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LA TRIBUNA

El PP vasco: una Convención necesaria

El autor reflexiona sobre la Convención del PP vasco que abre hoy sus puertas en Vitoria y reclama un partido coordinado pero sin dependencias de Madrid.

13 septiembre, 2019 04:55

En un atardecer de la primavera de 1991, poco antes de las elecciones municipales, acudí a Vitoria a dar una conferencia. En aquella fecha ejercía de secretario nacional de Formación del PP. Asistió Gregorio Ordóñez, parlamentario vasco por Guipúzcoa, y al finalizar me ofreció amablemente llevarme de regreso a San Sebastián en su automóvil.

Durante una hora tuvimos una larga conversación sobre política en España y sobre el PP en el País Vasco. Ordóñez se sorprendió de mi opinión sobre la importancia que atribuía al “hecho diferencial” de las provincias vascas, unas de otras, y la inconveniencia, tanto de un centralismo de cualquier provincia vasca sobre las otras dos como del centralismo de Génova sobre el País Vasco. Ordóñez no esperaba esa opinión de un miembro del núcleo de dirección del PP.

Esa corriente provincialista (que hunde sus raíces en una muy sentida historia foral de las provincias de Álava, Guipúzcoa y del Señorío de Vizcaya) la recogió Unidad Alavesa (UA) que se convirtió en el primer partido político de Álava por el hecho de oponerse a la vasquización de la provincia bajo dominio del PNV vizcaíno, en un proceso similar al de Unión del Pueblo Navarro.

La coincidencia con Gregorio Ordóñez en este punto de vista fue plena y Ordóñez adujo que creía que pasaba lo mismo, sobre todo en las capitales de Guipúzcoa y Vizcaya. Coincidimos en que mientras Álava y Navarra no fueran abducidas por el PNV, su proyecto separatista estaba condenado al fracaso. 

El PNV ha contado con la complicidad ingenua del gobierno desde Suárez, potenciando así su relevancia política

El ejemplo de UA, una escisión del PP de la mano de Pablo Mosquera, tuvo sus momentos de posible reproducción en Vizcaya y Guipúzcoa entre 1989 y 1992. La razón por la que no se consumó fue doble: primero, la amenaza de ETA (parecía que había más protección y menos aislamiento con el manto de un partido nacional como el PP) y segundo, la refundación del PP de Aznar de 1990 que abría la posibilidad de una victoria electoral en el gobierno de la Nación y generaba un efecto de arrastre entre el electorado vasco no nacionalista en las elecciones generales. Tan fue así, que UA, después de no obtener escaño en el Congreso por Álava en 1993, se comprometió a no presentarse de nuevo a las elecciones generales.

Entre tanto el PNV tejía una lenta y eficaz ocupación de todos los espacios políticos, sociales, económicos, deportivos y culturales hasta llegar a dominar el cien por cien del País Vasco con la salvedad, hasta el momento, de dos importantes empresas del IBEX: Iberdrola y BBVA. Para ese dominio incontestable, el PNV ha contado con la complicidad ingenua del gobierno de Madrid desde Suárez, de los ponentes constitucionales en 1978 y las torpezas continuadas de la dirección nacional del PP que potencian la relevancia política del nacionalismo vasco.

El gobierno de Suárez en 1977 y 1978 atribuyó una representación de todo el País Vasco al PNV que no le correspondía. El presidente Suárez recibía en la Moncloa al lehendakari Garaicoechea con ignorancia del resto de partidos (empezando por el propio, la UCD). Se puede afirmar que ese reconocimiento primordial de Suárez a los nacionalistas dejaba al resto de partidos injustamente disminuidos.

No es de imaginar nada parecido en Francia: si el gobierno francés hubiera recibido en el Elíseo, como contraparte, a los pocos nacionalistas vasco-franceses de los Pirineos Atlánticos, con seguridad su cuota de votantes aumentaría considerablemente. Suárez negoció, en exclusiva, con el PNV el Estatuto de autonomía. Craso error.

El PNV ha logrado configurarse como un partido transversal; recibe votos de todos los partidos: desde el PP a Bildu

Los ponentes constitucionales en 1978 aceptaron todas las exigencias del PNV menos una: el artículo 2 de la Constitución que proclama la indisoluble unidad de la Nación española. Fiados de no se sabe qué razones, los ponentes constitucionales incluyeron dos cláusulas derogatorias en la Constitución de 1978 en las que hacían desaparecer la Ley "confirmadora de los Fueros" de 1839 y la Ley de 1876, que mantenía lo esencial de los fueros (el Concierto) y que se limitaba a establecer las contribuciones de impuestos y del servicio militar (quintas) a las tres provincias vascas, al igual que al resto de España. Craso error: el PNV no votó la Constitución, por incompatibilidad con el artículo 2 e hizo descansar el Concierto en el Estatuto vasco de 1979 en lugar de en la Ley de 1876. De ese modo el nacionalismo logró configurarse como el protagonista principal del autogobierno vasco.

