El Presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, y su esposa Begoña Gómez.

El Presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, y su esposa Begoña Gómez. Europa Press

Columnas CONVOCATORIA EXTRAORDINARIA

Sánchez no resistirá una fotografía de Begoña ante un jurado popular

Nada de lo que un experto diga podrá resistir la imagen de la mujer del presidente del Gobierno ante un jurado popular. El mensaje que llegará será el del pueblo juzgando a la mujer del presidente.

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La posibilidad de que un jurado popular pueda juzgar a la mujer del presidente tiene más fuerza que todos los argumentos que se puedan reunir contra el sanchismo.

Es una imagen poderosísima con mucho significado. Y, por ello, también esconde un gran peligro.

El jurado popular llegó a España como herencia de la Revolución Francesa, con todo lo que eso significa. Más allá de su utilidad práctica, bastante cuestionada por muchos, es un símbolo.

Y los símbolos, en política, valen tanto o más que los argumentos.

Es un símbolo de la Revolución, del pueblo participando de la justicia, igual que las urnas son un símbolo de la representación política. Si el pueblo no forma parte de las instituciones democráticas, no hay democracia.

De ahí que algunos piensen, llevando el argumento al extremo, que la verdadera democracia está en la calle, y no en las instituciones, y que las barricadas son el escaño en el que se sienta la voluntad popular.

Begoña Gómez comparece en la Comisión de Investigación de la Asamblea de Madrid.

Begoña Gómez comparece en la Comisión de Investigación de la Asamblea de Madrid. Europa Press

Los moderados, que se caracterizan por preferir la democracia representativa a la democracia directa, defienden las instituciones.

De ahí que quepa defender con solidez que el jurado es útil porque reconoce al pueblo su participación legítima en la administración de justicia. Está bien que así sea y, por tanto, el paso que se dio en 1995 con la Ley Orgánica del Tribunal del Jurado fue un paso hacia delante.

En el caso de la posible apertura del juicio oral contra Begoña Gómez, entiendo que no es cuestionable que es conforme a la ley que sea juzgada ante un jurado popular dado que no depende del juez decidir qué delitos se juzgan ante un jurado y cuáles no.

Es una lista cerrada, que puede ser discutible, pero es la que es. Y en ella está incluido el delito de malversación, que es el que se atribuye a Begoña Gómez.

Como precedente mediático, pesa mucho el caso de Camps, y el asunto de los trajes y corbatas que acabaron con su imagen pública pese a ser absuelto por el jurado popular que lo juzgó.

Y aquí entra lo que considero que es el problema. La imagen que crea el símbolo, y que no es controlable ni por unos ni por otros.

Todos los argumentos jurídicos que he dado, y se podría profundizar mucho más, en realidad no importan, y este es el problema. Se lucha por imágenes y contra imágenes. Hemos entrado en una fase antidemocrática de lucha por los símbolos.

Es una batalla emocional e irracional.

Nada de lo que un experto penalista diga podrá resistir a la imagen de la mujer del presidente del Gobierno ante un jurado popular. Se argumente lo que se argumente, el mensaje que llegará será el del pueblo juzgando a la mujer del presidente.

O sea, el pueblo contra el presidente.

Y a partir de aquí, los penalistas y los procesalistas no tendrán nada que decir porque se habrá desatado una lucha en el plano simbólico, incontrolable y descarnada.

Unos harán todo lo posible por descalificar al juez y acusarlo de prevaricación (lawfare), otros irán contra el jurado porque es una institución revolucionaria, o contra los miembros del jurado porque están intoxicados de sanchismo o de antisanchismo, y otros dirán que las instituciones están corruptas y que hay que trasladar la lucha por la democracia a la calle.

Como la batalla que se abre no es sólo ni principalmente por la justicia, sino por una imagen, quedan autorizados todo tipo de argumentos, opiniones, pensamientos y emociones.

La oposición daría lo que fuese por una fotografía de Begoña Gómez ante un jurado popular, y el presidente hará lo que sea con tal de evitarlo. Ambos harán lo que sea, porque esa imagen es demasiado poderosa. Es la bomba H en el corazón de la opinión pública.

Hemos pasado del “es la economía, estúpido” al “es la foto, estúpido”. No te enteras, el conflicto ha entrado en la fase simbólica, y las instituciones, el gobierno de la ley, la razón de Estado y la seguridad jurídica son arrasados por la fuerza imparable de una imagen.

Ganará quien sea capaz de controlarla, y no quien respete más las normas.