Este jueves, Dolores Delgado, ministra de Justicia hasta hace 38 días, ha comparecido ante la Comisión de Justicia del Congreso que examinaba su idoneidad como fiscal general del Estado. En un bronco pleno en el que PP, Cs y Vox han recordado sus dependencias políticas, Delgado se ha reivindicado como "fiscal de trinchera" y ha defendido la autonomía del fiscal "frente al Ejecutivo".

Especialmente certero ha sido el portavoz de Cs en la comisión, Edmundo Bal, que fue apartado por la propia Delgado después de que el entonces abogado del Estado se negara a rebajar al delito de sedición en la causa del procés. Bal ha calificado a Delgado de "anomalía democrática inaceptable" y augura que con ella al frente de la Fiscalía se producirá un incremento del "dolor democrático".

Con Villarejo

En el transcurso de la comisión han salido a relucir, también, las peligrosas relaciones de Delgado con el excomisario Villarejo, que quedaron plasmadas en unas cintas que no la dejaban precisamente en buen lugar.

Además, desde la oposición le han recordado cómo desde su Ministerio dejaron desamparado al juez instructor del golpe separatista, Pablo Llarena, ante los continuos escraches y amenazas de los radicales.

Reprobada

Que Dolores Delgado nace lastrada, lo demuestra el hecho de que tendrá que abstenerse en todas las causas relativas al procés, al igual que de aquellos asuntos relacionados con los partidos políticos.

Pero lo malo de su pecado original es que pocos creen en su imparcialidad, especialmente después de que se haya retratado votando como diputada socialista. Y cuenta con el dudoso mérito de haber sido reprobada tres veces por el Parlamento: no es el el mejor perfil para afrontar la despolitización de la Justicia...