Javier Tebas. Europa Press
Javier Tebas, el Caudillo de la Liga: una, grande y censurada
Son los clubes quienes eligen al censor Javier Tebas y quienes pueden destituirlo, si quieren. Y son los aficionados quienes deben exigir a sus dirigentes que lo hagan.
Javier Tebas ya no dirige sólo una competición: dirige su relato.
Vivimos tiempos extraños. Tiempos en los que la censura ya no lleva uniforme ni emite bandos. Simplemente corta la señal o manipula lo que emite con rótulos que elaboran un relato.
Eso hizo LaLiga el pasado fin de semana, bajo la batuta de su presidente, Javier Tebas Medrano, cuando los futbolistas (todos, en todos los estadios) decidieron detenerse unos segundos como protesta contra el disparate del Plan Miami, ese intento de trasladar un partido oficial, Villarreal-Barcelona, al otro lado del Atlántico.
Lo que se vio (o mejor dicho, lo que no se vio) fue una clase magistral de manipulación audiovisual.
Primero, el apagón. Ni un plano de los jugadores inmóviles, ni un solo micrófono que recogiera los cánticos que atronaban en todos los estadios (ese clamor de “¡Tebas, vete ya!” que LaLiga convirtió en silencio digital).
Después, la versión corregida y adoctrinada. Sobre el gesto de protesta, un rótulo celestial (“Compromiso por la paz”) que pretendía blanquear la disidencia.
Los jugadores de Barça y Girona no han jugado los primeros 10 segundos para protestar por el partido en Miami.
— Albert Ortega (@AlbertOrtegaES1) October 18, 2025
Este ha sido el plano que ha enseñado LaLiga. Sigue la censura televisiva. pic.twitter.com/GHpPrQhTSo
Una censura doble. La del látigo y la del perfume.
En la Roma republicana existía el censor, un magistrado que velaba por la moral pública y castigaba los vicios.
Veintidós siglos después, LaLiga ha resucitado la figura. Y tiene nombre y apellidos: Javier Tebas Medrano. El nuevo censor ya no pasa lista de ciudadanos, sino de planos. No examina conductas, sino cámaras. Decide qué imagen es “aptable” y cuál debe ser borrada.
Primero, la censura total. La protesta de los jugadores se volatilizó del mapa, como si nunca hubiera existido.
"Un viejo truco del poder autoritario: cuando no puedes eliminar la verdad, la maquillas hasta que deja de reconocerse"
Después, la censura sibilina, aún más repugnante. Permitir la imagen, pero vaciarla de sentido.
Un viejo truco del poder autoritario: cuando no puedes eliminar la verdad, la maquillas hasta que deja de reconocerse.
Eso no es comunicación: es manipulación. Y en el siglo XXI, manipular es la forma más cobarde y más moderna de censurar.
No es la primera vez. En 2022 se destapó un documento interno de LaLiga que obligaba a periodistas y jugadores a someter sus entrevistas a un control previo. El llamado “protocolo de entrevistas” imponía qué preguntas podían hacerse y cuáles estaban prohibidas. Nada sobre arbitrajes, críticas institucionales o cuestiones disciplinarias.
El texto, presentado como una Guía de buenas prácticas, suponía en realidad un mecanismo de censura previa, contrario a los principios más elementales del periodismo libre.
La CNMC advirtió entonces de que ese control atentaba contra la libertad informativa y el pluralismo. Era una señal temprana de lo que hoy se ha consumado. Un sistema de comunicación cerrado, diseñado no para informar, sino para proteger al dirigente.
Para protegerse él. Javier Tebas Medrano.
Porque Tebas no se conforma con gestionar el fútbol. Pretende administrar también la palabra y la verdad, que sólo puede ser la suya.
Antes de que se produjeran los parones, LaLiga envió mensajes “preventivos” a los capitanes. Les habló de “consecuencias indeseadas”. Un eufemismo de manual para intimidar sin dejar huella. No era una recomendación: era una amenaza.
Tebas no se conformó con censurar imágenes. Quiso amordazar conciencias. Porque el fondo del asunto no era Miami, ni el negocio, ni la retransmisión. Era el derecho de los jugadores (de cualquier trabajador) a disentir públicamente.
Y eso, en cualquier Estado de Derecho, se llama libertad de expresión.
Las amenazas ya han tomado cuerpo. Según informó COPE, LaLiga ha enviado una carta a la Asociación de Futbolistas Españoles (AFE) en la que advierte de que emprenderá “medidas legales” contra los jugadores una vez se realice una “valoración cuantitativa de los daños derivados” del parón de protesta.
La intimidación ya no se disfraza de eufemismo. Se formaliza por escrito. El mismo poder que censuró las imágenes pretende ahora convertir el disenso en un “perjuicio económico” y la libertad de expresión en una “responsabilidad civil”.
