Apenas veinticuatro horas después de haber dado oxígeno una vez más a Pedro Sánchez con la retirada de la cuestión de confianza, Junts ha reanudado las hostilidades contra el PSOE.
La portavoz de los independentistas en el Parlament ha sembrado incertidumbre sobre el apoyo de su formación a la quita de deuda de las CCAA que María Jesús Montero propondrá hoy en el Consejo de Política Fiscal y Financiera. Junts quiere que la condonación a Cataluña no sea de 17.104 millones, sino de 73.000.
Junts ha invocado el argumento de que "la experiencia nos demuestra que puede ser una nueva tomadura de pelo": "Nos quieran dar gato por liebre, porque consolida el café para todos".
Pero si la "experiencia" demuestra que el PSOE acostumbra a intentar embaucar a Junts, ¿por qué el día anterior decidió seguir las recomendaciones del mediador internacional y dar marcha atrás en su exigencia?
Jordi Turull sólo pudo decir que "el mediador cree que en los próximos días podría haber cumplimiento de acuerdos". Lo único que obtuvo Junts a cambio de su rectificación es esperar "frutos en los próximos días o semanas".
Es decir, que las expectativas de Puigdemont en que el PSOE cumpla con lo acordado a cambio de la investidura de 2023 se han vuelto prácticamente materia de elucubración o de creencia. Junts pasado de la cuestión de confianza a la cuestión de la esperanza.
Eso sí, Turull aseguró que si el verificador no logra que el PSOE cumpla, tomarán una decisión "que no será la de marear la perdiz".
O sea, que Junts le da a Sánchez la penúltima oportunidad después del enésimo ultimátum.
Alegando que "Pedro Sánchez continúa demostrando que no es de fiar", Puigdemont exigió el pasado diciembre al presidente someterse a una cuestión de confianza. Cuando Sánchez se las ingenió para postergar la decisión en el Congreso sobre la iniciativa, el prófugo aseveró que rompía las negociaciones con el PSOE.
Bastó con que la Mesa del Congreso aceptase tramitar la proposición de ley para que Junts volviera a la mesa de negociación "sectorial". Y ahora, después de haber aceptado cambiar la redacción de la proposición, Junts se aviene directamente a retirarla.
Puigdemont tiene cada vez más difícil sostener su discurso de que no permitirá que Sánchez siga "dilatando los acuerdos". Y por eso Turull se aferró al oxímoron de que retirar la cuestión de confianza no significa que hayan recuperado la "confianza" en el PSOE, que "está absolutamente deteriorada".
Lo cierto es que, para variar, Puigdemont no ha obtenido de Sánchez nada más que una nueva promesa difusa sin plazos de ejecución para abordar los temas que quedan pendientes: la amnistía completa al prófugo, la cesión de las competencias migratorias a Cataluña o el impulso del catalán como lengua cooficial en la UE.
En realidad, el plomizo e interminable serial de las relaciones tormentosas entre PSOE y Junts tiene como solo propósito interpretar un teatrillo que permita a ambos partidos comprar tiempo con sucesivas prórrogas, dado que estirar la legislatura redunda en el interés de ambos.
El problema es que, mientras Sánchez y Puigdemont ganan un día más, los españoles lo pierden. Y la excepcional coyuntura política actual desaconseja encarecidamente malbaratar los recursos políticos en juegos estériles.