La activista propalestina Rahma Zein en plena actuación.

La "activista propalestina" Rahma Zein en plena actuación.

LA TRIBUNA

El ridículo circo de los activistas en Gaza

La presencia de activistas circenses en un conflicto como el de Gaza es un indicio más de la crisis del periodismo y de la desinformación. 

1 noviembre, 2023 02:32

Una egipcia que se autodenomina activista propalestina se va al paso de Rafah, donde miles de palestinos huyen de los ataques de Israel e intentan cruzar hacia Egipto, y se encuentra con una reportera de la CNN, antigua actriz, a la que empieza a insultar, "¡genocida!". La escena es grabada por varios de los allí presentes.

Otro americano que cree ser árabe y también se autodenomina activista sube el vídeo a su Instagram, 500.000 seguidores. Todo en perfecto inglés, para que los palestinos lo entiendan bien. Millones de likes

La egipcia, que también habla perfecto inglés y que ya tiene los ojos desorbitados, prosigue: "¡Háblame como a un ser humanooooo! ¡Sois los dueños de la narrativa, los dueños de la ONU, los dueños de Hollywooooooood! ¿Por qué no lloráis por nuestros bebés?" (aquí ya se ha apropiado también de todos los bebés palestinos, aunque no consta que la egipcia sea madre).

El americano titula la escena: "Rahma Zein le da un baño de realidad a Clarissa Ward de la CNN".

La cenenera, que tiene más tablas que un tablao flamenco, es rápida. Le enchufa el micro a la niña y esta lo observa hipnotizada. Es lo que tiene la adicción, al primer chute ya todo es calma. Se pone la mano en el pecho, y prosigue su sentido discurso ante las cámaras. Sus seguidores aumentan a 700.000.

Horas más tarde, aún con todo el high, se da cuenta de que en realidad tendría que haber aprovechado sus cinco minutos de gloria para hablar de los palestinos.

¿Pero quién es toda esta gente? ¿Por qué hablan todos en inglés? De los tres, la única que cobra como periodista es Ward. La mujer se ha ganado el respeto de sus compañeros precisamente por arriesgar su vida para dar voz a las víctimas de conflictos en todo el mundo, entre ellas a las víctimas civiles del régimen sirio.

Pero el convertir a los periodistas en actores, y a los actores en periodistas, tiene sus riesgos, como se puede comprobar en la escena. De pronto encarnas la línea editorial de tu empresa, la política de tu gobierno y el mal en el mundo que es Occidente, y la cosa podría acabar mal, si no fuera porque los activistas son inocuos. Lo único que necesitan es atención. Y amor. Mucho amor

Tienen motivos para ser inocuos. Sus vidas son mucho más desahogadas que la de los palestinos que dicen representar. La niña Rahma proviene de una familia televisiva que por varias generaciones han ocupado puestos editoriales y de responsabilidad en el canal estatal y en medios pertenecientes al grupo Dar Al-Tahrir, controlado por el gobierno egipcio.

Esto tal vez explique por qué la activista tiene evita criticar la actitud de su propio gobierno con respecto a los palestinos que dice defender. El hecho de que estén todos en el paso de Rafah es, precisamente, porque Egipto (y Jordania) les cierra las puertas.

Pero pedir explicaciones a un gobierno de dudosa impronta democrática podría complicarle la vida a la activista y a su familia. Una familia cuya fortuna le ha dado acceso, según su perfil de LinkedIn, a estudiar en la American University del Cairo, y en la New York Film Academy, donde su máster en periodismo televisivo cuesta la friolera de unos 33.000 dólares al año. Sin duda una vida de desconsuelo perpetrado por las fuerzas del mal occidentales que encarna Ward

La activista Rahma ha intentado lograr la fama por todos los medios. Desde 2010 como presentadora de la televisión estatal egipcia (sin nepotismos, eh), órgano de propaganda de Hosni Mubarak, el dictador contra el que se iniciaron las protestas de la plaza Tahrir y que dejaron centenares de muertos. Zein no adjunta vídeos a este episodio de su currículum, pero se comprende que no lo haga. Los enemigos entonces eran los manifestantes, los pobres y desamparados sunitas, como los palestinos.

Luego ha intentado la fama con unos podcasts graciosillos en árabe sobre moda y restaurantes, también como relaciones públicas, promoviendo el turismo de su país en eventos patrocinados por The Economist.