El PP nacional de Génova, por último, a pesar de conocer sobradamente el interés del PNV por puentear y despreciar al PP vasco en sus relaciones con el gobierno popular de Madrid, insiste en repetir la jugada del Hotel Majestic: consiste en ignorar al presidente regional y puentearlo con dirigentes de Madrid.

Así lo hizo Aznar en Barcelona con Alejo Vidal-Quadras, en 1996, y Rajoy en Bilbao con Arancha Quiroga, en 2013. Si a ello se añade que todos los presidentes regionales del PP, desde Mayor Oreja, han sido nombrados por Génova, se entiende que el PNV se enfrente, con todas las de ganar, más a una sucursal de Madrid que a representantes genuinos de las provincias vascas.

Por su parte, el PNV ha conseguido configurarse como un partido transversal; en las elecciones recibe votos de todos los partidos: desde el PP a Bildu. Hay dos elementos, que, de momento, frenan su programa separatista. Uno es el ejemplo desastroso del unilateralismo catalán que ha hundido en el caos el autogobierno de Cataluña y ha conducido a la cárcel o al exilio a sus dirigentes. El otro es la eficacia (que compensa tanto al País Vasco como a la estabilidad de España) del Concierto Económico.

Al centralismo de Madrid que padece el PP vasco hay que añadir el que sufren las tres provincias por parte del gobierno vasco

En este contexto se reúne hoy una Convención en Vitoria para definir una nueva política que rompa la deriva de desaparición del PP vasco. Vayan por delante mis mejores deseos de acierto. Lo primero es reconocer el achicamiento del espacio político del PP producto del sucursalismo de Madrid y de los enfrentamientos interprovinciales.

En la tradición política vasca, ni los vizcaínos admiten el sometimiento a Álava (importante por su peso institucional) ni los alaveses el dominio de Vizcaya (importante por su peso demográfico y económico). Para soslayar esos enfrentamientos permanentes, Guipúzcoa, la parte más débil del PP en el País Vasco, ha ejercido la presidencia regional en cuatro ocasiones desde 1989 (Azpíroz, Mayor Oreja, San Gil y Quiroga) por dos ocasiones Vizcaya (Iturgaiz y Basagoiti) y una Álava (Alonso).

Tal parece que sería recomendable una presidencia regional rotatoria por un año y una activa vida política, desde la base de la militancia del PP, en la que se elijan democráticamente los presidentes provinciales. Se trata de abandonar la tradicional práctica del PP en la que los presidentes regionales y provinciales son designados desde Madrid.

Al centralismo de Madrid que padece el PP vasco hay que añadir el centralismo que sufren las tres provincias por parte del gobierno vasco. Una cuestión a destacar es que el PNV es un partido centralista vizcaíno: el PNV no es fuerista, es decir, no es provincialista. La derogación de las leyes de 1839 y 1876 en la Constitución le ha permitido eliminar el protagonismo foral de las provincias vascas convirtiendo a las Diputaciones forales en apéndices del gobierno vasco.

Son muchos los vascos que creemos que es compatible la adhesión a una patria chica y a una patria grande

Hasta 1978 el Cupo se negociaba provincia por provincia. El Cupo es la cifra anual de la aportación de las provincias vascas a los gastos generales del Reino. El PNV decidió que fuera el gobierno vasco quien sustituyese a los presidentes de las diputaciones forales a la hora de fijar el Cupo en Madrid. Otro error de la UCD.

Si Cánovas respetó el sentido profundo del autogobierno provincial vasco con el Concierto de 1878, Arzallus se encargó de laminar la personalidad y fuerza de las diputaciones forales. Un ejemplo, entre otros muchos, de ese centralismo gubernamental nacionalista, es la eliminación de las policías provinciales, miñones y miqueletes, sustituidos por la nueva policía vasca.

Si el PNV discurre en la próxima legislatura por una deriva separatista a través de su alianza con Bildu en la propuesta de un nuevo Estatuto vasco con derecho a la autodeterminación, el espacio político del PP se ampliará. Será el momento de hacer valer las propuestas tradicionales de los liberales conservadores vascos y españoles: inclusión frente a exclusión, libertad frente a imposición, lealtad a la Corona frente a una "República", como la de Puigdemont, que sería un elemento de división de la sociedad vasca, de enfrentamientos y de tensión insufrible como la que están padeciendo nuestros compatriotas catalanes. Son muchos los vascos que creemos que es compatible, como lo ha sido desde la Edad Media, la adhesión a una patria chica y a una patria grande.

En el País Vasco existe un alto porcentaje de ciudadanos que nos sentimos a la vez vascos y españoles y que estamos sub-representados: muchos electores han prestado temporalmente su voto al PNV como voto útil o mal menor. Si la presente Convención del PP vasco produce un debate y cambios, será positiva. Se trata de aprender de la experiencia, hacer propuestas políticas de libertad y modernidad y articular un partido democrático, de acuerdo pero sin dependencias de Madrid. Entonces, es posible que el PP en el País Vasco pueda iniciar un camino de recuperación.

*** Guillermo Gortázar, historiador y abogado, es autor del libro 'El liberalismo foral vasco' (Madrid, 2019, Ediciones 19).

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