La muerte de Carme Chacón a los 46 años ha conmocionado a la opinión pública por lo inesperado y por lo que ha significado su figura en la política española. Su nombramiento por Zapatero en 2008 como ministra de Defensa marcó un hito: era difícil de imaginar a una mujer al frente del estamento militar, caracterizado por su arraigada masculinidad.

Tomás Serrano

Tomás Serrano

La polvareda que su nombramiento causó en su día se contempla ahora, con la perspectiva del tiempo, como una necedad. Sin duda aquel paso dado por Zapatero ha facilitado a Rajoy nombrar al frente de Defensa a María Dolores de Cospedal sin que nadie se rasgue las vestiduras.

Los riesgos asumidos

Resulta fácil decir ahora que Chacón ha sido un ejemplo de valentía y de coherencia, pero seríamos injustos si no dejáramos constancia de ello. No sólo aceptó el reto de ser ministra de Defensa, sino que tuvo arrestos para enfrentarse al aparato del partido y disputarle la secretaría general del PSOE a Rubalcaba, que perdió por sólo 22 votos. Y todo ello pese a sus graves problemas cardíacos que han acabado con su vida. También  decidió ser madre conociendo perfectamente los riesgos que asumía: "Tengo el corazón al revés", manifestó en alguna ocasión.

Sin renunciar a su origen catalán, Carme Chacón quiso liderar un proyecto socialista para toda España, y fue crítica con el sector más nacionalista del PSC. Y cuando perdió su carrera por el liderazgo del PSOE, prefirió dejar su acta de diputada y marcharse a dar clases a Estados Unidos, demostrando que el contrato con la política no tiene por qué ser para siempre.

Si hay vidas que quedan resumidas en un instante, el suyo fue el de la fotografía, embarazada, pasando revista a las tropas en el patio del Ministerio de Defensa, el mismo día de su nombramiento. Su imagen ha quedado para la historia como un símbolo de las políticas de igualdad. Sólo por ello, mereció la pena.