Un paso más en la deriva autoritaria de Javier Tebas, que no tolera que nadie (ni futbolistas, ni sindicatos, ni medios) cuestione su relato.
"Hoy ya no se censuran cuadros, se censuran gestos. Ya no se queman libros, se apagan cámaras y micrófonos"
La censura siempre ha tenido el mismo ADN. Miedo al pensamiento libre. Desde los lienzos tapados por la Inquisición hasta el “arte degenerado” de Goebbels, pasando por los genitales cubiertos en la Sixtina, el poder ha intentado siempre borrar lo que le incomoda.
LaLiga de Javier Tebas ha importado esa vieja lógica al fútbol moderno. La de sustituir la realidad por su versión desinfectada, inofensiva, domesticada.
La diferencia es que hoy ya no se censuran cuadros, se censuran gestos. Ya no se queman libros, se apagan cámaras y micrófonos. O se emiten planos cenitales con mensajes que nada tienen que ver con la protesta, con el único propósito de desinformar.
Por primera vez, los periodistas se han levantado de forma unánime contra una barbaridad que supera cualquier línea roja. El veterano Tomás Roncero calificó la maniobra de “vergonzosa y autoritaria”.
Juanma Rodríguez fue más lejos: “Tebas ha perdido el juicio”.
Y Siro López, con la contundencia que da la experiencia, sentenció: “Esto no es fútbol, es manipulación pura. Ha perdido la cabeza”.
El parón fue unánime. En el Coliseum, en el Tartiere, en el Luis Companys, en el Sánchez-Pizjuán… En todos los campos de España, los futbolistas repitieron el gesto.
Y en todos, los gritos de “¡Tebas, vete ya!” acompañaron la protesta con una fuerza que ningún micrófono quiso recoger.
RIDÍCULO que @LaLiga pretenda que no se vea en la tele el parón de los jugadores.
— Rafa Fernandez (@rafafdezOCR) October 17, 2025
Esa pretensión de patriarquismo del fútbol se les acabará volviendo en contra porque los futbolistas están cada vez más unidos y conocen su fuerza.
Sin ellos no se juega https://t.co/qdPpClfy4K pic.twitter.com/6Vd3WdnDYV
LaLiga no sólo intentó ocultar la imagen, también quiso borrar el sonido. Censuró la banda sonora de un país entero harto de la manipulación. Hartos del censor. Hartos de Javier Tebas.
Aun así, todos lo entendieron. Porque cuando una grada grita y la televisión calla, el silencio ya no pertenece al poder, sino a la prueba. Y esa unanimidad espontánea (jugadores y afición al unísono) es lo que más aterra al censor. La conciencia compartida.
Javier Tebas ha confundido el negocio con la apropiación del mensaje. Cree que porque LaLiga produce la señal (de forma ilegítima, según la CNMC) puede producir también la verdad. Su verdad.
Pero la verdad no se fabrica, se muestra. Y si no se muestra, lo que queda es propaganda.
El fútbol es, por definición, el territorio de la libertad popular. Cuando los futbolistas se detienen, el poder tiembla. Tebas quiso borrar un gesto de dignidad y terminó revelando su verdadero retrato. El del dirigente que prefiere el silencio a la crítica, el plano aéreo al rostro humano, la propaganda al debate.
Decía un viejo censor romano que “la moral del pueblo se protege castigando sus vicios”.
Hoy el vicio es la independencia, y quien castiga es Javier Tebas.
Pero algo ha cambiado. Por primera vez, el pueblo (jugadores, periodistas y aficionados) no calla. Y cuando la censura provoca más ruido que la protesta, el censor ya ha perdido.
Javier Tebas, presidente de LaLiga, en un acto oficial.
La UNESCO lo repite desde hace décadas. Sin libertad de expresión no hay democracia posible.
El acceso a una información veraz es una cuestión de salud cívica, de supervivencia democrática. La censura y la desinformación son dos caras del mismo veneno. Una impide conocer, la otra obliga a creer.
Javier Tebas ha hecho de ambas un método de gestión.
Donde debería haber transparencia, instala miedo. Donde debería haber debate, impone dogma. Confunde comunicar con controlar, y la verdad con su versión editada.
Y mientras siga creyendo que dirigir LaLiga le otorga el derecho a decidir qué puede verse y qué debe callarse, el fútbol español vivirá bajo un régimen audiovisual de excepción.
Todo esto, mientras los clubes lo consientan y los aficionados lo toleren. Son los clubes quienes eligen a Javier Tebas y quienes pueden destituirlo, si quieren. Y son los aficionados quienes deben exigir a sus dirigentes que lo hagan.
Porque, en el fondo, todo censor sobrevive mientras el silencio le sirva de cómplice. El día que el fútbol deje de callar, Javier Tebas dejará de mandar.
Y el fútbol, al fin, será libre.
*** Miguel García Caba es profesor de Derecho Administrativo y académico correspondiente de la Real Academia de Jurisprudencia y Legislación.