La ministra Pilar Alegría.
Pedro Sánchez está agitando desesperadamente un sonajero que ya no hace ruido
A saber qué se le ocurre al Gobierno para escapar de sus más recientes escándalos. Pero lo visto durante los últimos meses apunta a una fatiga de materiales evidente.
Primero fue el quinto aniversario de la pandemia. Abrieron un cajón que la mayoría de españoles dejó cerrado con siete llaves. Fue para ofrecer un relato centrado en una comunidad autónoma, con la crítica girando en exclusiva en torno a su gobierno regional.
Pero, abierto el susodicho cajón, empezó a salir todo aquello que se había dejado encerrado.
Los dos meses de inopia antes de tomar medidas.
Pedro Sánchez junto a José Luis Ábalos.
Las cifras escalofriantes de fallecidos en todo el territorio.
Los palos de ciego.
El intento por controlar el relato y la erección vigorosa del dedo índice ante cualquiera que intentara salirse de la línea oficial.
El que tuviera la idea de resucitar 2020 debió de llevarse una reprimenda memorable.
Luego vino la cruzada contra las universidades privadas. Alguien en Moncloa debió pensar que Pedro Sánchez, licenciado en uno de esos centros y doctor harto dudoso por otro de ellos, era un ariete adecuado contra ese modelo educativo.
La habitual ovación sincronizada se tradujo esta vez en unas pocas palmas ciertamente desganadas.
Nada que pueda hacer mella en el ánimo de María Jesús Montero. Si el planteamiento inicial había causado desconcierto hasta en los más adeptos, ¿por qué no subir la apuesta? A fin de cuentas, acababa de poner en duda la presunción de inocencia.
La vicepresidenta del Gobierno, del que lleva formando parte casi siete años, le dijo henchida de aspavientos a la ciudadanía que el médico con el que quizá tenían cita al día siguiente bien pudiera no estar debidamente capacitado para el desempeño de su profesión.
Es verdad que no se armó el escándalo que semejante temeridad merecía.
Pero tampoco esta antorcha sirvió de guía a las huestes opinadoras más entregadas.
En estas, Pilar Alegría se empeñó en poner nombre a lo que a no mucho tardar será un caso práctico utilísimo para los cursos de comunicación política.
Su pernocta en el parador de Teruel en la noche de una orgía promovida por José Luis Ábalos era fácil de despachar en tres líneas:
Tuve que dormir allí por razón de mi cargo de entonces [delegada del Gobierno en Aragón]. Ignoro, como usted comprende, lo que pasó en cualquier habitación ajena a la mía.
En su lugar, dio ese discurso nervioso que, en una comedia absurda, convierte al testigo de trámite en principal sospechoso. Nadie con dos dedos de frente está pensando en la hoy ministra siendo parte activa de esos despendoles. Pero cunde la sensación de que, con Ábalos, hubo mucho mirar hacia otro lado sobre la premisa del "hay que ver cómo es este José Luis".
¿Lo que está pasando con Pilar Alegría y el Parador de Teruel es más o menos así? pic.twitter.com/cvBrODSMOD
— Nicolás Bolivariano (@NicoBolivariano) April 14, 2025
Para salir del aprieto se volvió a tirar de los clásicos. Los insultos y comentarios, ciertamente tremendos, que cualquiera recibe a diario desde las cuentas embozadas de las redes sociales.
El debate sobre el machismo para tapar la torpeza explicativa de la portavoz (y titular de Educación) que piensa que 'soez' es un sustantivo.
Es un camino fácil. ¿Quién va a estar a favor de los insultos?
Pero su eficacia se nota ya muy resentida. Primero por lo trilladísimo. Y segundo, porque el machismo no parece el mejor mantra a invocar cuando el tema sobre el que se quiere extender una cortina de humo son los usos y costumbres de Ábalos.
Termina el paréntesis brevísimo de la Semana Santa. O no conozco la actualidad española o mucho me temo que, quizá para cuando usted esté leyendo estas líneas, ya estaremos metidos en otro escandalillo.
Quizá baste con el primer aniversario de la carta a la ciudadanía. A saber qué se les ocurre para salir del paso. Pero los últimos casos repasados apuntan a una fatiga de materiales evidente.
Pocas imágenes más ridículas: alguien agitando un sonajero que ya no hace ruido.