Pero nada le ha dado tanta notoriedad en esta vida como insultar a una reportera de CNN.

Veamos quién es el americano que se cree árabe, un tal Ahmed Eldin. Dice ser estadounidense-kuwaití (como todos sabemos, dos de los países más pobres del mundo) y residente en Brooklyn, Nueva York. Pero, pero, pero… "de ascendencia palestina", apostilla en todos sus perfiles.

A los americanos ricos de Brooklyn que se creen árabes me los conozco bien. Los he aguantado durante muchos años porque acaban trabajando por la región que cubro en organizaciones humanitarias donde les pagan una millonada por hablar cuatro palabras de árabe.

El señor Eldin, Shihab-Eldin, ha tenido una vida de tanta opresión en Estados Unidos que estudió periodismo en las universidades de Boston y de Columbia, donde los costes anuales ascienden a unos 40.000 dólares. Trabajó para medios del eje del mal, como The New York Times, BBC, Vice, algo de lo que no parece avergonzarse en su cuenta de LinkedIn.

Pero no cabe duda de que su lugar en el mundo lo encontró en el mascarón de proa de propaganda de la dictadura religiosa catarí, el canal Al-Yazira, donde por fin se le permitió hacer gala de sus encantos ante la cámara y mostrarse como lo que cree ser, un árabe oprimido. 

Estos días es un gran fan de nuestra ministra en funciones Ione Belarra, aunque él no recuerda bien su nombre. Y ha sufrido mucho, pero mucho, mucho, contemplando en Instagram el sufrimiento del pueblo palestino.

Ahmed Eldin se muestra sufriendo mientras reflexiona sobre la represión del pueblo árabe por occidente, en una actitud que invita a meterse en su cama, porque esa camiseta, Ahmed, esa camiseta, ay chicas. Y luego, después de muchos días de sufrimiento online, por fin se da permiso para ir a desestresarse a la playa en Túnez. Es todo muy conmovedor. 

Tanto Ahmed como Rahma, que han estudiado periodismo en las mejores universidades de Estados Unidos, consideran que el periodismo occidental representa al poder genocida. En sus posts, que aplauden algunos de mis compañeros que trabajan para esos mismos medios, difunde que estos representan a sus gobiernos y su narrativa colonial. Yo no sé qué han aprendido en alguna de las muy exclusivas escuelas de periodismo de la hiedra donde estos chicos han estudiado, pero si fuera el decano me replantearía muy seriamente el programa de estudios. 

Sin duda, Ahmed, que también se define como "actor todavía no galardonado" y "soñador", ha vivido momentos difíciles, momentos que forman al hombre. Como cuando un conductor de Uber se negó a dejarlo subir a su taxi porque llevaba escrita en árabe la palabra "amor" en su gorra y, además, también parecía árabe, ¡por lo que podría ser un terrorista!

Es posible que una persona con su nivel educativo e inteligencia padezca un profundo trauma por el rechazo del Uber, no lo niego, incluso que empiece a pensar que los terroristas tienen sus motivos para serlo, por qué no, si él mismo ha sentido esa represión brutal en sus propias carnes uberianas. E incluso podría llegar a pensar que todo Occidente está en su contra y, por tanto, está en contra de todos los árabes. Porque el panarabismo y el panislamismo solamente existen en Nueva York.

La presencia de estos personajes circenses en un conflicto tan serio como el de Gaza es un indicio más de la crisis del periodismo y de la desinformación. Estos así llamados "activistas" deberían saber que la principal ayuda a Gaza proviene de Occidente, Estados Unidos y la UE en cabeza, por delante de Arabia Saudí y Turquía, supuestos defensores de los palestinos. Son datos de 2022.

Además, desde la década de 1990, Estados Unidos ha enviado a Palestina a través de su agencia USAID más de 5.000 millones de dólares.

Nunca hay que desestimar que la combinación de un trauma generacional heredado y el simplismo en blanco y negro, literalmente, con el que la élite de la Ivy League mira al mundo, sazonado con alguna que otra crisis de identidad, esté creando a toda una generación de idiotas que dicen representar a oprimidos con quienes, objetivamente, es decir, en términos monetarios y culturales, ya no tienen absolutamente nada que ver

*** Marga Zambrana es periodista, corresponsal en China desde 2003 y en Oriente Medio desde 2013.

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