El momento en el que se publica el Wrapped de Spotify [el resumen musical personalizado del año] es el momento exacto en el que todo empieza a tener algo de sentido. En el que empieza a perfilarse una mínima explicación.
Es el momento en el que vemos nuestras neuras, alegrías, tragedias, filias y fobias.
¿Con quién superamos esa ruptura tan puñetera? ¿Nos consoló Brad Paisley, Luis Miguel o Nat King Cole? ¿A qué conciertos fuimos? ¿Con quién disfrutamos del verano en el bordillo de una piscina cervecita en mano? ¿Fue con Maluma o con Manuel Turizo? ¿O con Arde Bogotá y La Salvación?
Es el momento en el que nos explicamos a nosotros mismos cómo hemos sido a través de la banda sonora que nos ha acompañado día a día, la banda sonora que le hemos impuesto a nuestra vida.
Yo veo la mía y me pregunto qué pasó el 1 de febrero para que estuviese 422 minutos escuchando música. Intento escarbar en la memoria y no encuentro nada, pero tengo la certeza de que algo pasó. La música me lo revela.
Leo que estoy en el top 9% de oyentes en Spotify. 3.433 canciones. Más de 35.000 minutos escuchados. Muchos de ellos, de reggaetón.
Hay algo de country, algo de música clásica, algo de pop y jazz.
Pero en mi Top5 de canciones más escuchadas del año están dos temas de Karol G. que, para sorpresa de nadie, es también mi artista del año.
Esto muy probablemente le resulte incomprensible e inconcebible a Dani Martín. O, más preciso, nauseabundo. Porque, como canta en Novedades viernes, "estoy harto de ese ritmito que me hace vomitar".
dani martín explota contra todos los reggaetoneros en su nueva canción pic.twitter.com/T5pijKXEMf
— n² (@nicknunier) November 29, 2024
Odiadores del reggaetón, uniros, porque parece que os ha salido un nuevo líder. Otro más. Dani Martín encabeza la revolución musical a favor del verdadero arte y en contra del capitalismo musical, tirando hate para defender lo propio.
Dice que es el resultado del hartazgo. Está cansado del soniquete que hay en todas las canciones, que las hace sonar iguales. Y tiene razón. El beat del reggaetón es inconfundible. Es constante, es pegadizo, es como un martillo pilón que golpea tu cerebro hasta penetrar en él, para no volver a salir.
El problema de Novedades viernes es que tiene un ligero tufillo pretencioso de himno de guerra. De "se tenía que decir y se dijo" y de "esto son verdades como puños". De valentía impostada.
Como si estuviésemos hablando de una canción que lucha por una Cuba libre, en vez de un tema que propone demasiadas veces irse "a tomar por el culo" a otros artistas.
"Que vais de que ahora sois los que hacéis música popular. Iros a tomar por el culo" dice Martín en un momento de la canción.
Y aquí volvemos al Wrapped de Spotify. Porque si en el Top10 de artistas más escuchados globalmente están Bad Bunny, Peso Pluma y Feid, tres pesos pesados del reggaetón, disculpen la osadía, pero podemos afirmar, sin que Dani Martín se escandalice, que el reggaetón es música popular.
Es música de masas.
Y como con todo lo que concierne a las masas, te podrá gustar más o menos. Te podrán caer mejor o peor los artistas, sus letras te resultarán más o menos soeces, más o menos pegadizas, insustanciales o reivindicativas.
Pero que se trata de un género musical que escucha un número elevadísimo de personas, que enciende y seduce a masas, que juega con sus anhelos y deseos, es innegable por mucho wishful thinking que practiquemos.
Entiendo la motivación que esconde esta canción. El deseo, tan comprensible, tan evidente, de no querer caer en el olvido. De no querer ser irrelevante.
De no querer convertirse en una muesca más dentro de la tabla de la historia musical que ha seguido evolucionando y pasando de largo, como una cinta mecánica en la que tú no estás montado.
Entiendo ese deseo de no querer ser otro juguetito más que cae en las garras de la música comercial.
Genuinamente, le comprendo. Y le honra el deseo de resistencia, de querer ser original.
Pero no sé si el camino más adecuado para ello es una canción que refleja más una crisis de los cincuenta mal llevada que la ambición de poner en valor un arte original y genuino. Un arte verdadero, un arte que se acerca a la esencia, a lo que pasa en el recoveco más profundo, más oscuro, pero también más luminoso del corazón humano, de la experiencia humana.
Para ello, a Dani le sobran demasiados "iros a tomar por el culo".