La aplicación de un 155 exprés en versión light y el adelanto de las elecciones catalanas del 21-D fueron los dos grandes decisiones de Rajoy ante la crisis catalana. Pues bien, ahora queda patente que aquellas dos balas de plata no sirvieron para solucionar la crisis territorial y que ni siquiera el Gobierno puede arrogarse el consuelo de contar con el aplauso de la opinión pública.

Por un lado, los partidos soberanistas mantienen la mayoría en el Parlament después de que el 21-D fuera planteado como un juicio en las urnas al procés: es decir, el problema se ha enquistado. Por otro, la valoración de los ciudadanos sobre las dos decisiones adoptadas dista mucho del respaldo que cabría esperar si tenemos en cuenta que fueron apoyadas por PP, PSOE, Cs y que, en el caso del adelanto electoral, ni siquiera Podemos se opuso.

Un 43% en contra del adelanto

La última muestra del macrosondeo de SocioMétrica para EL ESPAÑOL que publicamos este viernes así lo refleja. En lo que atañe al 155, aunque un 45% opina que su aplicación fue “correcta”, un 46% opina lo contrario: bien porque no se debió aplicar (11%), porque su aplicación fue demasiado blanda (20%), o porque fue excesivamente dura (13%). En lo que refiere al adelanto electoral, aunque el 50% mantiene que fue una decisión “acertada”, un 43% cree lo contrario: un 25% opina que “se tenían que haber convocado más adelante” y un 18% que “en ningún caso”.

Rajoy puede darse por sastisfecho con que aproximadamente la mitad de los ciudadanos dé por buenas sus dos grandes decisiones en la crisis catalanas: al fin y al cabo son muchos más de los que le votaron a él. Pero si tenemos en cuenta que PP, PSOE, Cs y Podemos sumaron el 89% de los sufragios en las generales, no hay ninguna duda de que ambas medidas gozaron de un respaldo muy insuficiente.

Distancia entre sociedad y partidos

El modo en que se aplicó el 155 y la convocatoria urgente de elecciones en Cataluña se han revelado dos decisiones políticamente fallidas y socialmente mal aceptadas. También demuestran la enorme distancia que a veces hay entre las cúpulas de los partidos y sus bases sociales.

Aunque al Gobierno cabe atribuirle sin ninguna duda el fiasco en la gestión de la crisis catalana -de hecho un 47% califica su actuación de “mala” o “muy mala” frente al 31% que la considera “buena” o “muy buena”-, la oposición debería también mirarse en el espejo de la gente antes de, por seguidismo o por mero tacticismo, volver a hacer de comparsa de Rajoy en un asunto que afecta de lleno al interés general.