La bronca política que desde hace semanas protagonizan Pedro Sánchez e Isabel Díaz Ayuso a cuenta de la epidemia de coronavirus es de una irresponsabilidad inaudita. Ambos escribieron ayer el último capítulo: millones de madrileños se fueron a dormir en medio de un gran desconcierto, sin saber qué normas seguir o incluso si podían hacer planes para el puente festivo.

Aunque a media mañana se conoció que los tribunales tumbaban la orden del ministro Illa para cerrar diez ciudades madrileñas -entre ellas la capital-, a lo largo de toda la jornada Sánchez y Ayuso fueron incapaces de llegar a un mínimo acuerdo para transmitir confianza a los ciudadanos.

Por ello, los llamamientos de unos y otros a la "responsabilidad individual" para evitar actitudes negligentes que pudieran desembocar, por ejemplo, en un éxodo masivo, resultó patética. ¿Cómo piden responsabilidad cuando son los primeros en no demostrarla?

Caos permanente

En realidad, Madrid vive en un caos permanente desde que la segunda ola de la pandemia ofreció un tentador campo de batalla al Gobierno central y al autonómico para dirimir sus diferencias. Esa pugna sólo ha servido para desperdiciar un tiempo precioso. Hoy se cumplen nada menos que 18 días desde la pomposa y estéril reunión del 21 de septiembre entre Sánchez y Ayuso, que de por sí ya llegaba tarde. 

Si algo ha dejado claro esta guerra es que el Estado autonómico no está preparado para situaciones de emergencia como la que estamos viviendo, al menos si no hay consenso entre los grandes partidos.

¿Interés general?

Ha quedado demostrado, también, el error de Sánchez de empeñarse en no modificar la ley de Sanidad de 1986, pese a las insistencias de Pablo Casado para que lo hiciera. De haberle hecho caso, Illa no habría tenido que acabar recurriendo a una norma inadecuada para restringir derechos fundamentales. La Justicia ha tumbado la orden del Ministerio de Sanidad para confinar perimetralmente Madrid no porque no se pueda hacer, sino porque las autoridades no han seguido los cauces legales para hacerlo.

El pulso entre el Gobierno central y el madrileño por ver quién sale victorioso políticamente en medio del drama de la pandemia, anteponiendo sus estrategias al interés general, retrata a ambos. Su mezquindad ha causado graves trastornos a los ciudadanos, ya veremos qué consecuencias económicas y un daño irreparable a la propia imagen del país.