Pedro Sánchez, apartado del resto de líderes durante la foto de familia de la cumbre de la OTAN

Pedro Sánchez, apartado del resto de líderes durante la foto de familia de la cumbre de la OTAN Reuters

Tribunas

Sánchez, voz discordante pero pluma obediente en la OTAN

La teatrera actuación de Sánchez en la cumbre de la OTAN sólo sirvió para aislar a España un poco más de sus aliados más cercanos y para reforzar la visión rusa de la fragmentación de la alianza.

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Llevamos ya un tiempo hablando de la inquietante deriva que estaba tomando la actitud del presidente del Gobierno de España en relación al acordado proceso de rearme y refuerzo de la seguridad y defensa europeas tras la invasión rusa de Ucrania, y la nueva y peligrosa situación de seguridad generada en el Viejo Continente.

Ha protagonizado polémicas recientes como su reiterada crítica al uso del término "rearme", ampliamente aceptado en círculos aliados, cautivo de unos socios de Gobierno absolutamente antiatlantistas; las propuestas para contar como gasto en defensa la inversión en ferrocarril o en determinados medicamentos; o la promesa de cumplir este mismo año 2025 con el comprometido 2% del PIB de inversión de Defensa a través de un plan especial de inversiones que cuenta con múltiples duplicidades.

Ninguna de ellas ha ayudado a forjar una imagen del presidente español como un socio confiable, imagen además, que no ha dejado de deteriorarse en los últimos meses.

Muchos aliados, aunque molestos por las continuas salidas de tono del presidente español, consideraron inicialmente estas actitudes como fruto de la presión política a la que está sometido el Ejecutivo español por sus socios de Gobierno.

Unas salidas de tono orientadas a calmar a esos socios y a sus audiencias, no temiendo que se pudiesen convertir en un peligro serio para la estabilidad de la defensa colectiva aliada, piedra angular de la OTAN.

Podemos afirmar que se le perdonaban ciertas salidas de tono y declaraciones poco afortunadas a cambio de que se concretasen los prometidos aumentos de inversión en defensa, aunque no fuesen en los porcentajes previamente acordados.

Donald Trump, en la cumbre de la OTAN de La Haya.

Donald Trump, en la cumbre de la OTAN de La Haya.

Pero a medida que se acercaba la celebración de la trascendental Cumbre de la OTAN en La Haya del 24 al 26 de junio pasado, las declaraciones desafortunadas fueron dejando su sitio a un frontal enfrentamiento del Ejecutivo español con el punto clave de la Cumbre: el acuerdo unánime para invertir de cara al 2035 un 3,5% en defensa y un 1,5% adicional en seguridad e infraestructuras críticas.

El presidente español incluso se presentó en rueda de prensa (sin prensa) en plena tarde de domingo, interrumpiendo la programación televisiva habitual. Y como si se hubiese logrado una victoria extraordinaria de la diplomacia española, para anunciar que España había llegado a un acuerdo con la OTAN para no firmar el compromiso de invertir el 5% del PIB previsto.

Mostró además una carta del secretario general de la Alianza, Mark Rutte, en la que afirmaba el Gobierno español se le exoneraba de cumplir con dicho compromiso.

Incluso se aseguró por parte del presidente que, para lograr aportar las capacidades militares comprometidas por España, a nuestro país le bastaría con alcanzar un nivel de inversión en defensa del 2,1% en vez del 5%.

Dicha escenificación, sin embargo, tuvo poco recorrido.

Pocas horas después el propio Rutte desmentía excepcionalidad alguna concedida a España. Y  se mostraba convencido de que nuestro país necesitaría incluso superar el nivel del 3,5% para poder aportar las capacidades militares comprometidas, dejando en evidencia al primer ministro español.

El colmo del sonrojo vino ya en la propia cumbre, cuando se hizo público y notorio el distanciamiento existente entre el presidente español y sus colegas primeros ministros. No les gustó en absoluto el continuado comportamiento de Sánchez, toda vez que sus palabras no se correspondían en absoluto ni con los hechos ni con la realidad.

En primer lugar, España ya había aceptado y firmado el 5 de junio, en reunión de los ministros de defensa aliados, el acuerdo que fija los objetivos de capacidades militares conjuntos y su distribución por países, capacidades previstas.

"El acuerdo firmado en la cumbre de la OTAN por todos los presidentes y primeros ministros ya incluía una serie de medidas para flexibilizar el sin duda ambicioso objetivo del 5%"

Recordemos, para ejercer una adecuada disuasión ante una creciente amenaza militar proveniente de Rusia.

Este acuerdo de capacidades está desde su origen diseñado para poder ser afrontado con el nivel de inversión previsto y ya comentado del 5% (3,5% + 1,5%), y fue acordado sin mayores reticencias por todos los aliados presentes, incluida la ministra de Defensa de España.

