Rusia lanzó en la madrugada de ayer un ataque con misiles sobre un bloque de edificios en Dnipro, que ha dejado al menos 29 muertos. Esta cruel ofensiva ha llevado a las autoridades ucranianas a hablar de "genocidio".

El ejército ruso vuelve así a recurrir al bombardeo indiscriminado de civiles, dejando sangrientas estampas que recuerdan a las masacres de los primeros compases de la guerra.

El recrudecimiento del conflicto de las últimas semanas se ha dejado sentir también en Soledar y Bakhmut. Las dos ciudades llevan desde junio siendo escenario de las batallas más prolongadas y mortíferas de la guerra.

Esta "picadora de carne", como la han denominado ambos ejércitos, es un vivo reflejo de la irracionalidad de las tropas rusas, que permiten que el Grupo Wagner, desplegado en la zona, dé rienda suelta a su sadismo.

Porque el "Verdún del siglo XXI" en el que se han convertido Soledar y Bakhmut, cobrándose miles de vidas sin que se hayan producido avances significativos, sólo se explica por la obcecación de los mercenarios en blandir la conquista de estas dos ciudades frente al Kremlin.

Y es que en las últimas semanas se ha evidenciado una pugna interna entre el Ministerio de Defensa de Rusia y el grupo paramilitar. La escasa efectividad del Grupo Wagner como fuerza de combate, cuyas campañas no han sido merecedoras de tal desperdicio de vidas y de munición, ha servido para socavar su reputación en Moscú.

Pero, al mismo tiempo, los mercenarios, junto con los destacamentos chechenos y el grupo de halcones ultranacionalistas, están cercando a Vladímir Putin e imputándole el pobre desempeño de las tropas rusas. Por eso, el presidente ruso degradó el pasado miércoles al llamado "carnicero de Siria", como muestra de fuerza frente a los grupos paramilitares asociados.

Los focos activos de enfrentamiento están relativamente estancados, y las posiciones de ambos contendientes, muy estabilizadas. Sin embargo, la aparente toma rusa de Soledar y las nuevas oleadas de cruentos ataques sufridos por Ucrania hacen presagiar el próximo inicio de una escalada bélica.

Ambos bandos están aprovechando este momento de punto muerto para recobrar las fuerzas de sus exhaustas tropas y para abastecerse de nuevo armamento importado de sus socios internacionales. Rusia refuerza su alianza con su club de parias, Irán y Corea del Norte. Ucrania, por su parte, está a la espera del envío de tanques británicos, que podrían tener una influencia decisiva en el desarrollo de la guerra.

Habiendo logrado contener los esperanzadores avances ucranianos previos al invierno, Rusia pasó a tomar posiciones defensivas. Moscú ha venido apostando por la estrategia de lanzar ataques aéreos con misiles y drones suicidas contra la infraestructura civil básica ucraniana.

Pero Kiev sigue sin rendirse. Y Rusia podría estar preparando una reanudación de las operaciones ofensivas desde Bielorrusia, incorporando a los reservistas movilizados en septiembre, cuando llegue la primavera.

Sea como fuere, todo parece indicar que la guerra no acabará pronto. Para evitar nuevas carnicerías en Ucrania, los países occidentales tienen la responsabilidad de incrementar su apoyo militar a su aliado oriental, que podría estar a las puertas de lo peor de la invasión.