El veto de ERC y JxCat a Miquel Iceta como senador abre una nueva etapa en las relaciones entre Pedro Sánchez y los separatistas, que le han dejado en evidencia después de que diera por hecho que el líder del PSC presidiría el Senado en la próxima legislatura. 

No es aventurar demasiado pensar que Sánchez habrá encajado el portazo del nacionalismo catalán como un agravio personal que no olvidará fácilmente. Sin embargo, dada la composición del Parlamento, va a tener que seguir negociando con ERC y JxCat.

Investidura

La primera conclusión que cabe extraer de este episodio es que los separatistas complican y encarecen a partir de ahora la investidura de Sánchez. Pero hay otra derivada más profunda y es que se ha quebrado la operación diálogo que el presidente del Gobierno ha intentado mantener desde el principio, ya fuera por convicción o por propia supervivencia.

Sin Iceta en el Senado, se aborta la estrategia de Sánchez de convertir la Cámara Alta  en un lugar de encuentro con los nacionalistas y en la herramienta para tratar de avanzar en la federalización de España. No es ocioso recordar que Iceta ha abogado abiertamente por el indulto a los líderes del procés y que ha dado por hecho que podría haber en el futuro un referéndum de autodeterminación en Cataluña.

Pinza

El cierre en banda de los independentistas puede hasta salirle electoralmente rentable a Sánchez de cara al 26-M. Pero además, a partir de ahora, podrá argumentar que los nacionalistas y el centro y la derecha españoles se posicionan en los extremos y bloquean la legislatura. 

Está por ver, conociendo los antecedentes de Sánchez y el doble juego de los independentistas, cuánto hay de sobreactuación por ambas partes en la ruptura de este miércoles, pero es evidente que se ha abierto una brecha con la que el presidente no contaba. En la competición por ver quién es más separatista, ERC y JxCat han dado una patada a Sánchez en el trasero de Iceta. Habrá consecuencias.