Santos Cerdán, al salir de prisión.

Santos Cerdán, al salir de prisión. EFE

Tribunas

El castillo de naipes de la 'contrapericial' de Santos Cerdán

En Derecho, y en el periodismo serio, la pregunta no es “¿podría haber pasado?”, sino “¿hay pruebas de que haya pasado?”.

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Hace unos días me llegó un documento que nació para ser público. La famosa contrapericial de Santos Cerdán en el caso Koldo.

Lo leí con la calma, como un buen libro, sin prisas, pero sin pausa.

Y al terminarlo, me quedó una sensación incómoda, familiar para cualquiera que lleve años buceando en informes y fuentes.

No era la revelación explosiva que algunos pregonaban. Era, más bien, un decorado de sospechas. Un castillo de naipes construido con un “podría ser” y un “no se puede descartar”, pero sin una sola columna que lo sostenga en el terreno firme de la evidencia.

Y la prensa cayó en su trampa. Titulares sesgados escritos por periodistas que sólo entienden del informe lo que ellos quieren que entiendan, porque fue creado para eso.

Como perito que ha vivido desde primera línea innumerables batallas judiciales y mediáticas, he aprendido a distinguir entre golpe de efecto y golpe de gracia.

El ex secretario de Organización del PSOE Santos Cerdán saliendo del Juzgado de Primera Instancia de Tafalla.

El ex secretario de Organización del PSOE Santos Cerdán saliendo del Juzgado de Primera Instancia de Tafalla. Villar López Efe

Y lo que tenemos aquí es, claramente, lo primero.

El documento se autodenomina análisis de valoración técnico pericial (metapericial).

Traduzcamos esto al castellano llano: no han analizado el móvil, ni el ordenador, ni los sistemas originales. Han opinado sobre el trabajo de la Guardia Civil.

Y lo que es más revelador. En sus propias páginas admiten que es un preinforme, que no han tenido acceso a los volcados originales y que carecen de la documentación completa.

Es como si me pidieran que desmontara una investigación de eldiario.es dándome sólo cuatro titulares recortados. Se puede opinar, sí, pero con humildad.

Uno de los puntos que más me llamó la atención, como lego en tecnicismos, pero ducho en desmontar relatos, es el tema del hash. Lo repiten hasta la saciedad: “no hay hash”.

El hash es el DNI del archivo, lo que te dice si ha sido manipulado. La cadena de custodia básica.

Pues bien, los informes de la Guardia Civil sí lo mencionan. La contrapericial, sin embargo, afirma que no existen o que son insuficientes.

Se puede entender que no hayan tenido acceso a toda la información. Pero afirmar categóricamente que algo no existe sin haber agotado las vías para comprobarlo es, como mínimo, temerario.

Es en la construcción de escenarios alternativos donde el documento alcanza su máxima tensión dramática, pero también su mínima solidez probatoria.

Hablan de restauraciones desde copias de seguridad, de sincronizaciones en la nube, de la sombra alargada de un posible software espía como Pegasus…

Técnicamente, son supuestos posibles en cualquier smartphone.

Pero en Derecho y en el periodismo serio la pregunta no es “¿podría haber pasado?”, sino “¿hay pruebas de que haya pasado?”.

Y aquí, los propios autores reconocen que no tienen los registros del sistema, ni las bases de datos internas, ni los ficheros de diagnóstico.

Sin eso, sus hipótesis son fuegos de artificio. Brillan un instante y se apagan en la oscuridad de la no evidencia. Es el “no puedo descartar que haya fantasmas” en lugar de “aquí está la huella del fantasma”.

Santos Cerdán a la llegada a su domicilio en Milagro.

Santos Cerdán a la llegada a su domicilio en Milagro. EFE

De hecho, se me ocurren múltiples escenarios bajo las premisas que plantean, dignos de una novela de ciencia ficción (o de una tertulia nocturna).

Por ejemplo:

No se puede demostrar que los audios no hayan sido creados por la UCO, por terceras personas interesadas o, puestos a rizar el rizo, por seres intergalácticos con un máster en ingeniería informática.

Tampoco sería posible descartar que los audios surgieran en una dimensión paralela tras un desafortunado cruce cuántico, y que hayan aparecido en nuestro universo por arte de magia tecnológica.

