Pedro Sánchez ha conseguido insuflar oxígeno a su legislatura. La minicumbre entre el Gobierno y la Generalitat que Moncloa juró y perjuró que nunca tendría lugar, acabó celebrándose el mismo día que los nacionalistas daban el sí en el Congreso a la senda de gasto, el paso previo a la aprobación de los Presupuestos. 

Esta reunión de Sánchez y Torra, y la de tres ministros con otros tantos consejeros de la Generalitat en el Palacio de Pedralbes, es la escenificación de que el presidente del Gobierno recupera el favor de los partidos separatistas

Diálogo vacío

En realidad ambas partes han escenificado un diálogo vacío que, no obstante, les sirve para que la pelota siga rodando: las autoridades independentistas logran su propósito de recibir un trato de igual a igual del Gobierno, y Sánchez gana tiempo.

Bien es cierto que, para el presidente, la operación puede ser pan para hoy y hambre para mañana. Muchos ciudadanos hastiados ven en su gesto la enésima cesión al separatismo. Los resultados del PSOE en Andalucía, una región históricamente socialista, ya han avisado del nivel de hartazgo que hay en la calle. 

Precedente

Muchos ponían el foco este jueves en los detalles de la minicumbre: que si habría fotografía de grupo o no, que si la reunión de los presidentes sería anterior o simultánea a la de sus subalternos, que si a la cita habría que llamarla "reunión" o "cumbre"... Pero lo fundamental es que el presidente de España ha aceptado blanquear a quien aboga abiertamente por violentar la Constitución y la convivencia. 

En su empeño por salvarse a sí mismo, a Pedro Sánchez no le ha importado (otra vez) erosionar el Estado de Derecho. Veremos a qué precio.