El rey Carlos III, durante un acto en Reino Unido.

El rey Carlos III, durante un acto en Reino Unido. Gtres

LA TRIBUNA

Carlos III será un rey 'institucional', no un rey carismático

Hasta el momento, Carlos III ha evitado competir con la popularidad de su madre, Isabel II. Da por hecho que esa es una batalla perdida. Y hace bien. 

6 mayo, 2023 01:43

La abadía gótica de Westminster acogerá hoy la 40.ª entronización de la realeza británica. Es el momento oficial que pone fin al período de pruebas de Carlos III para otorgarle su 'contrato definitivo' como rey del Reino Unido y la Commonwealth of Nations. En el estilo gótico, la luz es el eje que fundamenta todo el arte. Y luz es lo que necesita la figura de Carlos III, cuyo largo principado, al que se ha añadido un período de ocho meses de reinado 'interino', ha sido confuso. El actual rey vive a medio camino de la sombra de su madre, Isabel II, y la promesa de su hijo Guillermo.

El príncipe Guillermo tirando una pinta de la cerveza Kingmaker ante Catalina, princesa de Gales, en un pub de Londres.

El príncipe Guillermo tirando una pinta de la cerveza Kingmaker ante Catalina, princesa de Gales, en un pub de Londres. Reuters

La trayectoria como príncipe de Carlos III ha estado definida por el escándalo. Y por eso no extraña que, tras la muerte de Isabel II, otro escándalo le haya desestabilizado de nuevo. Y es que el dolor ataca cuando percibe debilidad. Eso debieron pensar los duques de Sussex cuando vendieron su intimidad a la plataforma Netflix. Harry y Meghan contaron en voz alta los presuntos agravios ocurridos intramuros, haciendo públicos los trapos sucios de la Corona británica. Pero lo peor para Carlos III fueron las audiencias. Más de 2,5 millones de personas vieron la primera entrega del documental. El morbo es universal, una fuente inagotable de interés para los ciudadanos.

Ni siquiera la cercanía de la coronación ha traído algo de calma a su existencia. El duque Harry, de nuevo, ha arremetido de nuevo contra su padre y su hermano Guillermo. Para más ironía, ha anunciado que estará presente en el acto de hoy. Eso sí, sólo en la ceremonia religiosa. Un problema más que solucionar, y este con la cruda peculiaridad de haber brotado dentro de la propia Casa Real.

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Las trifulcas internas generaron hace tiempo en palacio la peligrosa dicotomía de "ellos y nosotros". Y eso debilitó la legitimidad institucional primero, y la estabilidad personal de sus miembros después. Los duques de Sussex han decidido plantear de esta manera sus reivindicaciones. Ambos han comprobado que la batalla por la popularidad se libra en el terreno audiovisual, y parecen estar en promoción permanente de sus productos.

Por si fuera poca la inquietud real, ya traspasada al hermano heredero, el elevado coste de la ceremonia, que se calcula que rondará los 100 millones de libras, tampoco ayuda a estabilizar una popularidad que no acaba de repuntar. La costumbre sienta jurisprudencia en el sistema jurídico británico. Y para la Corona británica es ya costumbre la permanente fluctuación de afectos y desequilibrios que han forjado su historia, pero que no le impide mantener una apariencia de tranquilidad. Tranquilidad ficticia, pero suficiente para alargar el máximo posible la vida de la monarquía.

"La pregunta que, probablemente, se hizo Carlos III junto a su equipo de asesores, nada más llegar al poder real, fue '¿qué tipo de liderazgo me conviene?"

Hasta el momento, Carlos III ha evitado competir con la popularidad de su madre, Isabel II. Da por hecho que esa es una batalla perdida. Isabel II logró convertirse, también a pesar de situaciones muy complicadas, en una líder carismática. Las características de los liderazgos carismáticos pivotan alrededor de la persona, de su capacidad de comunicar y de empatizar con sus seguidores, y de su 'visión' (consistente en un planteamiento completamente articulado del futuro).

Isabel II cumplió con las características de los líderes carismáticos. Supo generar entusiasmo hacia su persona y por extensión hacia la Corona. Su facilidad para conectar con su pueblo fue evidente. Transmitía seguridad. Todo ello le dio la confianza y la credibilidad que la acompañaron hasta el día de su muerte.

En comparación con ese aluvión de cariño por Isabel II, la falta de carisma de Carlos III y su dificultad a la hora de perpetuar el legado carismático de su madre han complicado estos meses de reinado interino. La pregunta que, probablemente, se hizo Carlos III junto a su equipo de asesores, nada más llegar al poder real, fue "¿qué tipo de liderazgo me conviene?". Porque es científico que se hereda el trono, no el poder. Sí se hereda la autoridad moral que determina el liderazgo. Carlos III es rey, pero aún le queda por recorrer un largo camino antes de ser un líder.

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Mientras esto ocurre, Carlos III luchará durante los próximos años por ganarse el liderazgo institucional. Las características de este tipo de liderazgo eximen a la persona de exponerse en exceso en público. El líder institucional no asume tanto desgaste personal como el líder carismático porque se refugia en la potencia política de la institución. Así dejó a Carlos III su predecesora: en lo más alto de la relevancia histórica de la institución. Y desde ahí es desde donde ha arrancado su reinado Carlos III.

La monarquía está fuerte y es asumida como necesaria por su pueblo. Es por ese camino por donde tiene mucho que ganar quien ostenta la mayor representatividad en la institución de la Corona.

Atacar a Carlos III puede resultar fácil, pero eso no le afectará en su travesía. Donde el rey no llegue, llegará la institución. La muerte de Isabel II culminó con una serie de actos cuya misión era dotar de longevidad a su legado y solidificar la institución. Ahora, la entronización de Carlos III se puede leer como un acto simbólico necesario para consagrar la valía de la Corona británica y darle visibilidad a quien representa su futuro.

*** Moisés Ruiz es profesor titular de Liderazgo y Comunicación en la Universidad Europea

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