Cuando hace una semana las autoridades escurrían el bulto para no tener que pronunciarse sobre la participación de Juan Carlos I en el 40º aniversario de la Constitución, EL ESPAÑOL defendió su inexcusable presencia. Si alguien no podía faltar a ese acto era él.

No podía volver a repetirse el error del año pasado cuando, con ocasión de la conmemoración de los 40 años de las primeras elecciones democráticas, se le dejó al margen. Tan cierto es que su comportamiento no ha sido siempre ejemplar como que los españoles hemos podido gozar de cuatro décadas de democracia gracias, en gran medida, a su papel determinante en la Transición.

Unidad y fortaleza

La larga ovación con la que fue recibido, el aplauso con que el Hemiciclo recogió las palabras de agradecimiento que le dedicó la presidenta del Congreso, y la nueva y calurosa ovación cuando Felipe VI recordó su nombre y el de la Reina Sofía hacen justicia con el Rey Emérito y con toda una etapa de nuestra Historia.

La participación de todos los presidentes del Gobierno vivos, el excelente discurso de Ana Pastor, conciliador pero también reivindicativo -"ningún atajo merece la pena si pone en riesgo la convivencia"- y la presencia por primera vez de toda la Familia Real en el Congreso, trasladaron una imagen muy potente de unidad y fortaleza que dejaron en anécdota menor la protesta silenciosa de los diputados de Podemos.

El recuerdo de Suárez

No puede decirse que la izquierda tenga el don de la oportunidad. Coincidiendo con este aniversario histórico, Pablo Iglesias celebró unas jornadas de reivindicación de la república, y el PCE e IU anunciaron la presentación de una querella contra el Rey Emérito y Sanz Roldán por las cintas de Corinna. Uno y otros están en su pleno derecho y seguro que hay motivos para investigar las actividades de Juan Carlos tras haber dejado de ser jefe del Estado. Pero el año tiene 365 días.    

El único reparo que cabría poner a este 6-D fue el poco protagonismo que se dio en el acto institucional a la figura de Adolfo Suárez. Sólo Ana Pastor lo mencionó en los discursos, pese a que el presidente fallecido fue, junto a Juan Carlos, el gran artífice de la Transición. Esa es la ovación que quedó olvidada.