Alberto Núñez Feijóo y Pedro Sánchez pusieron el viernes el broche a la campaña más ominosa y bronca de la historia de la democracia con un llamado a una movilización "masiva" en las elecciones que se celebran hoy. Los dos grandes líderes nacionales han personificado a sus respectivos partidos durante todo el periodo preelectoral para espolear a sus electorados, conscientes de que en estos comicios no sólo se dirime el reparto del poder territorial para los próximos cuatro años, sino también un posible cambio de ciclo en la política española.

Porque tradicionalmente un vuelco en las elecciones autonómicas y municipales se ha correspondido con un posterior cambio de Gobierno nacional. La segunda vuelta de las generales en diciembre estará condicionada, ante todo, por el número total de votos: si se consuma una marea azul en toda España, o si el PSOE resiste mejor de lo que se esperaba.

Sánchez sabe que este domingo se juega también su futuro. De ahí que, contra el criterio de sus candidatos regionales y locales, el presidente haya insistido en monopolizar el protagonismo de la campaña. Algo que claramente ha acabado volviéndosele en contra. Pues era el PP, con unos candidatos autonómicos menos pujantes, el más interesado en nacionalizar la campaña, mientras que el PSOE tenía más que ganar en clave municipal y autonómica.

De modo que los nueve presidentes socialistas van a poner en juego no sólo su título, sino también, en cierta medida, el de Sánchez. Porque el presidente va a jugarse lo que ganó en 2019, cuando pudo reforzar su poder después de que el PSOE aventajase al PP en más de un millón de votos.

Hoy podría suceder justamente lo contrario. Si el PP logra volver a arrasar como en las autonómicas de mayo de 2011 (que preludiaron la caída de Zapatero y la llegada de Rajoy al Gobierno), Feijóo podría tener un pie en La Moncloa.

Así, es evidente que el PP sale hoy a ganar, mientras que el PSOE acude a las urnas con la intención de resistir. Pero los resultados de los dos principales partidos no serán los únicos factores determinantes del futuro político próximo a nivel nacional.

También se miden en estas elecciones la eventual desaparición de Ciudadanos (que  probablemente quede fuera de la mayoría de parlamentos autonómicos), la supervivencia o el hundimiento de Podemos (que podría ser decisivo para permitir a algunos barones socialistas retener sus gobiernos) y, en consecuencia, las posibilidades de Sumar. Añadiendo el factor Yolanda Díaz a la ecuación, quién logre el tercer puesto será clave para la aritmética de los pactos de los que dependerán los ejecutivos autonómicos. Y, a la postre, el próximo Gobierno central.

Y es que aunque poco después del cierre de los colegios electorales esta noche ya podremos tener una imagen nítida de los triunfadores y perdedores del 28-M, una gran parte de su balance se resolverá en la fase postelectoral. En este sentido, está por ver cómo gestionará Feijóo los acuerdos de investidura con Vox que previsiblemente necesitará para arrebatarle algunas plazas importantes al PSOE.

Aunque con el fin del bipartidismo ya no es tan determinante cuál sea la lista más votada, los resultados de hoy sí permitirán formarse una idea de cómo llegará a las generales la relación de fuerzas entre los bloques. Y precisamente con el ánimo de escapar de esta tensionada dinámica bifronte, este 28-M ofrece una oportunidad para que PP y PSOE exploren otra fórmula de gobernabilidad. Sánchez, rectificando en los ayuntamientos y los parlamentos regionales su política de alianzas, y Feijóo, excluyendo a Vox como posible socio.

Así, una buena forma de que los dos grandes partidos alcancen un compromiso mutuo para marginar a los extremismos a izquierda y derecha sería que Sánchez aceptase la oferta de Feijóo de dejar gobernar a la lista más votada.

Es evidente lo mucho que hay en juego en las más de 8.000 elecciones distintas, entre municipales y autonómicas, que hoy se celebran. Los ciudadanos tienen la posibilidad de propiciar con su voto un cambio de modelo político que devuelva a España a la senda de la centralidad y la concordia.

Que los españoles no duden pues en acudir a las urnas. Y que lo hagan con la seguridad, desoyendo a quienes han alentado las sospechas de "pucherazo", de que los procedimientos de censo, voto y escrutinio de nuestro sistema electoral están blindados frente al fraude y la manipulación por las más exhaustivas garantías.