Caño profusamente en El monstruo español. Tosco en sus formas, Macías fue escasamente formado, no hablaba idiomas, y no destacó en ningún otro talento que no fuera el de acomodarse a la situación más favorable para su beneficio.
Todo cuanto vivió forjó su terrible carácter: "Esas experiencias las fue almacenando en un cerebro problemático y torturado, probablemente loco (o él se creía loco, porque no dejó de visitar a psiquiatras como López Ibor). No sé si tenía de verdad una enfermedad mental, pero que él lo creyese ya es una patología. Tenía un comportamiento bipolar: alternaba episodios de extrema frialdad con otros de gran agresividad. Es la psicología de un psicópata: el cálculo muy frío para llevar a cabo una actuación muy bárbara", dice el periodista durante la entrevista con EL ESPAÑOL. Los referentes que tuvo, en plenos años 60 -Hitler, Franco-, tampoco ayudaron a la contención del personaje.

Antonio Caño.
De hecho fue Franco el único por quien sintió un respeto soberano, incluso habiéndose emancipado de su régimen, tal como declaró en discursos y escritos de la época. ¿Por qué? "Estamos hablando de alguien que había sido un boy (un criado) de los españoles, educado en un colegio de la administración colonial, y cuya carrera se forja a la sombra de la colonia. Luego las circunstancias y los consejos de Trevijano le aconsejan tomar otro rumbo para adoptar otro perfil político, y ahí siente que tiene que hacerlo, pero le cuesta. En sus primeras intervenciones como presidente independiente sigue mostrando respeto hacia Franco. Pero Franco, personaje frío y distante, nunca correspondió a ese afecto. Y eso él no lo tomaba como una descortesía, lo consideraba lo lógico porque se sentía en un rango inferior".
Para terminar el redondeo del personaje, Caño cuenta cómo cree que amó a la que fue su segunda y última mujer, que lo acompañaría hasta la muerte. Los ojos verdes, enmarcados en la racialidad de su rostro, lo embargaron y transigió incluso con darle sus apellidos a los hijos que ella tuvo antes de conocerlo y casarse con él: "Tratándose de un caudillo que dijo haber nacido el 1 de enero porque el año nació con él, podría haber renunciado a los hijos que Mónica llevó al matrimonio, pero creo que sentía amor por ella, protección o amparo. El hecho de que la tuviera a su lado todo el tiempo es llamativo, lo normal es que se hubiera divorciado varias veces. Ella debía de ser muy guapa, era negra con ojos verdes, y con un carácter capaz de domesticar a la fiera que era Macías".
Aunque novelesco, el personaje de Macías fue real, como reales son otros personajes despóticos y absolutistas contemporáneos que, si bien no exhiben modos tan primitivos, "entienden la política como un acto de fuerza", como concluye Antonio Caño en esta entrevista. Pensamos en Trump. Pensamos en Putin. Piensen en quienes ustedes quieran. Por ello también se arrancó el autor a emprender esta aventura. El narrador al que le traspasa el peso del relato lo dice así en un momento dado: "Lo cuento con el propósito de ponernos como hombres y mujeres libres ante el espejo de lo ocurrido hace muchos años en ese olvidado rincón de África para saber de qué podemos ser capaces en cualquier otro lugar y en cualquier otro tiempo".