Una bandera de Ucrania cubrió este domingo el cadáver de Sigfrido en el Teatro Real de Madrid durante la última representación de El ocaso de los dioses, la ópera que cierra la tetralogía de Wagner El anillo del nibelungo. Sigfrido, cuyos paralelismos con el héroe mitológico griego Aquiles son evidentes, encarna entre otros valores el idealismo que está en la raíz de la Unión Europea (UE). Y de ahí el enfoque antibelicista que Robert Carsen ha imprimido al montaje que ha podido verse en el Teatro Real. 

El Sigfrido de hoy es esa Ucrania que lucha contra el dragón del imperialismo soviético. Una Ucrania que ha solicitado formalmente su ingreso en la UE como símbolo de su identificación con los valores liberales y democráticos europeos. También, como muestra de su distanciamiento de la Rusia de Vladímir Putin.

Se ha equivocado por tanto el alto representante de la UE para los Asuntos Exteriores, el socialista Josep Borrell, cuando ha respondido a una pregunta sobre ese hipotético ingreso apelando al corto plazo: "Ahora tenemos que centrarnos en pasos más prácticos. La adhesión es algo que requiere tiempo, muchos años. Y lo que tenemos que hacer nosotros de forma inminente es dar una respuesta en las próximas horas. Ucrania tiene claramente una perspectiva europea, pero ahora tenemos que luchar contra una agresión. Contra alguien que se cree más fuerte e impone la ley de la jungla".

Largo proceso de adhesión

Por suerte, las palabras de Borrell no han calado y el pleno del Parlamento Europeo ha anunciado que aprobará hoy martes una resolución en la que pedirá a las instituciones comunitarias que se le otorgue a Ucrania el estatus de país candidato a entrar en la UE. El Parlamento Europeo también pedirá una batería de sanciones adicionales que incluyan restricciones al gas y al petróleo rusos. 

Ucrania no tiene fácil entrar en la UE. El proceso se alargará varios años por más que se intenten acelerar los plazos. Sirva como ejemplo el ingreso de Croacia, el último país en incorporarse a la UE, cuyo proceso de admisión culminó en 2013 después de una década de negociaciones. 

Los países candidatos deben cumplir, de acuerdo con el artículo 49 del Tratado de la UE, varias condiciones para poder ingresar. Entre ellas, la de disponer de instituciones estables comprometidas con la democracia, el Estado de derecho y los derechos humanos. También, contar con una economía de mercado competitiva y ser capaz de asumir la inmensa maraña de normativa legislativa que la UE impone a sus miembros.

Europa se lo debe 

Es evidente, como dice Borrell, que el ingreso de Ucrania en la UE no tendrá lugar mañana ni durante las próximas semanas o meses. Pero también lo es que el simple gesto de aceptar su candidatura al ingreso le daría a este país del este europeo un estatus del que ahora carece. Cuestión aparte es si ese estatus sería interpretado por Rusia como una declaración de guerra. Pero, llegados a este punto, ¿qué diferencia supone eso si las tropas de Putin ya rodean Kiev?

Europa se lo debe a Ucrania. Ucrania renunció a su arsenal nuclear, heredado de la antigua Unión Soviética, a cambio de protección frente a un hipotético resurgimiento del Imperio ruso. Llegado el momento de la verdad, tanto la UE como la OTAN han dejado sola a Ucrania.

Es cierto que la reacción ha llegado finalmente y que está siendo más contundente de lo que era previsible en un primer momento, con Alemania a la cabeza de esa sorprendente caída del caballo. Pero también lo es que ha habido que esperar a que Ucrania fuera invadida para que la UE se pusiera en marcha. Darle a Ucrania el estatus de país candidato sería el mejor mensaje que la UE podría enviarle a Putin.

Ucrania debe pertenecer por derecho a la esfera europea, no a la exsoviética.