El histórico pacto de los 27 para paliar los catastróficos efectos del Covid-19 es una gran noticia para la UE y para España. Para, Europa, porque borra esa imagen de escisión entre norte y sur, y de jaula de grillos en la que es imposible el entendimiento, percepción que alimenta siempre que puede el populismo euroescéptico.

Precisamente el hecho de que las dos almas del Gobierno de coalición en España hayan coincidido en ponderar las virtudes del acuerdo consagra la idea de que Europa no es ese conciliábulo de mercaderes que dibujan los radicales, sino un proyecto que, con sus vaivenes, se preocupa por las políticas sociales, por el medio ambiente, por la transición energética... y que es capaz de encontrar el entendimiento en unas circunstancias tan difíciles. Estamos ante el mayor paquete económico movilizado jamás en la historia de la UE.

Reformas estructurales

La culminación del acuerdo también es una oportunidad para nuestro país. Primero porque los 140.000 millones para la reconstrucción ayudarán a transitar en condiciones más favorables la travesía del desierto que nos espera. Pero también porque las exigencias de Bruselas que imponen un uso condicionado y responsable de los fondos permitirán acometer reformas estructurales y ahuyentar cualquier veleidad ideológica del equipo de Iglesias. 

Para ser beneficiario de los fondos habrá que acometer una serie de tareas que pasan, principalmente, por reforzar el sistema sanitario, establecer un plan presupuestario a medio plazo, invertir en I+D+I, combatir la alta tasa de temporalidad laboral, mejorar la educación y el modelo laboral, y una mayor implicación en la lucha contra el cambio climático. 

Freno de mano

Sería injusto no reconocer el papel jugado por Sánchez en las negociaciones. Ha tenido que vencer grandes resistencias y la desconfianza a la composición de su Ejecutivo. Sin duda, el hecho de ser el primer presidente español que habla inglés con fluidez ha facilitado las cosas, pues ha podido debatir durante cuatro días de tú a tú con el resto de líderes. Y ahí, su cara a cara con el holandés Rutter. Pero también la gira previa a la cumbre que realizó para preparar el terreno ha dado sus frutos.

Que Iglesias diga ahora -está en su derecho- que le parece muy bien todo lo acordado y venda que sus recetas las asumen Merkel o Macron no variará la realidad. El posible veto de Europa, representado en el mecanismo del freno de mano -por el que cualquier Estado puede bloquear los fondos por incumplimiento de la doctrina comunitaria-, nos protege de la agenda radical de Podemos.