Bernard-Henri Lévy saluda a Andriy Yermak, jefe de gabinete de Volodímir Zelenski.

Bernard-Henri Lévy saluda a Andriy Yermak, jefe de gabinete de Volodímir Zelenski.

Columnas BLOC DE NOTES

Ucrania es el laboratorio del futuro de las democracias

En tiempos de guerra, cada reforma llevada a cabo por el Gobierno ucraniano es como una posición reconquistada o una ciudad liberada.

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Ucrania acaba de dar, una vez más, una lección de democracia al mundo.

Acaba de demostrar, una vez más, que la transparencia democrática es la base misma de su renacimiento.

Y esto, a pesar de la guerra que continúa con mayor intensidad, a pesar del escepticismo de los falsos amigos que no cejan en su empeño, y a pesar de los agoreros que nos anunciaban un "deslizamiento autoritario del régimen", y que ahora se quedan con un palmo de narices.

Andriy Yermak, jefe de gabinete de Volodímir Zelenski, en un acto de 2024.

Andriy Yermak, jefe de gabinete de Volodímir Zelenski, en un acto de 2024. Valentin Ogirenko Reuters

Porque la realidad está ahí. La calle se ha movilizado. La prensa ucraniana ha rugido. Los aliados occidentales de Ucrania se han inquietado.

Pero todo este debate, lejos de conducir al caos y a la crisis que esperaban los enemigos del exterior, ha desembocado en un compromiso.

Unos insistían, con pruebas en mano, en la necesidad de proteger los órganos anticorrupción contra la injerencia extranjera. Otros advertían contra una tentación autoritaria de la que creían detectar, y conjurar, los primeros signos.

Pues bien, una nueva ley, propuesta por el presidente Zelenski y votada por el Parlamento, ha surgido de esta dialéctica y desemboca en una situación en la que sólo hay ganadores.

El presidente, reforzado; el Parlamento, fuerte por el trabajo y el deber cumplidos; las agencias anticorrupción, tesoro de la nueva Ucrania, que permanecen independientes, pero que serán protegidas de las manipulaciones exteriores hostiles; y, por último pero no menos importante, el pueblo de Ucrania, que se ha expresado y ha sido escuchado.

Esta dialéctica es la esencia de la democracia. Reconocer, bajo la presión de un pueblo en estado de vigilancia ciudadana permanente, los errores y corregirlos, es el movimiento mismo de los Estados que gobiernan las sociedades abiertas.

Tal es la Ucrania de hoy. Tal es la lección de libertad y probidad que dirige, una vez más, al mundo.

Y tal es este pueblo asombroso de resiliencia y valentía que todo el mundo daba por muerto cuando, el 24 de febrero de 2022, los tanques rusos lanzaron su invasión a gran escala y que, después de tres años y medio, ofrece esta imagen que desafía todos los cánones de la razón política: un país que enfrenta una guerra existencial y que, lejos de ceder a los vértigos del estado de excepción y de ralentizar las reformas, las acelera.

Todos recuerdan las palabras del presidente Zelenski que, en aquel momento, dieron la vuelta al mundo: "Necesito municiones, no un taxi".

No menos admirable ha sido, desde el instante de su elección hasta hoy, su voluntad inflexible no sólo de luchar contra una corrupción que es siempre, en todas partes, el enemigo más pernicioso de la unidad nacional, sino de reformar y reformar una y otra vez un país salido de la noche soviética.

La tarea no siempre ha sido fácil. La adopción de la Ley de Reforma Agraria suscitó vivas reacciones. La ley contra los oligarcas fue objeto de oposiciones provenientes de todas partes.

El esfuerzo incansable por erradicar la corrupción en todos los niveles del Estado y de la sociedad ha hecho avanzar a Ucrania a grandes pasos en la clasificación, publicada cada año, del Índice de Percepción de la Corrupción de Transparency International, pero ha suscitado resistencias que han llegado hasta el sabotaje.

Y, en cuanto al resto, ¿se sabe que el país ha llevado a cabo, en tres años, bajo el fuego y las bombas, no menos de ciento setenta reformas?

¿Que ha logrado, a pesar de 1.300 ataques destinados a destruirlas, descentralizar, reestructurar y salvar sus infraestructuras energéticas?

¿Se sabe que ha estabilizado su sistema bancario y digitalizado su economía?

