Si algo precisa la grave situación que vive España es que sus políticos abandonen el tacticismo y los juegos de manos, y se pongan verdaderamente a la tarea de salvar el país. Hace ya cuarenta días que las palabras se han revelado ineficaces.

La comparecencia de Pedro Sánchez de este miércoles en el Congreso para solicitar la prórroga del Estado de alarma y el trazo grueso de la réplica del líder de la oposición son la viva estampa de que todos los partidos están asumiendo la crisis según sus calendarios, con pies de plomo. Y sin que parezca existir una voluntad real de coger el toro por los cuernos.

Si nos atenemos a lo vivido en el Hemiciclo, lo cierto es que tanto PSOE como PP vuelven a exhibir una desconfianza mutua que casa poco con la imperiosa necesidad de pactar. Una desconfianza que se torna incoherencia cuando, después de arremeter en tromba contra Sánchez, los populares exigen una "Comisión para la recuperación" para buscar acuerdos "antes del 30 de junio". 

Presupuestos de guerra

Huelga decir que si concretar el acuerdo es necesario, ponerle fecha de caducidad es un error; especialmente cuando la voluntad de entendimiento ha de extenderse, como mínimo, a la aprobación de unos Presupuestos de guerra.

En esta ceremonia de la confusión, también hay que reseñar la actitud partidista de los socialistas, que en las comunidades donde gobierna el PP proponen otros pactos de reconstrucción en busca no del acuerdo, sino de presionar a Pablo Casado.

Como tampoco es comprensible que el presidente abunde en la retórica de la unidad mientras su vicepresidente Pablo Iglesias corteja al PNV e incluso a Bildu en busca de reforzar una mayoría extremista ante la evidencia del desmarque de ERC, que siempre ha pensado más en su lucha intestina con Torra que en el interés general. 

Euroescepticismo creciente

En realidad, asistimos a un escenario de reticencias que se puede aclarar -para bien o para mal- dependiendo de si el Consejo europeo de hoy da vía libre a los denominados coronabonos, cruciales para dar oxígeno a nuestra economía. De no ser así, se incrementaría el euroescepticismo de los españoles que, desde que comenzó la crisis, ha aumentado exponencialmente, según revela la encuesta de SocioMétrica que publicamos. 

La realidad de la tragedia, la misma que ha variado nuestros hábitos de vida, es la que se acabará imponiendo. Urge, por tanto, que la política tenga grandeza y abandone la palabrería y la sobreactuación. Al grano.