El Parlamento europeo, en Bruselas.

El Parlamento europeo, en Bruselas. EFE Bruselas

LA LISTA DEL SÉPTIMO DÍA

¿Continuará existiendo la UE en 2050? Siete razones para el 'no'

27 enero, 2019 01:37

1. Encerrada en su burbuja de superioridad moral

"Los derechos civiles, la libertad y la seguridad de todos los miembros de la Asamblea Nacional, incluidos los de su presidente, Juan Guaidó, necesitan ser tenidos en cuenta y respetados por completo".

Esta es la frase más comprometida con la libertad del comunicado de la vicepresidenta de la Unión Europea, Federica Mogherini, tras los hechos de esta semana en Venezuela. Con su declaración, ambigua, tardía y medida al milímetro, la UE se ha posicionado más cerca de Rusia, China, Turquía, Corea del Norte, Irán y Cuba que de los países que han reconocido, sin ambages ni retórica leguleya, a Juan Guaidó como presidente legítimo: los Estados Unidos, Canadá, Argentina, Brasil, Colombia o Chile

La UE, supuesto adalid de los derechos humanos y la democracia, ha perdido una nueva oportunidad de liderar la respuesta internacional a la narcodictadura socialista venezolana. La misma que ha convertido uno de los países más ricos de América en un pozo de miseria y crimen, sin medicinas, sin comida, sin derechos civiles y con una hiperinflación del 10.000.000%. 

Entre la vida y la muerte, Europa ha escogido tradicionalmente la enfermedad. Es decir, esa equidistancia que no resuelve jamás nada por temor a mancharse sus delicadas manos de pianista de banales minuetos morales. Y la equidistancia no es una política viable de futuro en un planeta que se verá muy pronto sometido a tensiones inéditas cuando las zonas de influencia estadounidense y china empiecen a rozarse

2. ¿Puede sobrevivir la UE sin una política exterior realista?

¿Cuál es la política exterior europea más allá de la definida por los Estados Unidos? ¿Cuál es su política de seguridad? ¿Cuáles son los planes europeos para hacer frente al auge económico y militar de la dictadura china? ¿Tienen siquiera una postura común frente a Rusia los países de la UE? ¿Cuál es el plan de la UE si la pax americana llega a su fin y los Estados Unidos abandona su papel de policía global?

Que la gran herencia política de Angela Merkel sea la invasión migratoria lo dice todo. La UE se ha mostrado tan incapaz de proyectar su influencia política, económica y cultural más allá de sus fronteras que hasta una política resignada y pasiva ("abramos las puertas de Europa a todo los que quieren entrar en ella ya que no podemos impedir que lo hagan") es considerado no ya como un éxito, sino como un "legado".

La gran pregunta que nadie quiere hacerse a día de hoy en la UE es la siguiente. ¿Está más cerca el islam de la democracia gracias a la influencia europea o está Europa más cerca de rebajar sus estándares democráticos gracias a la presión migratoria del islam? La respuesta es obvia y lo dice todo acerca de una UE que depende por completo de la política exterior de los Estados Unidos en sus propias regiones fronterizas. Es decir en el norte de África, Rusia y Oriente Medio.  

3. ¿Y qué hará Alemania ahora?

Pero lo importante no es lo que haga la UE ahora, sino lo que haga Alemania. Olvidemos esa larga lista de bondades espirituales con las que se ha vendido la idea de la UE a sus ciudadanos. La UE no nació como una unión económica y jurídica de todas las naciones europeas, sino como una superestructura destinada a atar en corto a Alemania.

Si Alemania renunció al militarismo tras la Segunda Guerra Mundial no fue por una súbita caída democrática del caballo totalitario, sino porque los Estados Unidos aceptaron, a cambio de esa renuncia, convertirse en los gendarmes del planeta. Y por eso los Estados Unidos han proporcionado a los europeos, a lo largo de los últimos setenta años, la seguridad que estos no han podido garantizarse a sí mismos por la inexistencia de un ejército alemán capaz de proyectarse más allá de sus fronteras

La paradoja es evidente. La genética imperialista alemana desaconseja la idea de un gran ejército alemán. Pero sin un gran ejército alemán, y abandonada por los Estados Unidos, Europa estaría indefensa frente a sus enemigos. Entre ellos y a la cabeza, Rusia.