"Su conclusión es 'yo no puedo afirmarlo', no 'lo que otros han afirmado es falso'. Es un matiz crucial que se pierde en la vorágine del titular facilón"

En definitiva, si seguimos el hilo, podríamos incluir hasta la posibilidad de un agujero de gusano informático. Pero, como profesional, prefiero ceñirme a lo verificable. En una pericial seria, la evidencia debe pisar tierra firme, no orbitar en el espacio de la especulación.

Y luego está el contenido, el corazón del asunto: las voces.

La contrapericial hace un análisis biométrico y concluye que, con su método, no pueden identificar concluyentemente al interlocutor. Vale.

Pero de ahí a insinuar que no son ellos hay un trecho inmenso.

Su conclusión es “yo no puedo afirmarlo”, no “lo que otros han afirmado es falso”. Es un matiz crucial que se pierde en la vorágine del titular facilón.

En las entrevistas que me han hecho, cuando alguien esquivaba una respuesta con una teoría, yo insistía: “¿Sí o no?”. Aquí la respuesta parece ser un “no sé”, vestido con un traje de “quizás”.

La Guardia Civil, con todos los defectos que se le quieran atribuir, ha trabajado sobre la evidencia primaria: los dispositivos, los volcados, la cadena de custodia.

Pero esta contrapericial trabaja sobre papeles de otros, con material incompleto y no aporta ni una sola evidencia directa de manipulación, corte o edición. No desmonta el informe oficial, lo rodea de un mar de dudas teóricas.

"El análisis biométrico de las voces es un aspecto aparte y posterior al de la integridad técnica de los archivos"

Y en un Estado de derecho, una duda razonable se resuelve en un juzgado, con pruebas, no en la plaza pública con especulaciones.

Lo verdaderamente importante, y a menudo olvidado en el debate público, es que la Guardia Civil ha realizado un análisis directo sobre el dispositivo móvil en el que se encuentran los audios cuestionados.

Cuando se constata que los registros del sistema, la aplicación utilizada, la base de datos y los propios archivos de audio coinciden y presentan integridad, se puede asegurar que estos archivos digitales no han sido alterados ni manipulados.

Así, la garantía sobre la autenticidad de los audios reside en la consistencia de todo el entorno digital, dejando claro que el análisis biométrico de las voces es un aspecto aparte y posterior al de la integridad técnica de los archivos.

El informe no es reproducible porque los peritos no han tenido acceso a la información necesaria, motivo por el cual la solicitan.

Es fundamental que la prensa comprenda que no se trata de un peritaje informático, sino de un informe de valoración que cuestiona la prueba y solicita los vestigios para poder analizarlos posteriormente.

La parte más técnica del informe es el análisis de las versiones de IOS que no corresponden con las fechas:

“Otro aspecto para destacar de los datos del informe del SECRIM es la presencia simultánea de firmas correspondientes a dos versiones distintas del sistema operativo (iOS 12.2 e iOS 13.1.2), eso constituye, probablemente, el indicio más contundente. Ninguna grabación nativa de Voice Memos puede contener simultáneamente huellas de dos sistemas operativos incompatibles técnicamente y por ende es totalmente imposible que la app por sí sola contenga una doble huella de SO”.

El escenario más probable es la restauración desde una copia de seguridad en iCloud o iTunes. Este es el argumento técnico más sólido para explicar la coexistencia de versiones sin manipulación deliberada del audio.

Pueden hacer la prueba.

Es decir, la primera versión corresponde con la creación y la segunda cuando se descarga. Otra posibilidad es que IOS esté programado para ir actualizando los metadatos del sistema según se vaya actualizando.

Como ciudadanos, debemos valorar el análisis riguroso de pruebas en un juicio. Lo que hemos visto es desinformación amplificada por medios que priorizan el escándalo sobre la contextualización precisa.

Si escuchas que “los audios están en duda”, pregunta si se ha manipulado la evidencia, si hay pruebas concretas o sólo suposiciones, y si corrigen errores o generan sospechas infundadas.

Las respuestas aclaran el panorama. Tanto en justicia como en periodismo, la evidencia debe pesar más que las hipótesis, pues de lo contrario, se deterioran nuestros principios básicos.

*** Jorge Coronado es perito informático.