Carles Puigdemont se ha topado con un enemigo con el que no contaba: la indignación del conjunto de los españoles. El bloque secesionista ha pisoteado las leyes, se ha burlado de las resoluciones judiciales y ha demostrado mucha habilidad para sacar provecho de los episodios de dureza policial, que ha utilizado para agitar la calle, internacionalizar el conflicto y envalentonarse en el tramo final de su huida hacia delante.

Lo que no han sabido ponderar los dirigentes independentistas es el efecto que el hartazgo de los ciudadanos ante sus ofensas y manipulaciones está teniendo sobre el músculo financiero y empresarial catalán. La guerra comercial que cada vez más españoles libran contra Puigdemont está provocando un auténtico terremoto en el tejido empresarial catalán, que lógicamente prefiere enviar un mensaje de tranquilidad a sus inversores y clientes antes que sufrir boicots o quedar sin el amparo de Bruselas.

Fuga de empresas

El Banco Sabadell decidió el jueves trasladar su sede central a Baleares. CaixaBank anunció ayer que se muda a Valencia. Gas Natural ha elegido como destino Madrid, al igual que la biotecnológica Oryzon y el gigante textil Dogi. Freixenet decidirá qué hacer en su próximo consejo e incluso Codorníu y Catalana Occidente se plantean hacer las maletas si Puigdemont sigue adelante con su dichosa DUI.

La pérdida de CaixaBank y el Sabadell, auténticas joyas de la corona del sector financiero catalán, ha supuesto un mazazo para la moral del bloque independentista. Oriol Junqueras ha intentado consolarse, patéticamente, aduciendo que ambas entidades “se van a los países catalanes y no a Madrid”, en alusión a ese territorio mítico al que aspira el secesionismo. Pero ya hay voces en el independentismo que advierten de que es preferible “no romper unilateralmente”, como el conseller Santi Vila; o quien, como el mismísimo Artur Mas, apuesta por rebajar la declaración de independencia a un “pronunciamiento simbólico”.

El discurso del Rey

La reacción cívica contra el pulso planteado por Carles Puigdemont, convertida en un movimiento creciente desde que Felipe VI se dirigió a la nación para asegurar que la normalidad democrática y la Constitución serán restablecidas, tiene visos de cristalizar el próximo domingo en la manifestación de Sociedad Civil Catalana en Barcelona.

La movilización prevista puede ser multitudinaria. PP y Cs se han adherido a la convocatoria y el PSC está animando a sus militantes y simpatizantes para que respalden con su presencia a esa mayoría silenciosa de catalanes que no quieren la independencia y están cansados de que se vulneren sus derechos.