Hasta ahora, nuestro paraguas era la OTAN. Con Donald Trump, ese paraguas ha desaparecido. El expansionismo ruso, que apenas ha empezado a dar sus primeros pasos, es la prueba de ello. ¿Utilizará Alemania la excusa del "abandono" americano para dotarse de un ejército mayor capaz de frenar a Rusia? ¿Y qué ocurrirá cuando toda Europa dependa de Alemania no sólo económica, sino también militarmente? 

4. Todos los europeos son iguales, pero algunos más que otros

La idea de la UE y de su principio de confianza entre los Estados miembro es una de las más exitosas de la historia contemporánea… siempre y cuando no se la ponga a prueba. Porque sometida a la más leve de las tensiones, esa idea se disuelve como un azucarillo. Los españoles hemos tenido la prueba de ello tras la huida a diferentes países europeos de los líderes del golpe de Estado catalanista de los meses de septiembre y octubre de 2017. Solicitada su extradición, tanto Alemania como Bélgica se han negado a ello con argumentos que transmiten la idea de que la Justicia española no es tan garantista y democrática como la alemana o la belga

Lo que ha dicho la UE en la práctica es que la democracia española debe ser tutelada por países más avanzados jurídica y políticamente que ella. Que España no puede defenderse de un golpe ejecutado por funcionarios de su propio Estado si estos buscan refugio en otros países de la UE. Y que ese nacionalismo contra el que se construyó la UE es intolerable en la Europa "civilizada" (léase Centroeuropa) pero tolerable en la Europa "bárbara" (léase España, Portugal, Italia, los Balcanes y Grecia) siempre y cuando no se arme demasiado revuelo. ¿O hemos de recordar la inoperancia de la UE en los Balcanes y cómo tuvieron que ser los Estados Unidos los que frenaran una guerra cuya raíz se encuentra en los intereses geopolíticos alemanes en la región?

Mientras la UE ha rechazado en el pasado la idea de una Europa de dos velocidades, la ha aplicado en la práctica respecto a España por medio de unos tribunales que desarman al Estado frente a los delitos más graves posibles en una democracia: los delitos políticos ejecutados por sus propios gobernantes. 

5. Dejemos de fingir que nos importa Europa

Es probable que la palabra alemana 'Spitzenkandidaten' no le diga nada a muchos lectores. Los Spitzenkandidaten son los candidatos escogidos por los partidos políticos de la Eurocámara (el EPP, los Verdes, el PES, el ALDE…) para liderar su candidatura a la presidencia de la Comisión europea. Candidaturas que serán votadas, en teoría, tras las elecciones de mayo de 2019.

Y digo "en teoría" porque eso es lo que se hizo en 2014, pero puede que no sea lo que se haga en 2019. La Comisión y el Parlamento europeos están de acuerdo en que se elija a su presidente mediante este sistema. Pero los países miembro de la UE prefieren volver al sistema antiguo. Es decir, a ese en el que eran los presidentes y los jefes de Estado de los países miembro los que escogían al presidente de la Comisión. 

Lo interesante es que los Spitzenkandidaten celebrarán un debate electoral televisado, en inglés, tras las elecciones de mayo de 2019. ¿Quién lo sabe? Nadie. El debate no será visto por casi ninguno de los mismos ciudadanos europeos que días antes, en las elecciones europeas, habrán votado a sus candidatos en clave estrictamente local. La incapacidad de la UE para implicar a sus propios ciudadanos en la idea de una Europa unida ha sido una constante a lo largo de su historia.

Aun así, la fidelidad a la idea de una Europa unida continúa siendo un mantra prácticamente unánime entre las elites políticas, financieras y culturales europeas. ¿Por qué seguimos fingiendo europeísmo si no nos interesa en lo más mínimo lo que ocurra en Bruselas? Dejemos de justificar ese desinterés en la "ignorancia" del pueblo, ese que por lo visto necesita ser pastoreado por los sacerdotes de la nueva moral, y empecemos a hablar de la incapacidad de las elites europeas para explicar Europa en un lenguaje comprensible para todos. 

