Inés Arrimadas y Edmundo Bal en el Congreso de los Diputados.

Inés Arrimadas y Edmundo Bal en el Congreso de los Diputados. EFE

LA TRIBUNA

Por qué desaparece Ciudadanos

De Ciudadanos se dice que trató de hacerse con el botín electoral de la derecha. Es muy probable que eso sea cierto, pero no es toda la explicación. 

18 febrero, 2023 02:26

Según muchos observadores, estamos asistiendo a los estertores de Ciudadanos. Hay quien adivina en el futuro una nueva configuración de las izquierdas, ya se verá. Para tratar de comprender lo que pueda pasar hay que echar un vistazo a los partidos que han desaparecido del panorama político español y a las causas de ello.

Inés Arrimadas en la sala de prensa del Congreso de los Diputados.

Inés Arrimadas en la sala de prensa del Congreso de los Diputados. EFE

Los partidos se extinguen muy a su pesar. Son los votos ciudadanos los que les dan el golpe definitivo y los partidos de centro parecen no haber aprendido a conservar un núcleo estable de electores.

Hay que recordar, sin embargo, que tanto el PP como el PSOE han perdido muchos más votos que los que han abandonado a los centristas. Es corriente suponer que derecha e izquierda son formaciones, digamos, naturales, mientras que las fuerzas que se interponen tienen un carácter más artificial

En la medida en que esto sea así, habrá que reconocer que los españoles no hemos acertado a crear un marco político sofisticado. Que nos entregamos con frecuencia a una pugna inagotable, perjudicial para todos y, en el fondo estéril y absurda, entre el 'no es no' y el 'sí es sí'.

"Los partidos del centro no han sabido acomodarse a cambios que tal vez trataban de evitar o que no pudieron manejar con inteligencia"

Pero habría que anotar también que esta polarización está produciendo un cierto hartazgo del que no faltan signos muy llamativos, y que los dos grandes partidos están pagando un precio bastante alto al no ser capaces de estar a la altura de las circunstancias. 

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Los partidos no tienen otro remedio que cambiar porque el tiempo, del que decía Quevedo que ni vuelve ni tropieza, los convertiría en polvo de no hacerlo. 

Eso es lo que parece haber pasado con los desaparecidos partidos del centro, que no han sabido acomodarse a cambios que tal vez trataban de evitar o que no pudieron manejar con inteligencia.

De Ciudadanos se dice que trató de hacerse con el botín electoral de la derecha. Es muy probable que los errores de los lideres hayan desempeñado un papel importante, pero seguro que eso no es todo. Son muchos los que anotan que el PSOE de Pedro Sánchez nada tiene que ver con el de Felipe González. Pero, de ser esto así, el PSOE de Felipe habría desaparecido para que algo muy distinto ocupase su lugar. Una idea un tanto extraña.

Hay que tener en cuenta que en los partidos juegan siempre dos factores diversos cuya conjunción es difícil de articular.

Por una parte, la expresión de ideales colectivos que nacen de la distinta manera de interpretar los intereses sociales en conflicto.

En segundo lugar, la dinámica que surge de la agrupación de personas que se ciñen, en forma más o menos sincera, a esos objetivos con el firme propósito, por disimulado que esté, de lograr cuotas personales de influencia y poder.

La conducta de los partidos depende de la cultura política imperante, del mismo modo que las ventas de una empresa dependen de hábitos de los clientes. Pero también depende de su propia historia, lo que explica su forma de adoptar decisiones y de escoger a los candidatos, sus procedimientos y la manera de organizar las tensiones internas que culminan en los cambios de política y de liderazgo.

Las largas crisis, como el estancamiento económico y social que está soportando la sociedad española desde 2004, y la evidencia de que llegará un momento en que la enorme deuda pública que han contraído los sucesivos gobiernos se vuelva indigerible, han favorecido crisis muy hondas en todos los partidos.

La derecha se encuentra dividida de una forma que a veces parece definitiva, y la izquierda ha adoptado vestimentas bastante distintas de las vigentes hasta apenas hace diez años.

"Lo que Pedro Sánchez ha intentado hacer es convencer a los españoles de que una política de izquierda consiste en recuperar un quimérico republicanismo"

Lo que pueda pasar con el PSOE y sus satélites parece a veces muy ligado a dos cuestiones distintas pero que, en la práctica, se han unido. El éxito político del empeño personal de Sánchez, que será juzgado por las urnas en menos de un año, y la pervivencia de un sistema liberal con diversidad de poderes que se viene poniendo en riesgo con su manera de gobernar.

Los electores españoles tal vez no estén muy acostumbrados a salir en defensa de las libertades, pero siempre hay una primera vez y eso podría traer, si Pedro Sánchez no consigue formar gobierno tras las próximas generales, una nueva y profunda transformación de la izquierda contraria a la que inició Zapatero a partir de 2004. 

Si el PSOE pierde el poder, sería posible que ello pusiera fin al liderazgo de Sánchez. El partido tendría entonces que revisar sus planteamientos de fondo tanto en la economía (ese intento de vivir de las subvenciones europeas de forma indefinida y gratuita) como en su forma de entender la política como un intento permanente de expulsar a la derecha del campo de juego.

Una estrategia a la que la propia derecha parece responder, en ocasiones, tratando de apoderarse del legado constitucional y olvidando así que una Constitución que se dijo de todos resistiría muy mal la excomunión de su referencia fundamental en la izquierda.

Lo que Pedro Sánchez ha intentado hacer, y en esto sigue la estela de Zapatero con gran fidelidad, es convencer a los españoles de que una política de izquierda consiste en recuperar un quimérico republicanismo (léase al respecto el libro Entre la segunda y la tercera República, de Alejandro Nieto) y tratando de ocultar que esa lectura ha servido a una causa de indudable origen electoral: la convicción de que el PSOE tiene muy difícil alcanzar mayorías parlamentarias sin el auxilio de las minorías más ajenas al consenso de 1978.

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No se puede negar que Sánchez intentó evitar pactos que pensaba podían perjudicarle, y de ahí su promesa electoral de no dormir con Podemos y de no pactar con Bildu. Pero su realismo político se impuso y como es audaz, cuando no temerario, se entregó a alianzas que producen repugnancia también a muchos de los tradicionales votantes socialistas.

¿Podría desaparecer el partido de Sánchez y resucitar un partido socialdemócrata más o menos a la izquierda, pero que no trate de jugar con el orden constitucional? Que unos políticos no sean capaces de lograr algo nunca quiere decir que sea imposible.

Tal vez el deseo de que exista un PSOE clásico, una izquierda no reñida con exigencias clave de cualquier democracia liberal, sea el sueño de una noche de verano. Tal vez no. Eso no se verá no en primavera, sino a comienzos del invierno. 

Mientras tanto, lo que cabría esperar de una derecha inteligente no es que se empeñe en empujar esa arriesgada dinámica del adversario, sino en atraer a muchos millones de electores con un programa bien definido y mejor explicado. Las victorias pírricas son aquellas en las que lo que se gana se obtiene arruinando lo que más se quiere.

Es decir, el derecho de todos, tanto en la izquierda como en la derecha y en el centro, a poder vivir con paz, progreso y libertad en una España no condenada a perder una vez más el tren de la historia.

*** José Luis González Quirós es filósofo y analista político. Su último libro es La virtud de la política.

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