Pedro Sánchez ha comparecido este martes para dar cuenta de las medidas con las que el Gobierno quiere llegar al escenario de "una nueva normalidad" que podría llegar a finales de junio. Y lo ha hecho tras un Consejo de Ministros caótico al que los miembros de su Gabinete llegaron literalmente a ciegas.

Casado lamentaba por la mañana el hecho de estar conociendo flashes del programa de desescalada por la televisión. Pero ¿cómo iban a estar la oposición y las Comunidades Autónomas al tanto cuando los propios miembros del gabinete de Sánchez desconocían el documento base de la propuesta elaborado en Moncloa? A los ministros se les repartió al inicio de la reunión.

Improvisación

Lógicamente hubo tensión y la comparecencia de Sánchez ante la opinión pública tuvo que retrasarse cuatro horas. De un plumazo, Teresa Ribera dejó de ser la responsable de gestionar el fin del confinamiento. 

Sánchez remató la jornada lanzando un aviso muy preocupante al final de una rueda de prensa destinada a explicar los pormenores de la desescalada. Anunció que pretende abrir el melón constitucional con la idea de  "blindar la Sanidad pública".

Estrategia

El mensaje de esa medida es obvio: hay que acabar con el modelo mixto de Sanidad implantado en su día en autonomías gobernadas por el PP. La receta sirve además de coartada a la izquierda para imponer su agenda política, señalando al neoliberalismo como causante de los desastres causados por la pandemia. Una estrategia redonda que permite difuminar los errores de gestión del Gobierno.

En lugar de impulsar un gran pacto de Estado que sirviera para coordinar el esfuerzo de la sanidad pública y privada en el objetivo primordial de salvar vidas, asistimos a un amago de adecuar la Constitución a conveniencia. Sánchez se equivoca de nuevo al asumir los planteamientos de la izquierda radical. Deslegitimar la iniciativa privada ni siquiera es lo más inteligente para afrontar los tiempos que se avecinan.