Este domingo se ha emitido la entrevista que Jordi Évole hizo a Nicolás Maduro. Aunque la entrevista se filmó el pasado viernes, y en estas horas ha aumentado aún más si cabe la presión de las democracias contra el sátrapa, Maduro está totalmente dispuesto a arrojar a su "pueblo" hacia el abismo y el derramamiento de sangre.

Sólo de esa manera se explican tanto la bravuconería como el victimismo del dictador, que en respuestas a Évole no duda en afirmar que el país está "armado" y preparado "para la guerra". En unas contestaciones propias de un histrión enloquecido que se cree bendecido por "un milagro", Maduro culpa a Occidente de intervenir en Venezuela y llega a comparar a los "bolivarianos" con los "vietnamitas". O incluso acusa a Pedro Sánchez de hacer seguidismo de la política de Washington y le vaticina que le irá "peor que Aznar". Un triste dislate.

Drama fratricida

Y todo dentro de una retórica bélica que, mientras alimenta el miedo en el interior de su pueblo, trata de desafiar al mundo civilizado. Tampoco puede olvidarse la gran amenaza velada de Maduro en la entrevista: "Lo que necesita Venezuela es unas elecciones en el Parlamento"; es decir, en la única institución en manos de la oposición. Asimismo, es reseñable que Évole no le preguntara ni por los presos políticos ni por la represión. 

En cualquier caso, Maduro ha emprendido una huida hacia delante que no puede arrastrar a los venezolanos al drama fratricida: en manos de la comunidad internacional está el impedirlo. Y nadie se puede creer que Europa sea un títere de Estados Unidos cuando, de hecho, Trump ha declarado la guerra comercial a la UE. 

Venezuela vive horas decisivas y este lunes España prevé reconocer explícitamente a Juan Guaidó. La sucesión de los acontecimientos revela que la única solución pasa por la salida inmediata de Maduro del país. De hecho, este mismo domingo Donald Trump ha admitido la "opción" de enviar tropas a Venezuela, un movimiento que rápidamente ha sido contrarrestado por una Rusia que se ha opuesto a cualquier injerencia "destructiva" en el país caribeño.

Matonismo

No es ocioso recordar que el Kremlin del "amigo" Putin es juez y parte en Venezuela. Desde 2006, Moscú ha otorgado más de 17.000 millones de dólares estadounidenses en préstamos a Caracas, a los que hay que añadir unos 6.000 millones más pactados en diciembre y por los que la empresa estatal PDVSA entregó a Rusia, y en concepto de garantía, una parte de las acciones que la compañía venezolana tiene en la petrolera norteamericana Citgo.

Más allá de las estrategias geopolíticas de Estados Unidos y Rusia en torno al país latinoamericano, el pueblo de Venezuela tiene el derecho urgentísimo a la libertad y ésa es la única prioridad. Que Nicolás Maduro no descarte una guerra civil, que diga que "el pueblo se está armando ya", prueba que el tirano está en sus estertores y que sin embargo está dispuesto a echar mano del matonismo de sus temibles colectivos paramilitares. Y eso le hace aún más peligroso.