Xabi Alonso, nuevo entrenador del Real Madrid.

Xabi Alonso, nuevo entrenador del Real Madrid. EFE

Columnas LA GALERNA

El corazón de Xabi Alonso: sístole 'Hala', diástole 'Madrid'

Xabi Alonso trae vientos de intensidad, meritocracia y resistencia al sistema putrefacto en que consiste el fútbol español.

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Partimos de la base de que 'entrenar' y 'entrenar al Real Madrid' son dos profesiones distintas.

De Xabi Alonso podemos decir que es un gran entrenador (lo ha demostrado ya en el Leverkusen, y antes en las categorías inferiores de Real Madrid y Real Sociedad), pero no sabemos todavía si será un gran entrenador para el Real Madrid.

Esto mismo, por supuesto, puede decirse de la práctica totalidad de los técnicos del planeta, con contadísimas excepciones como Ancelotti y Mourinho (que han sido grandes entrenadores y también grandes entrenadores del Madrid) o de Zidane (que ha sido un grandísimo entrenador del Madrid sin que aún sepamos qué tal se le daría en cualquier otro sitio).

Por tanto, hay que compulsar como legítimo cualquier escepticismo respecto a la posibilidad de triunfar en el club blanco por parte de Alonso.

Lo mismo podría decirse de Klopp o Guardiola: tienen acreditadísimo que valen para llevar las riendas de otros equipos, pero tendríamos el derecho de dudar si lo harían bien en el mejor club de fútbol del planeta.

Incluso de ellos podríamos dudar.

Dicho esto, ser un buen entrenador tiene que ayudar por fuerza a ser un buen entrenador del Real Madrid. Es otra cosa pero se antoja un buen aval.

Y Xabi lo es.

El milagro del Leverkusen, que puso fin a un interminable dominio de la Bundesliga por parte del Bayern, y que además lo coronó con Copa y Supercopa alemanas, merece una película, un libro, una sinfonía, y esa historia viene precedida por los cinco años que el tolosarra jugó de blanco a las órdenes de Pellegrini, Mourinho y Ancelotti.

Si a ellos añades que jugó a las órdenes del propio Pep, y que es conocido el modo en que se empapó de las enseñanzas de todos ellos con el objetivo final de sentarse en los banquillos, destilando lo mejor de las enseñanzas de todos y cada uno de ellos, el cóctel no puede ser más prometedor.

Este hombre tenía un plan desde el principio, y su toma de posesión en Valdebebas es el disparadero potencial de una historia de éxito.

Xabi Alonso junto a Florentino Pérez.

Xabi Alonso junto a Florentino Pérez. EFE

Cuesta encontrar un candidato al puesto en el cual confluyan las dos cosas: mérito técnico-táctico y conocimiento de la casa.

Xabi, sin embargo, no se queda en lo de “conocer la casa”, porque a su prestigiosa materia gris añade un corazón que late al son de tambores vikingos, sístole Hala, diástole Madrid.

No es que conozca dónde está; es que además lo ama. Ni siquiera el mejor antropólogo del mundo, que es Juan Luis Arsuaga, va a lograr convencerme como pretende de que todo es dinero. Aún no se ha inventado una fuerza más desaforada que la pasión.

Esa dualidad es quizá la más estimulante del hombre que estrena el puesto. Representa lo que en estos tiempos se conocería con todos los respetos como un panenkita, en el sentido de ser un auténtico estudioso del fútbol, un hombre obsesionado con claves tácticas activas y reactivas (la “flexibilidad” y el “dinamismo” a los que tanto aludió en su primera rueda de prensa).

Sucede no obstante que es un panenkita absolutamente atípico, porque en lugar de venerar pizarras y probetas, que para él son solo un medio, venera escudos (uno en particular) y códigos de honor.

La ciencia es útil pero fría. Igual que filtra las lecciones de Ancelotti, Mourinho o Guardiola para quedarse con lo mejor de cada uno, hace lo propio con la ciencia y la despoja de su frialdad.

No es un académico metódico al uso, o si lo es pertenece a la rara estirpe de los mismos que son capaces de soliviantar al respetable con el ardor guerrero de un 'Hala Madrid' rotundo como el que descerrajó en su presentación.

El panenkismo solía aparejar un cierto deje culé. Not anymore, como dirían a orillas de ese Mersey que Xabi también ama, porque no hay contraindicación en amar al Madrid y también otras cosas, el Liverpool, el Bayern, el Leverkusen, la música, la literatura, el compromiso con el mundo en que vivimos.

Trae vientos de intensidad, meritocracia y resistencia al sistema putrefacto en que consiste el fútbol español.

No parece tampoco la clase de hombre que se pone de perfil ante la imposición de la narrativa falaz de los medios, e intuyo que la va a combatir interna y externamente.

Manejará a la prensa con la inteligencia que le engalana y que ya mostró en su primera comparecencia en el cargo. Con la elegancia que le caracteriza, desmenuzará cada piedra de molino con la que pretendan que comulgue, y dejará por ahí el polvillo como resto arqueológico de un relato destituido.

De un tipo tan culto como él se espera una batalla cultural que el balompié patrio precisa como agua de mayo, que no en vano ha sido el mes de su llegada.

Xabi Alonso seguirá siendo un personaje muy interesante si no le va bien en el banquillo merengue. Lo que pasa es que no le vamos a dejar que se quede en eso.

Le ha caído una condena que ni se imagina con todos los que le vamos a apoyar desde el principio. El triunfo de un tipo como él en el equipo de nuestros desvelos es una causa demasiado justa como para no ponernos pesadísimos hasta verlo cumplido.