La sociedad española está dando muestras de una madurez y una serenidad plausibles ante una crisis sin precedentes que augura el peor de los panoramas. El esfuerzo colectivo que será necesario contrasta con la falta de voluntad política para predicar con el ejemplo.

Es lamentable que a estas alturas, y tras conocer ya que la afiliación a la Seguridad Social ha registrado el peor dato de su historia -834.000 afiliados menos-, ni el Gobierno ni los partidos sean capaces de pactar recorte alguno para la clase política, muy solidaria a la hora de mantener sus privilegios

Mal endémico 

No es una cuestión de sueldos, como algunos plantean; se trata de algo mucho más amplio. Si en las circunstancias catástróficas que vivimos hoy, no existe la más mínima voluntad de acabar con el endémico mal del clientelismo en nuestro país, es que ya no la habrá nunca.

Por eso, que el PSOE estudie destinar parte de sus sueldos de diputados y senadores a la lucha contra el coronavirus es un gesto que no va a la raíz del problema. Como el de Odón Elorza, que en pleno confinamiento presume de que renunciará a las dietas del Congreso por desplazamientos. Lo condenable sería que siguiera cobrándolas.

Privilegios

El enfado de la calle, más que comprensible, es mayúsculo y aumenta cada día, como se ve por la puesta en marcha de distintas iniciativas. Ha comenzado, por ejemplo, una recogida de firmas para promover una Iniciativa Legislativa Popular que acabe con los privilegios de los representantes públicos y las duplicidades en la gestión pública. 

Una de las obsesiones de este periódico es la de adelgazar el aparato de los partidos que parasita la Administración. Es inaplazable acabar de una vez con el vergonzante número de asesores y enchufados. Si algo ha dejado claro esta crisis es que el Estado necesita más personal médico y menos chupópteros de la política.