La manifestación en defensa del mundo rural que este domingo ha reunido en Madrid a 400.000 asistentes según los organizadores y 100.000 según la Delegación del Gobierno ha demostrado que el malestar de los agricultores y los ganadores españoles no es minoritario.

Mucho menos, como defendía Unidas Podemos en sus redes sociales, cosa de terratenientes y marqueses. Tampoco una causa de la ultraderecha putiniana, como ha defendido Adriana Lastra este domingo en Oviedo durante un acto del PSOE.

Ni en España hay 400.000 marqueses y terratenientes, ni los agricultores y ganaderos que ayer recorrieron la Castellana de Madrid enfundados en buena parte en chalecos naranjas (el color con el que se identifican los cazadores) se manifestaban a favor de Vladímir Putin o la invasión de Ucrania.

Lo hacían para pedir ayudas urgentes para un mundo rural muy castigado por el aumento de los precios. Del combustible, pero también de los piensos y de otros muchos productos de uso habitual e inescapable en el campo y la ganadería. 

Un malestar muy real

Más fundamento tiene la acusación de que la derecha populista de Vox está intentando capitalizar las protestas de transportistas, cazadores, ganadores y agricultores aprovechando la coincidencia de su programa con algunas de las reivindicaciones de dichos sectores.

Pero incluso aunque ese fuera el caso, la izquierda debe reconocer que el malestar es real, que las condiciones de vida de la clase trabajadora en España han empeorado sensiblemente a lo largo de los dos últimos años y que algunas de las causas más ardorosamente defendidas por la izquierda son incompatibles, o difícilmente compaginables, con la supervivencia del mundo rural

La sensación de agravio, en definitiva, es una realidad a la que ha contribuido en buena parte la llegada al Gobierno de una izquierda urbanita, con un llamativo desconocimiento del funcionamiento del mundo rural, completamente alejada de sus problemas y que ha ideologizado incluso el consumo de carne, la fiesta de los toros o la tenencia de mascotas domésticas (para la que Podemos pretende exigir un curso de capacitación). 

A la manifestación se han sumado, además de Vox, Ciudadanos y el PP. Los primeros, por medio de Edmundo Bal. Los segundos, con la presencia de Esteban González Pons, número dos oficioso de Alberto Núñez Feijóo. Cuca Gamarra, portavoz popular en el Congreso y coordinadora general del PP, ha reclamado a Sánchez que "escuche y dialogue" con la España "real" que "necesita medidas urgentes para sobrevivir". 

Cese de la demonización

La manifestación ha demostrado también el menguante peso de los sindicatos UGT y CC. OO., identificados de forma clara por los manifestantes como adláteres del PSOE. Pero sobre todo ha demostrado la sintonía entre sectores muy heterogéneos del mundo rural. Desde los regantes hasta los cazadores, pasando por los criadores de toros de lidia, las cooperativas agroalimentarias e incluso esos pequeños ganaderos que Podemos opone a las macrogranjas, pero que ayer se manifestaron en contra del Gobierno.

Y ese es, precisamente, el peligro para PSOE y Unidas Podemos. Que las reivindicaciones de sectores en principio alejados entre sí (algunos de esos sectores reclamaban medidas económicas mientras que otros, más ideologizados, reclamaban el cese de su demonización por parte de la izquierda) acaben confluyendo en un único movimiento de protesta que se sume al de otros sectores también vapuleados por la crisis.

El Gobierno no puede, en resumen, fiarlo todo a esa propaganda que pretende identificar a los manifestantes con Putin, con la ultraderecha o con Vox. Por más que una parte de ellos pueda sentirse cercano a los de Santiago Abascal, con los cazadores a la cabeza, sus reivindicaciones no deberían dejar de ser tan tenidas en cuenta como las de los colectivos afines a PSOE, Podemos y sus socios de Gobierno.