La farmacéutica norteamericana Pfizer anunció este lunes una efectividad del 90% en la vacuna contra el coronavirus que está desarrollando. Según ha anunciado la firma junto a la biotecnológica BioNtech, han podido observar un éxito de importancia en el primer análisis intermedio del estudio de fase tres del tratamiento. De entrada, la noticia es más que positiva y así ha sido recibido por los principales mercados bursátiles del mundo, que se anotaban importantes subidas.

Y hay otra lectura, que por circunstancial no deja de ser fundamental: la posición de cabeza que asume  Estados Unidos en la lucha contra la pandemia coincide con la victoria de Joe Biden en las presidenciales. Algo que supondrá un cambio en la estrategia en la que el país combatirá la Covid-19.

El presidente electo ha mostrado un compromiso firme en la erradicación de la enfermedad mediante un ambicioso plan que contempla un comité científico de doce expertos y tests gratuitos para la población. Algo que se aleja del infantilismo con el que Donald Trump ha afrontado una enfermedad que afecta a cerca de 10 millones de norteamericanos.

Impotencia autonómica

La esperanza por la ansiada vacuna difiere, sin embargo, de las cifras que muestra España. Este fin de semana se han contabilizado 512 fallecidos, la estadística más alta en la segunda ola de la epidemia y en un escenario en el que las Comunidades Autónomas son incapaces de imponer unas medidas más restrictivas que el Gobierno central parece eludir por cálculos políticos y de imagen.

En el condicional más positivo, España recibiría entre 20 y 30 millones de vacunas según el reparto comunitario. Teniendo en cuenta que la dosis de la vacunación es doble, haría que en torno a 15 millones de españoles pudieran beneficiarse del medicamento a partir de enero. Una ratio insuficiente que habrá que destinar a los sectores más vulnerables. Y eso, insistimos, en el futurible más optimista. España tiene comprometidos, además, 31 millones de dosis con la británica AstraZeneca que, con más lentitud, se está probando ahora mismo en Australia.

Las cautelas

La noticia de la efectividad del tratamiento de Pfizer, además, hay que acogerla con todas las cautelas del mundo: a la lenta logística en el reparto de las dosis hay que añadir el riesgo evidente de que, en un futuro, el coronavirus mute y haya que ensayar nuevas soluciones que obliguen a que la vacuna sea como la de la gripe; estacionaria.

En cualquier caso, nos va mucho en la carrera internacional por la vacuna. Y conviene que las farmacéuticas europeas redoblen esfuerzos en tanto que en España hay que exigir a los representantes públicos el mismo desvelo que los investigadores ponen en combatir la epidemia. Acaso porque el contraste resulta grotesco.