Durante meses se ha cuestionado la renuencia de Emmanuel Macron a visitar Kiev. Una renuencia llamativa dado que el francés ocupa la presidencia semestral de la Unión Europea; dado que sus homólogos de Canadá, Reino Unido o España sí lo han hecho; y dado que se han superado ya de forma amplia los cien días de guerra.

Las críticas arreciaron cuando el presidente de la República Francesa abogó por la negociación entre Rusia y Ucrania (es decir entre invasor e invadido) y pidió evitar la "humillación" de Vladímir Putin, lo que el Gobierno ucraniano y otras repúblicas del este encajaron como es lógico como una ofensa.

También cuando Macron se ofreció como mediador entre Moscú y Kiev, al igual que habían hecho países tan dudosos en este escenario como Turquía o China.

Macron siempre argumentó que visitaría a Volodímir Zelenski cuando creyera que era el momento. El momento llegó ayer. Macron viajó a Kiev con Olaf Scholz, canciller de Alemania, y Mario Draghi, primer ministro de Italia, para reunirse con Zelenski y visitar las tierras bañadas de sangre de Irpin y Bucha.

Los tres líderes europeos hicieron público ayer un mensaje oficial. El de que la UE está con Ucrania. También anunciaron el incremento de la ayuda militar y el sí de los tres a la candidatura de Ucrania a la Unión. No contestaron sin embargo a si se le ha planteado a Zelenski la necesidad de buscar una salida negociada a la guerra.

Viaje sin España

En la fotografía de ayer llaman la atención dos ausencias.

De un lado, la de Polonia. Porque Polonia ha sido, desde el 24 de febrero, el país europeo que más ha presionado para castigar los crímenes de Rusia y responder con dureza al régimen de Vladímir Putin, movido por la convicción de que una reacción débil animará a Moscú a abalanzarse sobre más territorios. 

Por otro lado, la de España. El eje Berlín-París ha dejado claro que Roma está invitada al grupo de las decisiones importantes, pero Madrid no. Es lo mismo que ocurrió en enero, cuando la plana mayor europea se reunió para dialogar con el Kremlin. En aquella ocasión, Pedro Sánchez no estuvo entre los invitados. 

Es muy probable que la debilidad proyectada por el Gobierno, la pésima trayectoria de la economía nacional desde la pandemia, la incapacidad demostrada para lidiar con Marruecos y Argelia sin la ayuda permanente de Bruselas, y la alianza del presidente con partidos radicales refractarios a la OTAN y equidistantes frente a Rusia no estén contribuyendo a revertir la situación. 

Señal de valor político

A nadie se le escapa que conceder el estatus de candidato a Ucrania, y probablemente Moldavia, tendrá a corto plazo más valor que el simbólico. Turquía lleva en el proceso desde 1999 y los requisitos para el acceso a la UE son inasumibles para ambos. Al menos, a corto y medio plazo.

Pero envía una señal de alto valor político a Moscú y demuestra que la UE no es ese leviatán inane y cuyos miembros son incapaces de ponerse de acuerdo en los temas relevantes que ridiculiza el populismo antiglobalista. 

Tampoco pasemos por alto que ni Alemania ni Francia, ni mucho menos Italia, tendrán un papel tan decisivo en la guerra como el de Estados Unidos.

Pero que Macron, Scholz y Draghi visiten juntos a Zelenski envía un mensaje contundente y alentador a la resistencia ucraniana, y uno decepcionante al pueblo español. Confirma que Madrid está muy lejos de los centros de poder que marcan el destino de Europa.