El nuevo primer ministro polaco, Donald Tusk, durante la cumbre con los Balcanes este miércoles en Bruselas

El nuevo primer ministro polaco, Donald Tusk, durante la cumbre con los Balcanes este miércoles en Bruselas Unión Europea

LA TRIBUNA

Los problemas de Donald Tusk en Polonia empezarán por el presidente

Tusk tendrá que hacer frente, al menos hasta mediados de 2025, a una difícil cohabitación con Andrzej Duda, el presidente. 

Magdalena Musiał-Karg Fernando Casal Bértoa
15 diciembre, 2023 02:26

Dos meses después de las elecciones, y tras ocho años de gobierno populista del partido Ley y Justicia (PiS), Polonia tiene finalmente un nuevo gobierno liderado por Donald Tusk. A pesar de haber ganado las elecciones, Ley y Justicia no logró obtener la mayoría necesaria para gobernar.

Si lo hizo la Coalición Cívica (KO) de Tusk. Que, junto a sus dos aliados (la Tercera Vía, coalición formada por agrarios y centristas, y la Izquierda, coalición formada por socialdemócratas e izquierda radical), logró obtener una cómoda mayoría parlamentaria en la votación del lunes.

La misión imposible de Morawiecki era ganar tiempo. Y a pesar de que era claro que Ley y Justicia no podría formar gobierno, ni siquiera en alianza con la extrema derecha, el presidente polaco Andrzej Duda prefirió dar al primer ministro en funciones, Mateusz Morawiecki, la primera oportunidad.

Jens Stoltenberg y Joe Biden junto al presidente de Polonia,  Andrzej Duda.

Jens Stoltenberg y Joe Biden junto al presidente de Polonia, Andrzej Duda. Europa Press

Morawiecki lo intentó por tierra, mar y aire. Invitó a todos los partidos (a excepción de KO) a entablar negociaciones. Pero sólo la ultraderechista Confederación acudió a su llamada. Para indicarle, eso sí, que no le otorgaría su apoyo.

A pesar de ello, decidió presentar un gobierno que la mayoría ha calificado como "gobierno zombi" o "gobierno de dos semanas" dado que, como estaba previsto, no logró obtener la confianza de la cámara durante la votación del pasado lunes.

A la sazón, el propio Parlamento, tal y como está previsto en la Constitución de 1997, procedió a nombrar a Donald Tusk como primer ministro. Con ello, Tusk volvía al gobierno casi diez años después de abandonar el poder para ser nombrado presidente de la Unión Europea (UE).

Se pone así fin a ocho años durante los que la democracia en Polonia se ha visto socavada por la restricción de los derechos y libertades civiles, la violación de los principios democráticos, la destrucción del sistema judicial independiente y la politización de los medios de comunicación públicos.

Con el nuevo gobierno se acabarán los conflictos con la UE sobre cuestiones como la independencia judicial, el derecho al aborto y el respeto a las minorías. Polonia podrá al fin recuperar los 36.000 millones de euros de fondos de la UE bloqueados por Bruselas debido a los ataques de Ley y Justicia contra el Estado de derecho.

Esto no quiere decir que Tusk tenga por delante un camino de rosas. De hecho, la controvertida decisión de Andrzej Duda de volver a nombrar a Morawiecki primer ministro es una clara indicación de que el presidente, reelegido en 2020 con el apoyo de Ley y Justicia, tiene pensado seguir actuando en beneficio de su propio partido, frustrando, o al menos obstaculizando, los planes del nuevo gobierno.

Sobre todo porque este no tiene la mayoría (cualificada) suficiente para anular los posibles vetos presidenciales a las iniciativas legislativas que el nuevo gobierno ya tiene en su agenda. 

"En su discurso de investidura, Tusk esbozó un programa de gobierno en el que subrayó su intención de hacer de Polonia un actor importante en Europa"

Tan sólo un día después del fracaso de Morawiecki, y a pesar del voto en contra de 201 diputados (pertenecientes a Ley y Justicia, Confederación y el pequeño grupo populista de Kukiz'15), Tusk fue elegido primer ministro con el apoyo (248 escaños) de tres coaliciones electorales (la liberal KO, la cristianodemócrata Tercera Vía y la socialista Izquierda).

En su discurso de investidura, Tusk esbozó un programa de gobierno en el que subrayó su intención de hacer de Polonia un actor importante en Europa. También dijo que la nueva coalición es una garantía de que Polonia volverá al lugar que merece.

Tusk señaló luego que los gobernantes del país no pueden ignorar la alta participación electoral en las últimas elecciones, la más alta desde 1919, y que el gobierno formado no pues desperdiciar el capital que se le ha otorgado.

Asimismo, reconoció que la coalición que lidera, denominada "del 15 de octubre" en alusión a la fecha de las elecciones en las que obtuvo la mayoría parlamentaria, está compuesta por varios partidos con diferentes sensibilidades ideológicas, desde la izquierda hasta el centroderecha, pero a la que une el respeto por los fundamentos comunes a todos.

En una clara alusión al famoso discurso de "una casa dividida" de Lincoln, Tusk afirmó: "una nación dividida será más vulnerable a las amenazas que sacuden nuestra región", para concluir su exposición con las siguientes palabras: "es hora de una Polonia feliz". Tusk se refería al resurgimiento de la fe de los polacos en su capacidad de influir en lo que sucede en su país.

"Tusk tendrá que hacer frente al menos hasta mediados de 2025 a una difícil cohabitación con el presidente"

A pesar de ser su tercera vez como primer ministro, después de sendas victorias electorales en 2007 y 2011, Tusk tendrá que enfrentarse ahora a un escenario totalmente diferente, con una coalición muchísimo más fragmentada que hace diez años.

Así, el Consejo de Ministros, compuesto por 26 ministros pertenecientes a cinco partidos diferentes, será el más numeroso de la historia democrática polaca, superando el de Hanna Suchocka, que incluía 25 ministros cuando fue nombrado, allá por julio de 1992.

Tusk tendrá que hacer frente, al menos hasta mediados de 2025, a una difícil cohabitación con el presidente, quien ya ha anunciado que defenderá con su veto los logros más importantes de los últimos ocho años remitiendo cuando lo considere necesario los proyectos de ley del nuevo gobierno al Tribunal Constitucional, dominado por jueces nombrados por el anterior gobierno.

Estamos pues, como en España, ante un nuevo episodio de judicialización de la política.

A pesar de las dificultades, las expectativas son grandes. Pero si alguien tiene la experiencia suficiente para reconstruir la democracia, restaurar el Estado de derecho y garantizar la independencia judicial en Polonia, además de desbloquear los fondos de la UE (prioridades del gobierno para sus primeros 100 días), ese es sin duda Donald Tusk. 

*** Magdalena Musiał-Karg es catedrática en la Universidad de Poznań y presidenta de la Asociación Polaca de Ciencia Política

*** Fernando Casal Bértoa es profesor titular de la Universidad de Nottingham y profesor visitante en la Universidad Central Europea en Budapest

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