Numerosas personas aguardan en la estación de trenes María Zambrano de Málaga por los retrasos producidos por una avería en La Sagra (Toledo) y que obligó a suspender la circulación de los trenes de alta velocidad entre Madrid y Andalucía en ambos sentidos.
Cuando los españoles empiecen a unir los puntos
Al formarse una composición de lugar articulada, los ciudadanos podrán advertir que la tercermundización económica de España corre pareja a su tercermundización política.
Unos días después de la divulgación del informe de la UCO sobre Santos Cerdán, el metro en el que viajaba en hora punta se detuvo y fuimos desalojados en la estación de Pacífico.
Por si los vagones no estuvieran ya lo suficientemente atestados, la muchedumbre que abarrotó el andén condenaba a una aglomeración aún mayor para el siguiente tren.
Esta clase de incidencias son desgraciadamente habituales en la maltratada Línea 1. Pero lo realmente inusual fue el pitote que se armó a continuación, en una zona de Madrid que sigue figurando en el imaginario popular como un sempiterno bastión izquierdista.
Una señora con el clásico fenotipo vallecano punkarra, muy alejado de la caricatura del ultraderechista con la que fabula el Gobierno, dirigió su indignación contra los "suciatas (sic) de mierda corruptos".
"Yo voy a currar, encima para pagar impuestos a estos hijos de la gran puta. Nos vamos de putas y de cocaína y así va luego todo en España", se desahogaba la mujer a grito pelado.
Con independencia de que sus invectivas debieron verterse en este caso contra el gobierno regional y no contra el nacional, el episodio resultaba significativo.
Santos Cerdán y José Luis Ábalos, en una imagen de archivo. Europa Press
Ilustraba la que parece que va a ser una dinámica creciente en esta España nuestra en la que se solaparán el declive del nivel de vida con el flujo incesante de informaciones sobre la corrupción de la era Sánchez.
Ante la andanada de escándalos destapada por los periódicos, la pregunta es siempre la misma: "¿Qué tiene que pasar para que los españoles se harten y estalle todo?".
La respuesta más socorrida es que los ciudadanos no se sublevarán en masa mientras las condiciones económicas sigan siendo percibidas como relativamente benévolas.
Y hoy estamos en condiciones de afirmar que ese punto de ebullición está más cerca de alcanzarse.
No sólo porque, una vez que se disipen los espejismos cortoplacistas de bonanza material, irán aflorando los indicadores estructurales que atestiguan un creciente subdesarrollo en España. Sino, principalmente, porque la gente empezará a atar cabos ante la coincidencia temporal de los casos de malversación política y el cada vez más palmario deterioro de los servicios públicos.
En este sentido, resulta muy revelador que el mismo día en el que se sustanciaron las sospechas sobre la afición de Cerdán por la rapiña, miles de personas quedaran atrapadas en la estación de Chamartín por una incidencia en la circulación de los trenes.
Como también que, en la misma jornada en la que el juez envió a Cerdán a la cárcel, se produjera una nueva avería en la línea de AVE Madrid-Andalucía que volvió a dejar varados a miles de pasajeros durante horas.
Va a ser imposible disociar el latrocinio y el asalto del Gobierno a las instituciones de la nueva normalidad de escenas de colapso en las instalaciones públicas, como la que se ha vivido este miércoles en el aeropuerto de Barajas.
Porque ni el socialista con más sexenios de militancia a sus espaldas va a ser capaz de sustraerse a la sospecha de que, sin ir más lejos, quizás las constantes averías en el servicio ferroviario de los últimos meses guarden alguna relación con el hecho de que en el Ministerio de Transportes estuviera residenciada una de las ramas de la trama Koldo.
¿Es también casualidad que Adif, el gestor de las infraestructuras que registran constantes incidencias, estuviera presidida por una imputada por malversación y tráfico de influencias en el mismo caso, encargada además de enchufar en la empresa a una de las amigas entrañables de Ábalos?
Uno de los grandes males que obstruyen la fiscalización cívica del poder es la fragmentación de las inteligencias, atribuible a la segmentación de los juicios establecida por el pensamiento ideológico, y agravada por la compartimentalización de las percepciones que alimentan las redes sociales.
La dificultad por formarse una idea de conjunto sobre la situación política es lo que explica la efímera y parcial repercusión de los escándalos. Cada nuevo bombazo es sofocado con el del día siguiente, sin posibilidad de focalizar la atención ni de sentar una jerarquía que asigne a cada hecho su debida trascendencia.
Pero si se dan las condiciones adecuadas, con acontecimientos excepcionales y apofánticos que afinen la receptividad de los ciudadanos (el apagón, la dana), los españoles empezarán a ser capaces de unir los puntos dispersos y contemplar el dibujo entero de la degradación.
Y al formarse una composición de lugar articulada, podrán advertir que la tercermundización económica de España corre pareja a su tercermundización política. Que el modelo de poder extractivista del sanchismo (sostenido sobre la cooptación partidista de los organismos públicos y el mantenimiento de una base electoral subsidiada) no sale gratis. Que sus repercusiones exceden la dimensión ética.
Cuando el españolito medio se disponga a pagar la trimestral y se acuerde de las mordidas de Cerdán, cuando se quede atrapado en un tren y le venga a la mente la imagen de Jésica trabajando en Adif, advendrá una lucidez colectiva que arrumbará la abulia social que le ha permitido hasta ahora al PSOE fintar la rendición de cuentas.