Este viernes el independentismo catalán asiste a la Diada más extraña de los últimos años. Las imágenes que veremos hoy distarán mucho de las de hace tan solo 365 días, cuando se dio el pistoletazo al llamado otoño catalán y que se caracterizó por la violencia separatista ante la sentencia del Tribunal Supremo que llegó a colapsar las calles de Barcelona y que pusieron la Ciudad Condal al borde del colapso

No es que no continúe el desafío al Estado de los sectores más próximos a Carles Puigdemont y jaleados, en Cataluña, por el presidente de la Generalitat. Pero lo cierto es que, aunque sea la Diada previa a unas elecciones que presumiblemente tendrán lugar el próximo invierno, hay dos realidades que explican, de modo meridiano, la escasa atención del día grande de las reclamaciones independentistas. 

La desmovilización 

El separatismo está abierto en cana: ERC se ha avenido a un cierto cambio de actitud con respecto al Gobierno central y la amenaza del Covid en una Cataluña especialmente castigada por la pandemia hace el resto para desmovilizar hasta a los más dogmáticos.

Respecto a la división de los separatistas, está claro que la reciente purga de Quim Torra de lo que quedaba del PDeCAT en el Gobierno de la Generalitat ( los cuatro consejeros más moderados de lo que fue la antigua Convergència) da, por contraste, a ERC cierto margen de maniobra de interlocución con el Ejecutivo, esa cierta aparencia de moderación a la que nos hemos referido antes.

Abucheo previsible

Pero es que además el Govern, aunque aliente las manifestaciones con la boca pequeña, no tiene previsto acudir con la excusa del Covid y para evitar que le abucheen doblemente: por la pésima gestión de la crisis sanitaria y, desde los más radicales, por no haber logrado hito alguno de cara a la independencia.

Además, este 11-S se produce en vísperas de la inhabilitación de Quim Torra por el Tribunal Supremo, lo que añade más confusión a una jornada que poco va a tener de particular y le priva al propio Torra de pregonar su discurso victimista del Estado represor, en la linea de lo que clama la ANC. Una Diada atípica, en el fondo, en la que el separatismo ya es incapaz de esconder el verdadero relato: el de sus cuchilladas.