6. No mintamos: los Estados nación no van a desaparecer

¿Una federación de antiguos Estados nación despojados de su soberanía en beneficio de una hipotética comunidad de intereses entre ciudadanos suecos, griegos, alemanes y españoles? ¡Por favor! La unidad política básica por antonomasia a día de hoy continúan siendo los Estados nación y lo seguirán siendo durante décadas. Política, cultural y emocionalmente.

Dicho de otra manera. Si mi vínculo con la nación es puramente administrativo y secundario con respecto a mi ciudadanía europea, ¿por qué se me sigue vendiendo la necesidad de pagar impuestos aludiendo a los desfavorecidos de mi propio país y no mencionando a las viudas danesas, los pobres de los suburbios lituanos o los drogadictos de la plaza Omonia de Atenas? ¿O nos hemos olvidado de la existencia de ese mecanismo de supervivencia colectiva llamado "kilómetro sentimental"?

La respuesta es fácil de imaginar. Sin ese argumento emocional "local" todo el andamiaje justificativo de las políticas redistributivas "supralocales" se viene abajo. El nacionalismo es un cáncer, sí. Pero negar las diferencias entre el supremacismo del nacionalismo catalán o vasco y sus naciones inventadas, y el vínculo político, cultural e incluso moral de los ciudadanos con sus Estados nación realmente existentes es no entender cuáles son los anclajes emocionales de la ciudadanía en un Estado democrático. Eliminemos esos anclajes y eliminaremos también los mucho más débiles anclajes que nos ligan a Europa.  

Dicho de otra manera. ¿Buscamos cohesionar artificialmente a los ciudadanos alrededor de la idea de una Europa basada en mitos políticos y culturales de dos mil años de antigüedad pero rechazamos la cohesión natural de los ciudadanos con la historia contemporánea de sus propias naciones? Buena suerte a quien intente cuadrar ese círculo de la incoherencia. 

7. Statu quo o caos

Hay una escena muy interesante en la película Brexit: The Uncivil War (2018), centrada en los entresijos de la campaña favorable a la salida del Reino Unido de la UE. Es esa en la que los dos jefes de campaña, el del "sí a Europa" y el del "no a Europa", chocan los cuernos en un pub de Londres. Craig Oliver, ideólogo de la campaña del "sí a Europa", defiende el statu quo y acusa a su oponente de mentir y de excitar el nacionalismo, la emocionalidad y el sentimiento de desposeimiento de una ciudadanía incapaz de comprender las complejidades y las ventajas de la pertenencia a la UE. Es la postura de las elites económicas, mediáticas y culturales y de la mayor parte de los partidos políticos tradicionales. 

El ideólogo del "no a Europa", Dominic Cummings, responde apelando a esa masa de ciudadanos cabreados por razones perfectamente reales y no imaginadas. El fin de la clase media. El fin del trabajo tal y como lo conocemos. El olvido, rayano en el desprecio, con el que se ha castigado a los perdedores de la globalización. La perdida de soberanía en beneficio de una instancia burocrática lejana, fría, políticamente correcta, con ínfulas de superioridad moral y con la que resulta muy difícil empatizar. Todo ello resumido en el brillante eslogan de campaña del "no": "Retomemos el control". Es decir, "recuperemos aquello que siempre ha sido nuestro, el control sobre nuestras propias vidas, de las manos de quienes nos lo han arrebatado".  

En esencia, el diálogo entre Dominic Cummings y Craig Oliver es una metáfora del dilema que deberá afrontar la UE a lo largo de los próximos años tras el auge de unos partidos populistas que han logrado situar sobre la mesa el debate sobre la viabilidad, y la conveniencia, de la propia UE. El dilema no es novedoso. Es el que suele enfrentar en un momento u otro de cualquier gran proyecto existencial, como es la UE, a los partidarios del pragmatismo con los del caos creativo. Un caos, además, coherente con su naturaleza. Es decir, capaz de desatar fuerzas imposibles de controlar.

La decisión –que, como demuestran los ejemplos del brexit, de Hungría, de Austria, de Italia, de Donald Trump, de Bolsonaro, de Vox y del hundimiento en todo el mundo del socialismo y su marca blanca, la socialdemocracia, parece de momento favorable a la opción del caos y desfavorable para el statu quo– marcará el camino de la UE en el futuro. 

Ana Rosa Quintana durante la programación especial en el rescate de Julen.

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