Estos acuerdos previos son habituales y allanan el camino para que no haya sorpresas en la tradicional cumbre anual, pero el presidente español arruinó esa trabajada tranquilidad.

Pero es que además, el acuerdo firmado en la cumbre por todos los presidentes y primeros ministros, ya incluía una serie de medidas para flexibilizar el sin duda ambicioso objetivo del 5%.

Medias como la ampliación del plazo hasta 2035, la revisión de los objetivos de capacidades militares en 2029, y la división de la inversión entre la parte puramente militar y de sistemas de armamento por un lado, y otra más enfocada a disponer de infraestructuras críticas que hagan viable la estrategia defensiva aliada.

Tanto la flexibilidad en plazos, como la diferenciación entre inversión en sistemas militares e infraestructura se incluyeron precisamente para lograr la unanimidad en el apoyo al acuerdo. Porque no era España el único aliado que no estaba de acuerdo con el planteamiento inicial.

Italia o Eslovaquia, por ejemplo, tampoco simpatizaban con la idea de invertir un 5% en defensa, motivo por el que se llegó al consenso del 3,5% más el 1,5%. Consenso que además España aceptó y firmó en la cumbre, sin ningún tipo de excepcionalidad ni documento anexo ni nada que se le parezca, tal y como afirmó categórico el presidente español.

La conclusión mayoritaria de los analistas es que asistimos a una escenificación muy personal del presidente español con la que trató de presentarse como el azote de las ideas de su homólogo estadounidense, principal defensor de una inversión en Defensa del 5%. Al tiempo que trataba de dar la imagen de ser una figura internacional reconocida que compensase los escándalos que lo acosan en casa.

En la práctica, lo conseguido no pudo ser más distinto.

Apareció como aislado internacionalmente en la cumbre, como la única voz díscola dentro de un ambiente de acuerdo total, irritando a muchos de los socios y Aliados con los que debemos convivir. Y, en definitiva, perjudicando mucho la imagen de España en la escena internacional.

Justo, además, en el momento en que deberíamos haber logrado exactamente lo contrario.

Pero, además, la actitud del presidente español tiene una deriva más que él mismo no parece entender o querer entender. Y si lo entiende, resulta obvio que no le importa en absoluto.

"Las afirmaciones de Sánchez, rompiendo un consenso que llevó meses de negociaciones alcanzar, refuerzan la postura del Kremlin al debilitar la imagen de unidad de la OTAN"

Sus afirmaciones rompiendo al menos en sus declaraciones públicas un consenso que llevó meses de negociaciones y diplomacia alcanzar, no hacen sino reforzar la postura de fuerza del Kremlin al debilitar la imagen de unidad de la OTAN.

Rusia sigue jugando con que, llegado el caso, la aparente solidez de la defensa colectiva aliada se fragmentará, y no existirá un frente sólido y unido al que enfrentarse en una confrontación rusa con la OTAN.

Precisamente, la idea de presentar en la cumbre de La Haya un nivel de inversión en Defensa tan elevado y públicamente orientado a afrontar la amenaza rusa, tenía dos objetivos claros.

Primero, satisfacer las legítimas reclamaciones estadounidenses de que los europeos debemos encargarnos en mayor medida de nuestra seguridad y defensa, manteniendo de paso a Washington en la OTAN.

Y segundo, ejercer una disuasión efectiva ante las amenazas de Moscú con una OTAN renovada y mucho más fuerte política y militarmente.

Pero el presidente español, pensando una vez más en su mera supervivencia política, impidió lograr al 100% esos objetivos, mostrándose como el único socio díscolo y con una voz discordante. Aunque solo la voz, ya que la pluma sí firmó los mismos acuerdos que todos los demás socios.

El error del presidente español resultó tan evidente, que forzó a declaraciones como mínimo sonrojantes de líderes como la primera ministra italiana, el presidente estadounidense o el propio secretario general de la OTAN.

Incluso el presidente español, una vez finalizada la cumbre, afirmaba en rueda de prensa que la cifra del 2,1% que pocas horas antes él mismo había sentenciado como suficiente no la había facilitado él, sino los militares españoles, en lo que parece un intento de desviar la responsabilidad de la colosal metedura de pata.

En resumen, se puede concluir que tras la teatrera actuación presidencial a la que asistimos, España está un poco más aislada políticamente entre sus socios y aliados más cercanos, a la vez que hemos ayudado a reforzar la visión rusa de la fragmentación de la OTAN.

Y todo ello sin lograr el manifestado objetivo de invertir menos en defensa para salvaguardar el gasto social, pues hemos firmado los mismos compromisos que todos los demás. Todo un éxito.

*** Rodrigo Rodríguez Costa es analista de Seguridad y Defensa.