El fiscal general del Estado, Álvaro García Ortiz, a su salida del Supremo el pasado 29 de enero. Europa Press
Álvaro García Ortiz, un secundario de película
El fiscal general ha borrado tanto que lo sorprendente es que quede algo escrito en España, como si fuésemos una civilización de la que no hay constancia porque el fiscal se llevó por delante los registros.
Hay una figura más española que ninguna otra y es el personaje secundario. Un tipo ni alto ni bajo, ni guapo ni feo, sencillamente muy nuestro. De los que podría pasar a la posteridad o caer en el olvido y la suerte se decide a cara o cruz. Como Fernando Fernán Gómez o José Luis López Vázquez.
Desde Las meninas de Velázquez que acompañan a la infanta Margarita hasta casi haberle robado el protagonismo, el título y la posteridad a don Latino de Hispalis, que forma pareja con Max Estrella, cráneo privilegiado de la obra de Valle-Inclán.
Son los secundarios, de Sancho Panza a Álvaro García Ortiz, los que engrasan la historia de España. El duque de Lerma, por ejemplo, pareja de mus de Felipe III.
El fiscal general del Estado, Álvaro García Ortiz, entrando al Tribunal Supremo para declarar como imputado por revelación de secretos.
Y así podríamos hacer una lista inabarcable.
Por eso España son dos. La una y la otra haciéndose de secundarios indistintamente. Es un fenómeno rotundamente nuestro, como la Guardia Civil.
Pero esta tradición inmemorial continúa hasta Álvaro García Ortiz, escudero burocrático y picapleitos del Gobierno. Y en España últimamente no ocurre nada más que García Ortiz. El fiscal general hasta en la sopa, como un repollo.
Son los secundarios los que triunfan en el cine español, los que se roban una película en tan solo una escena. Y las portadas de los periódicos, eclipsando al protagonista…
Miro en la papelera de Gmail cada vez que extravío un correo de trabajo y no lo encuentro y luego está nuestro fiscal general, que en vez de papelera tiene en Gmail un vertedero entero, una incineradora, un cementerio nuclear.
Ha borrado tanto, que lo sorprendente es que quede algo escrito en España, como si fuésemos una civilización de la que no hay constancia porque Álvaro García Ortiz se llevó por delante los registros. Cuanto más averigua la UCO qué ha borrado el fiscal general más pienso que no hay tiempo en el día para escribir tanto.
Así que la única conclusión es que para tener tantas palabras de las que deshacerse, García Ortiz es el negro de media España. Qué gestión de los residuos… Ni que fuese el responsable de un punto limpio.
O alérgico a los ácaros, a los emails y a los mensajes de texto.
El juez dirá por qué éste trastorno obsesivo compulsivo como si fuese Leonardo DiCaprio en El aviador.
Ha borrado tanto que no me sorprendería nada si la UCO descubre mañana que también se ha deshecho de las huellas dactilares este señor. Es lo único que le queda ya por eliminar al fiscal general. Es tal su empeño en no dimitir cuanto más turbia se pone la investigación que está borrando a conciencia la imagen de institución independiente que debería mantener como divisa la Fiscalía General del Estado.
Pero a él sólo le preocupa evaporar no sé qué rastro desde el día que lo imputó el Supremo.
En eso anda el juez. Mientras tanto, toda la Moncloa se vuelca en decir que no es más que otra conjura de la extrema derecha para desacreditar al presidente del Gobierno, como si el investigado no fuese García Ortiz y sólo fuese un secundario.
Si se tratase tan sólo de eso, cuántas molestias para deshacer el rastro.