¿Se sabe que se ha dotado de instrumentos únicos en el mundo y únicos, con mayor razón, en tiempos de guerra, que permiten prestar asistencia a las personas desplazadas, evaluar en tiempo real los daños causados por los combates y mantener una de las conectividades a internet más estables y seguras del mundo?

Sin hablar de una industria militar construida en apenas dos años, de un ejército de drones financiado en partes casi iguales por el Estado, la inversión privada y el crowdfunding ciudadano, y que se ha convertido, con sus drones FPV desplegados en primera línea y sus UAV para ataques a larga distancia, en uno de los más eficientes del mundo.

Hay que ser consciente del esfuerzo realizado, para llegar a este resultado, por la administración del joven Estado ucraniano. Hay que imaginar la fuerza de ánimo y la capacidad de adaptación requeridas de los ciudadanos para enfrentar la doble obligación de repeler a un asaltante sin piedad y de construir una sociedad conforme a las exigencias y esperanzas de la revolución de la dignidad.

A pesar de los duelos, las ruinas, las devastaciones sin remedio, ¡Ucrania puede estar orgullosa del camino recorrido!

Nada de todo esto habría sido posible, por supuesto, sin el apoyo de nuestros aliados. Y numerosos son los ucranianos que han oído al presidente francés Macron decir y repetir que Ucrania se bate no sólo por su tierra, sino por valores que son los de toda Europa.

Pero la realidad está ahí. Muchos países no han hecho, en décadas de paz, lo que Ucrania ha hecho en tres años de guerra. Pocos son los que han sabido, en tan poco tiempo, y presionados por la urgencia de una guerra en la que se juega, a cada minuto, con la vida y con la muerte, inventar y mantener una democracia tan viva.

Quizá la Corea del Sur de los años 1960 y 1970, bajo la amenaza constante del Norte.

O Israel, que, desde el día de su nacimiento, está rodeado de enemigos, lucha por su supervivencia, pero permanece democrático y que, haciendo de la necesidad virtud, se ha convertido en la superpotencia no sólo militar, sino también tecnológica, de la región.

¿Pero aparte de eso?

Pues bien, aparte de eso, Ucrania, que se ha transformado, por la fuerza de la realidad, en un incontestable laboratorio de la invención democrática y de la construcción nacional frente a una agresión colonial.

Los espíritus malintencionados podrán, después de esto, seguir reprochando a los ucranianos todo y lo contrario de todo. Libres son de persistir en exigirles las pruebas de una lealtad a Europa que no han cesado de dar al precio de tres revoluciones y de una interminable guerra.

El presidente de Ucrania, Volodímir Zelenski, espera para dar la bienvenida al presidente polaco Andrzej Duda en el Día de la Constitución de Ucrania, en medio del ataque de Rusia a Ucrania, en Kyiv, 28 de junio de 2025.

El presidente de Ucrania, Volodímir Zelenski, espera para dar la bienvenida al presidente polaco Andrzej Duda en el Día de la Constitución de Ucrania, en medio del ataque de Rusia a Ucrania, en Kyiv, 28 de junio de 2025. Thomas Peter Reuters

Y tanto peor para aquellos europeos que hubieran olvidado que la democracia nunca ha sido, en ninguna parte, un estado de cosas perfecto, dado de una vez por todas, sino que es un régimen donde la imperfección, los errores y la finitud son la norma.

¿Errores? Por supuesto. Todas las democracias los cometen. Son su parte maldita. Su lote inevitable de incertidumbre y vacilación.

El problema no es cometer errores. Es, cuando se cometen, no tomar conciencia de ellos y no corregirlos. Eso es lo que hace Ucrania.

Eso es lo que hace, de arriba abajo de su jerarquía, su ejército de resistentes.

Y eso es lo que hacen, día tras día, semana tras semana, y en situaciones donde seguir viviendo es un desafío, la Administración, el Parlamento y el presidente del país.

Tal es el camino mostrado por la Ucrania de hoy. En tiempos de guerra, cada reforma llevada a cabo es como una posición reconquistada o una ciudad liberada.

Pero, frente a una amenaza existencial, las reformas no son una opción: son, como decía un gran francés, el general de Gaulle, una ardiente obligación.

Ucrania, por estas razones, es el laboratorio del futuro de las democracias. Sin ilusiones, pero con determinación, siendo realista, es decir haciendo lo imposible, se bate, se equivoca, aprende, se recupera: ahí está la clave, no de su supervivencia, sino de su invencibilidad.