El Gobierno español envió este martes un documento a la Comisión Europea para demandar “medidas extraordinarias con carácter de urgencia” que permitan rebajar el precio de la luz. La respuesta de Bruselas, con alemanes, neerlandeses y nórdicos a la cabeza, fue rotunda: no.

Tras la reunión extraordinaria de ministros de Energía celebrada en Luxemburgo, once países dejaron claro a España que la implantación de un nuevo sistema de fijación de precios en la Unión Europea para sustituir al actual (que establece que el recurso más caro, actualmente el gas, marca el precio mayorista de la luz) no solucionará los problemas que sufren millones de ciudadanos del continente.

A pesar de que Francia e Italia respaldaron parcialmente la propuesta del Gobierno español, la mayoría se decantó por desestimarla, con el argumento de que, en el caso de aplicarla, los inconvenientes superarían cualquier ventaja. Llegaron a alertar sobre la posibilidad de apagones generalizados en Europa en el caso de asumir la iniciativa española. Y subrayaron que la actual escalada de precios responde a un fenómeno transitorio que no obliga a adoptar soluciones a la desesperada.

“Dado que los picos de precios se deben a factores globales, debemos tener mucho cuidado antes de interferir en el diseño de los mercados interiores de la energía”, resumieron en un mensaje conjunto.  

Pulso perdido

El Gobierno español había amenazado en su carta con retirarse del mercado energético comunitario de no ver atendida su petición. Bruselas, lejos de torcer el brazo, dijo que no admite excepciones e instó a España a resolver sus problemas dentro de los marcos establecidos.

Si bien la intención de Sánchez pretendía amortiguar los efectos del desorbitado aumento del precio de la luz (va camino de cuadruplicarse respecto a los valores del año pasado), lo lógico hubiera sido que, antes de lanzar un pulso que no podía ganar, hubiese medido sus fuerzas. Salvo que su puñetazo en la mesa estuviera pensado más en clave interna, de cara a la galería, para demostrar al público español que no piensa quedarse de brazos cruzados.

Hubiera sido quizás más productivo explorar otros mecanismos a su alcance o imitar a países como Italia, que logró bajar el precio a los consumidores con “medidas fiscales más agresivas”, como apunta el consultor especializado Jordi Martínez en EL ESPAÑOL. Buscar culpables en Bruselas es desviar la atención.

Sugerir que la solución al problema está en la salida del mercado compartido, desafiar a los socios europeos o jugar la carta del abandono abre un camino peligroso. Pocas soluciones pueden encontrarse rompiendo la unidad, más si cabe en un problema global como el de la energía. Aquí, el futuro pasa por más Europa, y no por menos.