Carlos Mazón ha asumido esta mañana con su dimisión la responsabilidad política que cabía exigirle por su imprudente conducta en la jornada de la dana de Valencia, y por su errática y opaca política comunicativa posterior.

En una intervención adecuadamente argumentada, el presidente de la Generalitat saliente ha admitido sin rodeos sus tres grandes errores:

En primer lugar, no haber ofrecido explicaciones a tiempo sobre sus movimientos en la tarde del 29 de octubre, dando alas a las elucubraciones y los bulos.

Antes de ello, mantener su agenda de ese día, en lugar de cancelar el almuerzo y desplazarse a Utiel.

Y, por último, no haber solicitado inmediatamente la declaración del estado de emergencia, creyendo ingenuamente que el Gobierno iba a conducirse con arreglo al interés general de los valencianos.

Pero Mazón no ha querido que su cese sea leído como la atribución en exclusiva al presidente de la Generalitat de una negligencia que no es fruto de uno solo, sino de muchos.

Y por eso, además de reivindicar las labores de reconstrucción dirigidas por el general Gan Pampols, ha aprovechado la comparecencia para denunciar que el Gobierno de España no está facilitando en absoluto la recuperación.

La denuncia de Mazón es pertinente, porque un año después de la tragedia el Ejecutivo persevera en su tacticismo político. Hasta el punto de haber obligado a la Comunidad Valenciana a endeudarse por medios privados debido a su negativa a aprobar un FLA adicional. Y sigue además sin licitar las obras de adecuación del barranco del Poyo para evitar que la riada pueda volver a producirse.

En ese "ya no puedo más" de Mazón, y en su defensa frente a la feroz campaña de acoso y derribo contra él, se ha transparentado una gran dignidad. Pero también un alarde de inteligencia política.

Porque, con su renuncia, Mazón ha resituado el marco político: una vez que el inspirador de la indignación más furibunda ha rendido cuentas y se ha echado a un lado, sólo queda poner el foco en los verdaderos responsables de la no evitación del siniestro.

A saber, la Aemet, que informó a media tarde de que el temporal se desplazaba hacia Cuenca; la Confederación Hidrográfica del Júcar, que incumplió su protocolo al no alertar de la crecida del barranco del Poyo; y el Gobierno socialista, que paralizó las obras hidráulicas que habrían protegido al cauce del desbordamiento.

Que Mazón haya apelado a "esa mayoría viva y en marcha para elegir a nuevo presidente de la Generalitat" indica que el PP se ha decantado por intentar una nueva investidura con otro candidato, descartando la convocatoria electoral anticipada.

Y es la opción más cabal. Dado que la mayoría en Les Corts que le otorgó su confianza sigue vigente, el PP debe agotar todas las opciones que le brinda el sistema parlamentario para investir a un nuevo presidente antes de lanzarse a las urnas.

En cualquier caso, Mazón no ha querido irse sin lanzar una muy grave acusación directa a Pedro Sánchez, al reprocharle que "por estrategia política dejó solos" a los valencianos, entonces y ahora.

Su exhortación a "distinguir entre un hombre que se ha equivocado y una mala persona" deja una rotunda denuncia en términos morales que cede el testigo de la responsabilidad política al presidente del Gobierno.