La crisis diplomática entre el Gobierno de Pedro Sánchez y Marruecos ha seguido el compás que ha querido imponer Rabat. Las continuas declaraciones en tono de amenaza sobre las "consecuencias" de haber acogido al líder del Frente Polisario, Brahim Ghali, y el apoyo a la invasión de civiles en Ceuta han tenido una respuesta sobria por parte del Ejecutivo.

La llamada a consultas de la embajadora de Marruecos, Karima Benyaich, traslada la lectura contraria de lo sucedido. Dado que el agravio lo ha cometido Rabat, debería de haber sido el Ejecutivo español el que llamase a consultas a su embajador. España parece ahora rehén del regreso de la embajadora marroquí.

Debe quedar claro que a pesar del calamitoso error de la ministra Arancha González Laya, el verdadero episodio de agresión ha sido la entrada masiva de inmigrantes auspiciada por las autoridades marroquíes. Entre todas las preguntas que surgen sobre la equivocación del Ministerio Asuntos Exteriores está la de por qué se quiso engañar falseando la identidad de Ghali cuando podían alegarse perfectamente estrictas razones humanitarias para darle tratamiento médico.

Dos ministros

Esa torpeza de Laya y la inacción de Fernando Grande-Marlaska al no reforzar la frontera son motivos suficientes para que Sánchez decida reemplazarlos, más aún cuando en el caso del ministro del Interior llueve sobre mojado. Tal y como publicamos hoy en EL ESPAÑOL, entre los 8.000 que invadieron Ceuta había jóvenes adoctrinados que ya investiga el CNI y que pueden ser un grave problema para la seguridad en el continente. 

No hay que olvidar, en cualquier caso, que la presencia de Podemos en el Ejecutivo ha favorecido que se llegue a estos límites de fricción con el régimen marroquí. Su postura sobre el Sáhara y los continuos desplantes a Rabat han acabado deteriorando las relaciones entre ambos países. Sánchez ha acabado siendo rehén de las posiciones de Podemos.  Es, por tanto, el momento de que España cambie su posición por las dos vías posibles: la negociación y el apoyo de sus socios europeos.

Es una burla y una provocación intolerable que este mismo domingo el ministro de Exteriores marroquí declarase que estamos ante una "crisis migratoria, nacida de una crisis política" de la que además responsabiliza a España. Además, dice que "Madrid ha creado la crisis y quiere que la asuma Europa" e incluso amenaza con la "ruptura" si no hay una rectificación. Sin aspavientos pero con firmeza, Sánchez debe parar los pies a Rabat de la mano de la UE.

Política migratoria

España necesita una postura común de la Unión Europea frente a Rabat, sobre todo por cuanto Estados Unidos está jugando con Biden a la ambigüedad y la equidistancia. 

Es acertado por ello el paso que hoy da Sánchez en Bruselas junto al primer ministro italiano, Mario Draghi, en busca de propiciar una reforma urgente de la política migratoria. España e Italia, por su posición de frontera sur, están muy expuestos al éxodo africano. 

Está claro que Marruecos es un aliado fundamental de España, y que hay que poner todo el empeño en recuperar las buenas relaciones. Pero el Gobierno tiene que saber cuál es su papel y tener un plan alternativo por si Rabat se empeña en romper la baraja.