Pedro Almodóvar con Javier Ambrossi y Javier Calvo en 'Pedro x Javis'.

Pedro Almodóvar con Javier Ambrossi y Javier Calvo en 'Pedro x Javis'. Movistar

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'Pedro x Javis': la grima de Los Javis en Almodóvarlandia

Pedro x Javis quedará como un buen caso de estudio de la endogamia de eso que se ha dado en llamar “la España Movistar”.

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Hace tiempo que Pedro Almodóvar se ha convertido en un parque temático.

La autorreferencialidad hueca de sus películas (sólo dos chispazos de su genialidad, Volver y, en menor medida, Dolor y gloria en los últimos veinte años) es casi lo de menos.

Por más que esa mezcla del look de los reportajes de interiorismo de El País Semanal con unos diálogos como sacados de la sección de Opinión de eldiario.es no deje de chirriarnos.

Lo de más es esa corte desvergonzada de aduladores dispuestos a aplaudir cada una de sus reflexiones y ocurrencias. Buena parte del periodismo cinematográfico español mantiene respecto a su figura menos distancia crítica que la de nuestros colegas de Deportes con Rafa Nadal.

Estas ideas se subliman en Pedro x Javis, el egotrip alucinógeno con aspecto de producción de Movistar+ que junta al icono con el tándem creativo compuesto por Javier Calvo y Javier Ambrossi.

Puede que la etiqueta que los señala como sucesores les haya sido adjudicada por terceros. Pero la han interiorizado con la comodidad de un pijama.

Supongo que no cabe decir que la serie engañe. Presume, incluso, de su condición hagiográfica. No hay asomo de contrapeso ni de voces alternativas al relato oficial.

“¡Wow!”. “¡Aaaaaah!”. “¡Qué increíble!”. El diálogo de la cosa fluye así, con los dos anfitriones boquiabiertos ante cada respuesta intrascendente del director de cine a las preguntas, escritas por Paloma Rando y Brays Efe, que los tocayos formulan.

La palabra “Almodóvar” se pronuncia un número llamativamente limitado de veces. Casi la totalidad de las referencias al protagonista se ventilan con un “Pedro” de familiaridad un tanto grimosa. Lo puede uno entender en los profesionales del cine que han trabajado con él en ocasiones numerosas.

Sorprende que sea el común denominador en cada integrante de la corte aduladora que asoma por ahí.

Al producto se le están viendo las tripas todo el rato. Las más de las veces parece el making of de algo cuyo resultado terminado no terminamos de vislumbrar. O es todo fachada o, siempre en metáfora de El precio del poder, se colocan con su propia mercancía.

“¡Wow!”. “¡Aaaaaah!”. “¡Qué increíble!”.

Citas de las películas del homenajeado a colación de cada cosa.

Insertos de gente emocionada hasta el llanto a la que te descuidas.

Javier Ambrossi, Pedro Almodóvar y Javier Calvo.

Javier Ambrossi, Pedro Almodóvar y Javier Calvo.

Los tics de ortopedia que caracterizan la serie tienen uno de sus ejemplos más claros en esas frases de los guiones almodovarianos que los participantes declaman mirando a cámara (nos maliciamos que con la ayuda de un autocue).

Están a punto de conseguir que le cojamos manía hasta a los grandes éxitos de aquel guionista fresquísimo que un día fue el autor, desde la farmacéutica de ¿Qué he hecho yo para merecer esto? a casi cada línea de Mujeres al borde de un ataque de nervios.

Los números musicales producidos ad hoc para el empeño están siendo uno de los aspectos más comentados. Permiten lucir unas recreaciones de los espacios del cineasta que apuntalan la idea del parque temático que comentábamos al principio.

Y, por supuesto, dan excusa para el desfile de modernos oficiales del Estado con tarjeta de fidelidad a los productos de Movistar+.

Alguna versión es resultona, pero cuesta disfrutarla de verdad entre tanto inserto de espectador/artífice embelesado.

“¡Wow!”. “¡Aaaaaah!”. “¡Qué increíble!”.

El programa destaca por un uso muy bueno del archivo. Fragmentos muy picados de declaraciones pretéritas e imágenes de rodajes que completan el relato a posteriori de los testimonios de los protagonistas.

Hay un instante particularmente luminoso: Pedro Almodóvar reconociendo que Kika y Los amantes pasajeros son sus películas menos afortunadas. ¡Aleluya! El propio interesado diciendo a las claras lo que la corte aduladora envuelve en mil eufemismos.

Las otras revelaciones más o menos interesantes ya se habían escuchado antes.

Quizá algún día veamos a los Javis siendo objeto de una hagiografía tan hiperglucémica como la que hoy ellos dispensan al director de Calzada de Calatrava. Entretanto, su Pedro x Javis quedará como un buen caso de estudio de la endogamia de eso que se ha dado en llamar “la España Movistar”.

Quizá no haya mejor homenaje a Almodóvar que terminar su visionado acordándonos de Fabio McNamara en Laberinto de pasiones. “¡Qué overdose!”.