Albert Rivera e Inés Arrimadas celebran la victoria de Ciudadanos en Cataluña en 2018.

Albert Rivera e Inés Arrimadas celebran la victoria de Ciudadanos en Cataluña en 2018.

LA TRIBUNA

¿Deben desaparecer Podemos y Vox para que el centro sobreviva?

El autor señala que Ciudadanos puede recuperar vigencia política si la polarización disminuye y el partido recobra su espíritu de partido moderador.

1 abril, 2021 01:26

Los sistemas electorales, y la política en general, suelen tener consecuencias imprevisibles.

El sistema electoral español es un traje a medida confeccionado durante la Transición con la idea de favorecer el bipartidismo y hacer posible la alternancia. Al no distinguir entre elecciones presidenciales y parlamentarias, y no existir segunda vuelta, el deterioro político de los dos partidos mayoritarios ha creado espacios tanto por la derecha como por la izquierda. E incluso por el centro.

Caso aparte es el de los principales partidos nacionalistas del País Vasco y Cataluña, que han alcanzado un enorme poder que les capacita para decidir mayorías en el Congreso de los Diputados.

Pero no por estar sobrerrepresentados, como se repite sin fundamento. Sino porque los dos grandes partidos, y este es su pecado original, han preferido obtener mayorías parlamentarias con el apoyo de los nacionalistas que acordar un modus vivendi entre ellos.

Al excluir a su contrario y cualquier forma de cooperación, PP y PSOE han reforzado el capital político (prestado) de los nacionalistas. Nacionalistas que siempre serán partidarios de mudar de socio nacional con la esperanza de obtener más en cada cambio.

Hasta la fecha, lo han conseguido.

La polarización provocada por el maniqueísmo fomenta a los partidos extremistas porque la responsabilidad obliga al partido en el gobierno a hacer ciertas concesiones que soliviantan a los electores más escorados.

El equívoco de la situación llegó cuando Ciudadanos olvidó su vocación esencial, que era corregir el sistema

Hasta bien entrado el siglo XXI, este fenómeno afectaba más al PSOE que al PP. Siempre hubo un PCE o una IU sin parangón en la derecha. Pero ahora ya no es así.

A su vez, esta radicalización ha hecho aparecer iniciativas por el centro. Iniciativas que han buscado conservar el equilibrio amenazado por la dinámica de confrontación, y que vienen a recordar algo tan obvio como que por encima de los intereses partidistas (y de los nacionalistas) están los de la mayoría. Intereses que se suelen olvidar en la doble amnesia del partidismo extremo y el chute de nacionalismo necesario para lograr la investidura.

Así se ha generado un escenario de cinco fuerzas que ha colocado a los dos partidos mayoritarios en una situación incómoda, pues les obliga a combatir en dos frentes, tanto por su derecha como por su izquierda.

Esto es lo que se ha llamado, con demasiada rapidez, el fin del bipartidismo.

El resultado es una situación bastante inestable.

Al mismo tiempo, cualquier partido en el centro queda al albur en un escenario bifronte. Cuando pacta con uno de los dos partidos mayoritarios, esa formación de centro se desangra de manera casi inevitable por el flanco contrario. Para luego desangrarse por el otro cuando pacta con el flanco opuesto.

El equívoco de la situación llegó a su culmen cuando Ciudadanos olvidó su vocación esencial, que era corregir el sistema evitando que la derecha y/o la izquierda pactasen con los nacionalistas. Los naranjas interpretaron la debilidad de la derecha como una oportunidad para sustituirla. Una situación similar a la que parecía darse entre PSOE y Podemos.

PP y PSOE deberían marginalizar a sus extremos para poder obtener mayorías electorales sin dividir artificialmente el país

La ambición de Ciudadanos por alcanzar la mayoría y convertirse en un partido de gobierno ha sido catastrófica para ese partido. La posibilidad de que el centro predomine sobre la derecha, que se dio con la UCD, fue muy excepcional y es casi imposible que vuelva a darse. Salvo que los extremos ocupen un lugar muy marginal y no tengan otro remedio que apoyar a los partidos cuya blandura, cobardía y traición dicen detestar tanto.

Esa es justo la situación que, como es lógico, debieran buscar tanto el PSOE como el PP. Marginalizar a sus extremos para poder obtener mayorías electorales sin dividir artificialmente el país en dos mitades en guerra perpetua.

Que pueda subsistir un partido de centro como tal depende de una condición que es, en cierto modo, contradictoria. Porque para que ese partido sobreviva debe desaparecer la polarización extrema, que es la causa por la que muchos electores añoran un partido de este tipo. Desaparecida esa polarización, los partidos radicales serían insignificantes.

Pero cuando la polarización, la guerra cultural y la política amainan, los grandes partidos vuelven a crecer y tienden a convertirse en fronterizos.

La necesidad de un centro moderador, en fin, desaparece cuando los grandes partidos buscan mayorías compitiendo en el centro del tablero.

Esa es la situación que existió durante mucho tiempo en Alemania con el FPD. El equivalente sería un partido de cuadros (como pudo ser el CDS de Suárez) sin ninguna simpatía por los nacionalistas y que pudiera evitar la tentación de la derecha y de la izquierda de extremarse y, sobre todo, de rendirse a los encantos de las minorías catalana y vasca. Minorías que nos acompañarán, guste o no, durante bastante tiempo.

El error de Ciudadanos fue venirse a Madrid dejando desierto el frente que con tanto mérito había abierto en Cataluña

Si no me equivoco, esa fue la sazón en que nació Ciudadanos. Pero el partido confundió su vocación, creyéndose capaz de ser mayoritario.

Si esto fuera así, no tendría ningún sentido un partido de centro que no fuese puramente nacional. Su error fue venirse a Madrid dejando desierto el frente que con tanto mérito había abierto en Cataluña.

Ahora, Ciudadanos puede pensar que su misión es moderar el quilombo nacional. Pero en ese mismo escenario, y al quedarse sin objeto los partidos extremos, el centro habría muerto de éxito.

Sin embargo, Ciudadanos volvería a ser un partido necesario. No para aspirar a ninguna mayoría, sino para evitar que los grandes partidos confundieran la mayoría de escaños en el Parlamento, gracias a los votos de quienes no tienen el menor interés en una España unida y próspera, con una verdadera mayoría social.

Ahí, Ciudadanos podría encargarse de cubrir la última milla de cualquier fórmula viable.

*** José Luis González Quirós es filósofo y analista político.

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