Pablo Iglesias e Íñigo Errejón han puesto en marcha la cuenta atrás hacia la Asamblea General de Podemos con la presentación de dos documentos tan opuestos que parecen incompatibles. Las diferencias son evidentes en el fondo y en la forma. El secretario general de Podemos no ha disimulado un estilo excesivamente personalista para dar por sentado que su liderazgo es incontestable. El problema es que su proyecto parece estar en las antípodas del de su número dos.

Iglesias quiere un Podemos atrincherado en la izquierda, vocacionalmente revolucionario y enemigo del PSOE, al que acusa de ser miembro de la "triple alianza" que permite gobernar a Rajoy. Su plan: "tensionar las instituciones y la calle" en busca de la máxima polarización electoral para anular al PSOE como alternativa al PP. Su apuesta por la confrontación, sin embargo, no le ha disuadido de recetas de los partidos tradicionales cuando están en la oposición, como "formar un gobierno en la sombra".

El 'enfant terrible'

Errejón, con un tono más neutro y pragmático, prefiere un Podemos de vocación transversal que, en lugar de buscar el cuerpo a cuerpo con el PSOE, "aproveche su crisis existencial" para intentar fagocitarlo. Su proyecto pasa por ser y parecer útil en las instituciones y alejarse del estereotipo de enfant terrible tan del agrado de Iglesias.

La presentación de estas ponencias son la última mano de una partida que viene de largo. Al poner ambos sus cartas boca arriba, el margen que pudiera haber para el acuerdo político queda muy reducido. Iglesias y Errejón señalan a direcciones tan distintas que lo razonable sería que se enfrentaran democráticamente dentro de un mes.

¿Aclamación?

Es normal que uno y otro apelen a la unidad y al acuerdo entre las dos almas que ambos encarnan en Podemos y la corriente Anticapitalista. Sin embargo, pretender ser investido por aclamación -como quiere Iglesias- con el argumento de que la existencia de dos candidaturas dividiría más a Podemos parece un razonamiento más propio de la vieja política que de quienes irrumpieron en la escena política como abanderados de la regeneración democrática.

Si finalmente prima el compromiso ideológico y la coherencia sobre las componendas entre equipos, a Íñigo Errejón no le quedará más remedio que presentar su candidatura y medirse con Pablo Iglesias. Otra solución sería arriesgarse a cerrar Vistalegre II en falso.