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. EFE

LA TRIBUNA

Pasión por lo español

El autor reflexiona sobre las oportunidades que se le abren a Ciudadanos para tratar de intentar llegar al Gobierno una vez que la moción de Sánchez a Rajoy les ha alejado de su objetivo.  

15 junio, 2018 01:39

Aunque ambas se incardinan en el ámbito de lo que Julian Freund consideró lo político, existe una nítida distinción entre el ejercicio del poder y la lucha por su conquista o conservación. Apliquemos la navaja de Ockham y llevémosla al término de su simplicidad.

Definido por Weber como la “probabilidad de hacerse obedecer” y necesitado de una manifestación sociológica a la que llama dominación, el ejercicio del poder político tiene una base racional. El poder es voluntad, sin duda, pero ésta debe estar regida por una razón no instrumental, como habrían apuntado los utilitaristas, sino por una razón sujeta a imperativos categóricos o códigos morales. Esa es la ratio del buen gobernante, aquel que utiliza racionalmente el poder para garantizar la libertad y promover la igualdad de oportunidades, la justicia y la prosperidad de quienes, en una democracia y en palabras de Locke, consienten temporalmente su dominio.

Por ese motivo defiendo vehementemente que los gobernantes deberían disponer de un único mandato de cinco o seis años. Sin la posibilidad de reelección, el peso de la razón moral superaría a la razón instrumental convertida, según Hume, en esclava de la pasión por el poder. Aquí se hace imprescindible la inteligencia, la cultura, la coherencia y, por supuesto, un programa de gobierno que, en el caso de la España actual, bien haría preñado de convicciones como la necesidad de la unidad de España y la defensa de las libertades individuales.

Pero si queda un resquicio para la razón moral en la acción de gobierno, no sucede así en la lucha por el poder, al ser los contendientes conscientes de que las pasiones constituyen la naturaleza íntima del voto. Pese a lo que muchos creen, no se vota con la cabeza sino con el corazón, por lo que es una ley histórica que la aplicación de lo que llamó Kant la razón instrumental al servicio de la conquista del poder aluda directamente a los sentimientos de las personas.

El verdadero reto para Ciudadanos no consistirá en gobernar, sino en llegar a conquistar el poder

Vayamos al grano de los intereses liberales. El verdadero reto para Ciudadanos no consistirá en gobernar, pues dispone de un buen programa de gobierno que aplicaría de un modo racional, sino en conquistar el poder, cuestión agudizada por las últimas circunstancias. No se trata, como he escuchado repetidas veces estos días, de reencontrarse o de reubicarse, pues tanto el ideario como el programa están claramente definidos. Se trata de hallar el discurso que inflame la pasión de los españoles.

Cada candidato eleva un sentimiento a su frontispicio y hace de él su leit motive electoral. Sin movernos de nuestro país, el PSOE de Zapatero ganó agitando la pasión pacifista del “no a la guerra”, y al quedarse sin elemento pasional durante el rajoyismo, perdió la confianza de sus votantes. Ahora Sánchez, desde el poder, intentará transmitir una combinación de tranquilidad y de pasión por igualdad, implementando políticas de género y sociales sin destrozar el presupuesto ni transgredir la Constitución.

Podemos se hizo con la hegemonía de la izquierda excitando, en plena crisis financiera, la indignación hacia los privilegiados. En el mismo tracto, el PP logró mantenerse, pese a haber traicionado todas sus promesas electorales, suscitando el miedo al populismo. La verdadera razón de la caída de intención de voto de Rajoy no ha sido el caso Gürtel, sino la renuncia a los valores conservadores y, especialmente, la pérdida del miedo de la sociedad española a Pablo Iglesias, una vez atenuado su potencial destructor.

Mientras Rajoy ha permanecido en el poder, Ciudadanos no ha tenido demasiados problemas para presentar un discurso de regeneración atractivo, no tanto porque ésta constituya un motor pasional como por el rechazo que el ya expresidente del gobierno concitaba en sus propios votantes, decepcionados por el ultraje a los valores de la derecha. Pero las circunstancias han dado un giro radical. El PSOE parece dispuesto a adueñarse del discurso del centro progresista y desde el PP, a poco que cambien las cosas y mientras el rajoyismo no se suceda a sí mismo con Sáenz de Santamaría, un discurso más potente aparecerá en escena. ¿Qué le queda, pues, por discursear al partido naranja?

Hay dos sentimientos con los que Cs puede entrar en comunión con la sociedad: la igualdad y el patriotismo

Desgraciadamente para los liberales, aun debiendo ser el elemento nuclear de toda acción política, la libertad per se levanta pocas pasiones en España. No solo me refiero a nuestro hondo adagio “vivan las caenas”, o a la teoría de la servidumbre voluntaria expresada por La Boétie, sino porque ésta, incomprensiblemente, se da por descontada en Occidente. Tuvo su momento en las revoluciones burguesas y después frente al fascismo y el comunismo, pero hoy se concibe como un hecho consumado. Aunque su consolidación y extensión deba ser la tarea fundamental de todo gobierno, me temo que hacer de la pasión por la libertad el eslogan central, cuando su ausencia no asfixia, no será eficaz. Tampoco lo será la pasión por la modernización, sentimiento que solo una no demasiado extensa capa de la sociedad hace de él una seña de identidad.

Hay dos sentimientos, sin embargo, con los que Ciudadanos puede entrar en comunión con la sociedad española, persistiendo en lo que ya ha hecho e incluso incrementando su labor: la igualdad de oportunidades y el patriotismo. La igualdad de oportunidades es condición indispensable de la libertad, especialmente la que Isaias Berlín llamó positiva y Petit concibió como “no dominación”, pero tiene un componente pasional más intenso al apelar a los agravios comparativos que tanta sensibilidad suscitan en los votantes. La alusión al fin del nuevo feudalismo compuesto por los privilegios de la clase política y la desigualdad de los derechos de los territorios es un señuelo que acercaría a muchos ciudadanos.

Finalmente, el patriotismo es un sentimiento que genera optimismo. Un sentimiento profundo, telúrico, que ha despertado de su estado de latencia posfranquista como reacción al golpe de Estado en Cataluña. El patriotismo está de moda y su defensa a ultranza no va a ser asumida por ningún partido con representación parlamentaria. El PSOE nada entre las aguas constitucionalistas de Borrell y las confederales de Batet. Y es muy improbable que el Partido Popular de la “operación diálogo” cambie su rumbo drásticamente.

Es un acierto haber promovido la plataforma “España Ciudadana” para ilusionar a los españoles a través de la exposición de los símbolos de nuestra identidad nacional. La idea de celebrar actos en las ciudades más importantes contando con los líderes más destacados debería ser complementada con la formación de un extenso equipo, compuesto por sus propios cuadros regionales y locales, que pudiera llegar a todas las ciudades de más de cinco mil habitantes y admitir voluntarios de toda procedencia para convertir la plataforma en una verdadera ola transversal de patriotismo español. Ciudadanos puede asumir en exclusiva este discurso. Si lo logra, habrá superado el reto.

*** Lorenzo Abadía, profesor asociado de Derecho Constitucional, doctor en Derecho y licenciado en Ciencias Políticas y Sociología, es autor del ensayo 'Desconfianza. Principios políticos para un cambio de régimen'.

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