Un helicóptero lucha contra el fuego.
Los reproches no apagan incendios
El fuego no entiende de competencias, ni de confrontaciones políticas, ni mucho menos de fronteras entre comunidades autónomas.
Las competencias en materia de incendios son, sí, de las comunidades autónomas.
Pero la administración central del Estado creó en octubre de 2005 la UME, la Unidad Militar de Emergencias, siendo ministro de Defensa José Bono.
La UME pretendía responder a incendios como el de Guadalajara de ese mismo año, en Riba de Saelices, donde fallecieron nueve bomberos forestales y dos agentes medioambientales.
La UME, adscrita a Defensa, pretendía dotar a la administración central de una unidad militar con experiencia en gestión de emergencias y catástrofes graves.
Todo esto se hizo con la oposición del Partido Popular, que llegó a asegurar que dicha unidad militar tenía “dudoso encaje en el artículo 8 de nuestra Constitución”. Luego, el PP añadió que su creación supondría “una segregación permanente de una parte de las Fuerzas Armadas”.
Ahora, la UME ha pasado a ser una de las unidades de intervención con mayor prestigio de España. Casi nadie recuerda ya su negativa, pero el PP sigue sin pedir disculpas por lo que, evidentemente, fue un claro error político.
Efectivos de la UME en el incendio de Jarilla. Europa Press
En la situación actual, la administración general del Estado debería haber asumido el control de la lucha contra los incendios porque estos han afectado a todo el oeste español, que abarca cuatro comunidades: Galicia, Asturias, Castilla y León y Extremadura.
Afortunadamente, Cantabria parece haberse salvado de la catástrofe.
Existe la sensación de que a muchos presidentes autonómicos sólo les interesan las competencias para hacerse fotos con camiones de bomberos, helicópteros y etcétera, aunque luego parecen huir de la gestión de esas catástrofes.
La coordinación de los esfuerzos parece fundamental en estos casos. Pero a la vista de los acontecimientos, no parece que esa haya sido la prioridad de muchos.
"La solución no pasa por afirmar que el problema es el cambio climático o la falta de población pues, aunque estos forman parte del cóctel, no son los únicos elementos"
Antes de los reproches, lo primero es solucionar el problema. Después, se debe analizar dónde se ha fallado y quién tiene la responsabilidad. Finalmente, debe definirse una estrategia que impida situaciones similares en el futuro.
En algún momento habrá que plantear un modelo de gestión de catástrofes, especialmente de incendios y riadas, que se sitúe por encima de las competencias autonómicas y que recaiga en un organismo interinstitucional que se rija por la técnica y la experiencia. Porque ni el fuego ni el agua entienden de fronteras territoriales ni de competencias.
Deberíamos utilizar la experiencia para resolver los problemas. Y el fuego es uno de los mayores que tenemos.
La solución no pasa por afirmar que el problema es el cambio climático o la falta de población pues, aunque estos forman parte del cóctel, no son los únicos elementos.
El mantenimiento del monte se hace todo el año y los modelos de urbanización son importantes. No sólo para generar suelo urbanizable, sino también para defendernos del fuego y del agua.
El territorio es la base de nuestra estructura social y económica. Y por eso hay que cuidarlo, defenderlo y evitar maltratarlo. Protegiendo el territorio, nos protegemos todos.
Este desastre nos apela a todos. Posiblemente, la falta de conciencia sobre los incendios la hemos labrado entre todos. Y especialmente aquellos que disfrutamos de esos entornos. Un ejemplo paradigmático es el de Las Médulas de León, en el Bierzo.
Muchas veces abusamos de esos parajes sin pararnos a reflexionar sobre el uso correcto de los mismos.
Un trabajador del servicio de extinción de incendios trabajando en un fuego en la provincia de Salamanca, el pasado 15 de agosto. ICAL
Quienes ocupan los despachos donde se toman las decisiones también deben aprender que no todo es literatura y planteamientos teóricos. La práctica y la experiencia deben servir para algo.
Por eso, estoy seguro de que los asesores que han trabajado en el ámbito rural, especialmente en la agricultura y la ganadería, junto con los alcaldes de los municipios que han sufrido el problema y que han estado al frente de la respuesta (la mayoría sin retribución), podrían aportar buenas soluciones.
Una última consideración. En los años en los que el patrimonio del Ayuntamiento de Madrid dependía de mí (1984-1988), teníamos un rebaño de mil ovejas en la Casa de Campo de Madrid. Los bomberos me dijeron que ellas eran su mejor aliado contra el fuego.
A la vista está que los reproches no apagan incendios.
Esperemos que los argumentos prevalezcan sobre los reproches, y que un acuerdo de Estado evite este tipo de catástrofes en el futuro.
*** José María de la Riva Ámez es profesor de Geografía, máster en Planificación y Desarrollo Territorial Sostenible, y exconcejal del PSOE en el Ayuntamiento de Madrid.